Comparar a Estados Unidos con China es caer en una falsa equivalencia que ignora las profundas diferencias entre ambos sistemas políticos. Mientras que Estados Unidos, con todos sus defectos, sigue siendo una democracia con instituciones independientes, elecciones libres, libertad de prensa y un marco legal que reconoce y protege los derechos individuales, China opera bajo un régimen autoritario que restringe sistemáticamente las libertades fundamentales de sus ciudadanos.
En la República Popular China no existen elecciones libres ni multipartidismo real; la disidencia es reprimida, la censura es la norma, y el control del Estado sobre la sociedad es absoluto. La represión de minorías y el silenciamiento de voces críticas dentro y fuera del país, son prueba del carácter autoritario del gobierno chino.
Por eso, resulta extremadamente peligroso normalizar, justificar o plegarse a la hegemonía de un régimen que no respeta los principios básicos de la libertad humana.