Lola García, en la Vanguardia —El aleteo de las elecciones catalanas— apunta algunos detalles de cómo gestionará el presidente Torra su previsible inhabilitación por el Tribunal Supremo: «La intención es seguir la “vía Venturós”, en alusión a la alcaldesa de Berga, Montserrat Venturós (CUP). Cuando fue inhabilitada por desobediencia, no fue sustituida. Torra seguiría como presidente de la Generalitat una vez suspendido de sus funciones, aunque no tendría por qué firmar documentos oficiales, cosa que haría su vicepresidente, Pere Aragonès, de ERC. Así, esquivaría un posible delito de usurpación de funciones, pero se mantendría en el puesto a ojos de la población.»
Será un capítulo más en la degradación de las instituciones que con tanto ahínco persigue el independentismo. En el caso del Ayuntamiento de Berga se pretendió disimular el acatamiento de la sentencia con una —continuidad simbólica—: «A pesar de que Venturós continuará siendo alcaldesa de Berga, sólo ejercerá las funciones políticas, ya que será otro regidor de la CUP quien asuma la firma jurídica.»
Pero, si el alcalde está inhabilitado, quien firma como alcalde es el alcalde, aunque al inhabilitado lo exhiban cortando cintas inaugurales o dando discursos desde el balcón municipal. Uno no puede ser alcalde o presidente de la Generalitat de forma simbólica. Si Aragonés firma los documentos oficiales, será el presidente a todos los efectos, aunque sea Torra el que más aparezca en TV3 lamentando la inhumana represión a que lo somete el Estado español.
Si el plan se confirma, querer aparecer «a ojos de la población» como presidente en esas condiciones no es digno de la persona ni del cargo ni de la institución: es una farsa que sólo los propagandistas más acérrimos se atreverán a presentar como la enésima jugada maestra del independentismo.
Como máximo será otra jugarreta para desacreditar a los aliados y sin embargo rivales a batir. Sigue Lola García: «Si ERC no se aviene a esa estrategia, JxCat podrá presentar a Aragonès como un aliado del Tribunal Supremo, al igual que Roger Torrent (ERC), presidente del Parlament, puesto que el partido de Puigdemont introduciría iniciativas en la Cámara en el sentido de ratificar a Torra como president.» Más ajetreo simbólico en torno a otro presidente en retirada.
«Este panorama ha llevado a algunas voces minoritarias en ERC a valorar una posible salida del Govern, pero la mayoría cree que no sería entendido por los catalanes un momento tan crítico.» Una vez más, menosprecian la capacidad que aún conservan los catalanes de percibir los trucos de prestidigitación política que les ofrecen sus líderes para ahorrarse la pesada tarea de gobernar.
¿Insinuaciones coactivas?
Jordi Amat, también en la Vanguardia —Palau de la Generalitat, oficina de campaña—, da una desoladora visión de conjunto de la interminable legislatura presidida por Quim Torra, inasequible a las contradicciones —la dio por terminada el 29 de enero pasado— y parapetado detrás de la gestión de la pandemia —como si no supiéramos que en Galicia y en el País Vasco, a pesar de todo, ha habido elecciones—.
«Los motivos por los que Torra no ha convocado elecciones se han aclarado de manera impúdica con la crisis de gobierno. Mientras en Palau se espera que Esquerra se desgaste gestionando las conselleries más sensibles (Salut, Benestar Social, Educació), se quiere ganar tiempo para victimizar al grupo [JxCat] a través de la inhabilitación y así construir la candidatura del puigdemontismo.»
En opinión de Amat, «tal vez el nuevo instrumento para seguir en el poder no esté funcionando como sus inventores esperaban. El cese de la consellera Chacón (…) y el del conseller Buch (…) son el síntoma de que la operación Junts no está teniendo tanta fuerza de arrastre (a pesar de las insinuaciones coactivas para que cargos de confianza dejen el PDECat y se sumen a ellos)».
Recientes encuestas mantienen la ventaja de los de Junqueras sobre los de Puigdemont, lo que explicaría un cierto nerviosismo, aunque no esas «insinuaciones coactivas». No es nada extraño en la vida partidista, pero contrasta con tantas proclamas de radicalidad democrática que exhiben.
Ciertamente, «el comité de la campaña permanente en la plaza Sant Jaume tiene ahora una urgencia: mantener conectado como sea un procés que agoniza». El gran problema del país es cómo liberarse de dirigentes tan irresponsables y, unos con alivio otros con aflicción, dar entierro al proceso.
¿Meritxell Budó presidenta?
Jordi Barbeta, en el Nacional, presenta un inventario de las tormentas que se avecinan, que no entra a analizar la pandemia ni la crisis consiguiente pero sí se sitúa dentro del género apocalíptico.
De su visión del mundo, baste mencionar lo que dice de los Estados Unidos: «El problema es que a muchos americanos ya les está bien que los policías blancos maten a los ciudadanos negros y no les parece nada bien que encima los negros protesten.» Si lo hubieran leído, la embajada americana debería protestar enérgicamente, pero no se molestan en perder el tiempo con medios de este tipo.
Pasemos a lo que dice de Cataluña, donde «hay mucha gente avergonzada e indignada (…) porque la represión política es cada día más despiadada». Si España fue como Turquía, afirmación que se repitió mucho hace un año, ahora ya debemos estar camino de Siria a efectos represivos.
Barbeta ve así el conflicto entre los dos principales partidos independentistas: «Unos pretenden ensanchar la base rebajando planteamientos hasta volver loca a la brújula y otros quieren ser tan puros y valientes que estrechan la base hasta ser pocos y malavenidos.»
A pesar de hacerlo todo tan rematadamente mal, nuestro articulista augura en la frase siguiente que «la efervescencia de las fuerzas independentistas crecerá en los próximos meses hasta límites insospechados».
También quiere hacernos creer que «Esquerra tiene a su favor el apoyo mediático o, mejor dicho, la casi unanimidad mediática contra Puigdemont, que prácticamente sólo podrá contar con las redes sociales para hacerse oír», como si los medios públicos de la Generalitat no contaran para nada o como si el presidente realmente existente no barriera, con mayor o menor placer, para Waterloo.
Barbeta se entusiasma ante la situación de «bloqueo total» que podría producirse si, inhabilitado Torra, no se repite la mayoría para designarle un sustituto. Si se repite, «Pere Aragonès tendrá que gestionar (…) con un gobierno dividido y enfrentado que no podrá remodelar, el peor momento de la crisis económica y sanitaria que todo el mundo ve venir para el otoño».
Pues peor que Torra mismo no lo tendrá. Incluso contando con «la ofensiva puigdemontista contra Torrent y Aragonès, que inevitablemente serán acusados de colaboradores necesarios de la represión para hacer caer a otro presidente legítimo». Inevitablemente, no; pero Barbeta no le concede el beneficio de la duda patriótica a Puigdemont.
Cada vez más constructivo, apunta una posible solución: «Que Aragonès renuncie previamente y le pase el marrón a Meritxell Budó.» Debe ser un chiste, uno más.