No es buena idea empezar la semana leyendo el artículo de Antoni Puigverd en la Vanguardia: Campeones. Si uno cree que la pandemia, la crisis consiguiente y la gestión de ambas van de mal en peor, Puigverd le hace sentir como un optimista:
«Hemos sufrido un descontrol de la pandemia en pleno verano: julio en la Catalunya del inefable Torra, y desbordamiento septembrino en el Madrid de la inefable Ayuso. Pero esto no va a impedir que llegue una verdadera segunda ola cuando, con el otoño, bajen las temperaturas. El otro día lo recordaba Bill Gates, uno de los máximos mecenas de la OMS, odiado por los negacionistas, que definía el impacto de esta pandemia como un retroceso de 25 años. El mundo retrocede a finales del XX. Todo el esfuerzo de una generación se está perdiendo en nuestro país.»
Denuncia a los dirigentes políticos, que aprovechan «el dramatismo de la pandemia para obtener beneficios al estilo de buitres y hienas». También a la población en general, indisciplinada e inconsciente, ante cuyo espectáculo «tengo la impresión de que somos como los romanos decadentes, justo antes de la caída del imperio». Y teme que, «como se insinuó ayer en Madrid, haya revueltas sociales. Al paso que vamos, los más débiles tendrán no sólo la percepción de ser los más castigados por el virus, sino también de aparecer como los culpables de la peste».
Rufián, a su aire
Ante este panorama, cuesta creer que aún nos estemos entreteniendo con nimiedades políticas, como por ejemplo si el gobierno Sánchez pactará los presupuestos con Ciudadanos o con ERC, partidos que se declaran mutuamente incompatibles. La situación aconseja unos nuevos Pactos de la Moncloa entre todos o los principales partidos, que garanticen la estabilidad y, en la medida de lo posible, la confianza en el futuro que todos los sectores sociales han perdido. Lo último que necesitamos es que prosiga la exhibición de incompetencia e inconsciencia de estos últimos años.
En una muestra más de que la unidad del independentismo es un deseo que nadie se toma en serio, ahora Voz Pópuli informa que Rufián se desmarca de ERC y revela a Iglesias su voluntad de apoyar los presupuestos:
«Con sus 13 diputados, si ERC se decanta públicamente por respaldar los presupuestos, el plan de la Moncloa de dar prioridad a Ciudadanos sufrirá un revés. La formación catalana sin embargo duda. Es sobre todo el partido en Cataluña que espera ver los movimientos de Quim Torra para tomar una decisión.»
¿Está Rufián preparando el terreno, o va demasiado por libre? No ha sentado nada bien en medios independentistas que haya fichado como tertuliano en el Programa de Ana Rosa, sin remuneración, junto que con once políticos más de todas las tendencias. Demasiada actividad en el hábitat madrileño, para el gusto separatista.
En la memoria del partido está la experiencia de Pilar Rahola, que también fue diputada por ERC en el Congreso en los años 90 y también tenía ideas propias. Acabó yéndose y volando por su cuenta hasta acabar siendo portavoz oficioso de la estrategia de Mas primero y ahora de Puigdemont. Aunque a veces parece que es al revés, que son estos políticos quienes responden a su dictado.
El PDECat se ha gastado 2,5 millones en Puigdemont
Salvador Sostres, en Abc, desvela que Jordi Pujol le dijo claramente a Puigdemont que no puede ganar sin el PDECat: «Es poco probable que Pujol tome partido públicamente, pero ha telefoneado a sus “habituales” para que continúen “ayudando” al PDECat, para asegurar la viabilidad del partido.»
Puigdemont no puede romper con su partido —que es tanto como decir con su pasado— y esperar al mismo tiempo que su partido no rompa con él. Hubiera sido mejor para el partido no dejar pudrir la situación y tomar la iniciativa de alejarse de las fantasmagóricas entidades movidas desde el exilio, pero más vale tarde que nunca.
Según Sostres, la broma no les ha salido barata: «El partido calcula que se ha gastado en sus necesidades un total de 2 millones y medio de euros y ha asistido con asombro y tristeza tanto al portazo de Puigdemont como a la deslealtad de los condenados.» Y todo para acabar descubriendo lo que les dijo en su última conversación: «Mi espacio político va desde la CUP hasta los más convencidos del PDECat, y el resto no me interesa.»
El PDECat «ha retenido a unos 200 alcaldes, a más de 2.000 concejales y sobre todo a Artur Mas», por lo que no ha habido una desbandada, sino sólo «una discreta fuga que el partido cifra en no más del 20 por ciento». Falta ver si lo que conserva el PDECat le será suficiente para hacer un buen papel electoral; según Sostres, las encuestas internas les dan entre 6 y 7 diputados, que no es gran cosa.
Su principal dificultad será elaborar un discurso coherente en el que aparezcan como herederos del movimiento que llevó a las consultas plebiscitarias organizadas primero por Mas y luego por Puigdemont, y al mismo tiempo logren distanciarse de las bullangas y las fantasías revolucionarias que hasta ahora han estado propiciando aunque sea por omisión.