Este verano, la imagen desoladora de una Barcelona vacía y sin visitantes no ha dejado indiferente a nadie. El sector del turismo ya anuncia pérdidas económicas entorno a los cien mil millones de euros en España (una cifra similar a todas las ayudas previstas por la Unión Europea en los próximos años) y la primera consecuencia de este desastre será la destrucción masiva de empleo. Un drama que afectará a miles de familias trabajadoras.
En este escenario, lo más decepcionante ha sido escuchar críticas absolutamente injustas. Hemos oído decir que es un sector “precario”, cómo si el turismo tuviera la culpa de que España sea un país con un elevado paro estructural. Hemos visto reportajes en la que algunas personas expresan su alegría por tener las plazas vacías, mientras las tiendas del barrio cierran, sus vecinos se quedan sin empleo y las calles las toman pequeños delincuentes y drogadictos. Nos repiten mensajes sobre una supuesta “excesiva dependencia” del turismo, sin que nadie se moleste en explicar en qué datos se basa esta opinión, ni darnos alternativa económica alguna. Falsos relatos que hay que desmontar.
Obviamente el turismo es una fuente de actividad económica imprescindible para nuestra sociedad que representa más del 10% del PIB en España. Y no solo en nuestro país, según la ONU, una de cada diez personas en el mundo tiene un trabajo relacionado con el turismo. Por este motivo, la ONU ha marcado como prioridad mundial la recuperación del turismo. El turismo en España no es una anomalía sino una fortaleza de nuestra economía.
El turismo en España no es una anomalía sino una fortaleza de nuestra economía
Pero nuestros visitantes aportan mucho más que dinero. También representan un intercambio cultural y de experiencias en una conexión privilegiada con el resto del mundo. Viajar es una experiencia emocional y los sentimientos de nuestras interacciones humanas son inborrables. Los trabajadores del sector del turismo son nuestros mejores embajadores, que escriben los que somos ante el mundo. Y a la inversa, cada visitante nos aporta su cultura y su visión del mundo única, enriqueciéndonos como sociedad. Perder a nuestros visitantes es renunciar a ser una sociedad cosmopolita y abierta para convertirnos en una comunicad cerrada y excluyente.
Por supuesto hemos cometido algunos errores en la gestión del turismo. Está claro que los visitantes vienen a buscar aquello que les ofrecemos. Si ofrecemos cultura, vendrán a llenar museos y espectáculos. Si ofrecemos naturaleza, vendrán a disfrutar de nuestros paisajes y del entorno. Si ofrecemos conocimiento e innovación, acudirán a nuestros congresos y universidades. Pero si lo que ofrecemos es masificación, borracheras, descontrol o inseguridad, eso es lo que tendremos. Durante mucho tiempo hemos debatido sobre la gestión del turismo y esta crisis abre de nuevo la reflexión sobre el modelo a seguir. Pero no nos hagamos trampas al solitario, nuestros visitantes serán lo que nosotros queramos que sean. Tendremos lo que somos.
Este verano ha sido un desastre sin paliativos para la actividad turística y no hay esperanzas de recuperación a corto plazo, debido a la situación de incertidumbre existente. Desde el Gobierno han anunciado que no prevén ninguna recuperación antes de Semana Santa. Una eternidad, en términos de supervivencia económica de las empresas, en la que las ayudas económicas serán vitales para salvaguardar el tejido empresarial.
Durante mucho tiempo hemos debatido sobre la gestión del turismo y esta crisis abre de nuevo la reflexión sobre el modelo a seguir
Pero más allá de las ayudas (que siempre serán limitadas) es vital un nuevo plan para recuperar a nuestros visitantes. No todo está perdido. Esta crisis ha afectado globalmente a todo el mundo, por lo que no hay competidores que hayan salido beneficiados. Recuperar a nuestros visitantes es posible y debemos a hacerlo.
Sí. El turismo era y es buena idea porque constituye un intercambio económico y cultural que nos enriquece como sociedad. Por eso, recuperar a nuestros visitantes es una prioridad.