El término «mujer» debe definirse por el sexo biológico y no por el sexo legal reconocido mediante certificados de reconocimiento de género. Así lo asevera hoy un fallo del Tribunal Supremo británico. Este dictamen, que ha surgido tras una disputa legal impulsada por el grupo For Women Scotland contra el Gobierno escocés, ha generado un amplio debate público y una notable acogida positiva entre diversos sectores.
"Llegará el día que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde."
— 𝗝𝗼𝗿𝗴𝗲 𝗚.🇪🇸 (@88Egipto) April 16, 2025
Chesterton.
Lo normal y de sentido común hasta que algunos por cuestiones políticas tratan de hacernos tragar ruedas de molino.
— Miguel Ángel (@PrimiumCM) April 16, 2025
«Retorno al sentido común»
La resolución del Tribunal Supremo ha sido recibida con entusiasmo. Para muchos, este fallo representa la validación de lo que se considera una verdad evidente, protegiendo los derechos de las mujeres en espacios exclusivos y en el marco de las leyes de igualdad. La decisión es vista principalmente como un hito que refuerza la claridad en la legislación británica, especialmente en lo que respecta a la protección de espacios de un solo sexo, como refugios, hospitales y competiciones deportivas. Además, el fallo define un límite claro frente a interpretaciones más amplias del género que rehuyen el consenso común.
For Women Scotland, que ha liderado la batalla legal, ha sido elogiado por su perseverancia, y la celebración se ha extendido a quienes ven en esta sentencia una defensa de los principios fundamentales del Estado de Derecho. La percepción general entre los partidarios del fallo es que se trata de una victoria del sentido común y una reafirmación de la realidad biológica, abastadamente cuestionada por debates sociales, políticos e ideológicos recientes.
Este precedente legal abre la puerta a nuevas discusiones sobre cómo se equilibran los derechos basados en el sexo biológico y las identidades de género en el marco de las leyes de igualdad. Refuerza a su vez la postura contraria al desenfreno relativista que ha caracterizado las cuestiones de género e identidades sexuales a lo largo de la última década, que pierde adeptos a cada minuto que pasa.