En los tiempos de la transición, ERC no era independentista y se presentó a elecciones con este prolijo lema: «Dentro de Cataluña somos nacionalistas, dentro de España federalistas, dentro del mundo hombres de libertad.» Está claro que era mucho antes de Twitter.
En ERC siempre ha habido independentistas, pero ERC como partido abiertamente independentista empieza en los años 90, primero con Àngel Colom y luego con Josep-Lluís Carod-Rovira. Más adelante vinieron los tripartitos con socialistas y comunistas, del 2003 al 2010.
La Vanguardia informa —Historia de dos octubres— sobre la aparición de un libro de Manel Lucas, Breve historia de Esquerra, que expone «las características que alejan al viejo partido republicano del resto de las fuerzas políticas soberanistas».
Afirma Manel Lucas que «el independentismo de ERC se circunscribe a un periodo reciente y breve, por lo que el giro actual hacia posiciones más posibilistas puede verse también como un retorno a los orígenes».
También podría verse como una maniobra táctica para «ampliar la base», ésa es la expresión que utilizan. Estuvieron años en el gobierno de la Generalitat, con más o menos éxito, más bien menos, pero sin salirse de la legalidad; tal vez ahora entienden que hacen falta unos cuantos años de tranquilidad para dar un nuevo impulso a la idea de la independencia.
«La obsesión republicana, en cualquier caso, se cifra en el ansiado sorpasso al nacionalismo conservador, encarnado en el pasado por la Lliga y hoy por las sucesivas reencarnaciones de la CDC de Jordi Pujol, pero también, y de forma no menos tenaz, en demostrar que ERC puede gobernar con solvencia Catalunya.»
El segundo objetivo está muy lejos todavía. La pandemia no ha favorecido el lucimiento de nadie del gobierno de la Generalitat, pero las consejerías de Salud, Alba Vergés; de Educación, Josep Bargalló, y de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias, Chakir El Homrani, todas de ERC, han quedado muy tocadas.
Y el objetivo de superar electoralmente a los postconvergentes se presenta complicado, ya que la facción que encabeza Carles Puigdemont ha aprendido la lección populista y, a base de mensajes simplistas y consignas movilizadoras, amenaza con volver a superarles en las próximas elecciones autonómicas.
Medio año más de desgobierno
Joan Tapia, en el Diari de Girona, afirma que en Euskadi «el PNV prefiere la estabilidad con el PSOE a la aventura con Bildu», mientras Cataluña, «donde el independentismo marca los límites de todo», «se encamina a unas próximas elecciones a deriva inestable».
El vaticinio de Tapia es que nos espera medio año más de «gobierno inoperante», mientras prosigue la guerra de desgaste entre las dos principales fuerzas independentistas. El plan sería el siguiente:
«Torra no disolverá en septiembre, antes de ser inhabilitado por el Supremo, como parecía inevitable, sino que escenificará resistencia. Después JxCat propondrá elegir otro presidente y utilizará el no de ERC para volver a acusarla de traidora. Después de dos meses de impasse en la elección de presidente (si ERC no se rinde) las elecciones se celebrarían, después de otros 55 días de campaña electoral, en febrero. Y en los seis meses que quedan hasta entonces el partido de Puigdemont se habría afianzado en el territorio ante el PDECat y el PNC, que quieren revivir la antigua Convergència, ERC habría perdido peso, y España se adentraría en la crisis de la monarquía, económica y sanitaria. Entonces Puigdemont podría llegar el primero cuando ahora y según el CEO (el CIS de la Generalitat) ERC sería la primera fuerza y JxCat quedaría segunda en diputados, aunque el PSC casi le rozaría los talones en votos.»
Curiosa legislatura ésta, que todo el mundo espera que se acabe —empezando por el presidente Torra, que la dio por terminada en enero—, pero nada parece indicar que el resultado de las elecciones dé paso a un escenario muy diferente al actual.
