Aunque el astro argentino parece haber tomado la decisión de salir del Barça cueste lo que cueste y no se ha presentado a las pruebas PCR y no se le espera en los entrenamientos del club que comenzarán mañana lunes, la interpretación de su cláusula y los efectos de la misma se le han complicado. En efecto, las primeras informaciones hacían referencia a que el Messi tenía asegurado el transfer provisional de la FIFA lo que permitiría a Messi salir del club y quedar a la espera de un pacto o de la resolución de los tribunales. Esta opción, que tenía el impedimento que el jugador debía encontrar un club dispuesto a correr el riesgo de acabar pagando los 700 millones de la cláusula de rescisión, se ha complicado y mucho con la resolución de la Liga Profesional que en un comunicado ha dado la razón al Barça después de analizar el contrato y considerar que la cláusula está vigente. Además la Liga ha señalado que no dará el visado previo de baja federativa si el jugador no ha abonado previamente el importe de dicha cláusula.
A pesar de ello, y teniendo en cuenta que Messi termina contrato el año que viene, lo más racional es que el club acabe negociando, pero desde una posición más fuerte de la que parecía tener en un principio. Para acabar de complicar las cosas la indisciplina de Messi al no presentarse a las pruebas PCR ni a los entrenamientos puede conllevar sanciones al jugador. Tampoco ayudan a una resolución pacífica del conflicto las elecciones a la presidencia del Barça que Bartomeu ha anunciado para marzo que condicionan a la junta a la hora de tomar decisiones. Este cambio de escenario se completa con un giro en la opinión de los socios. Si inicialmente Bartomeu apareció como el malo de la película, las tornas han cambiado y cada vez son más los socios que, sin aprobar la gestión del actual presidente, critican la actitud de Messi, no quieren que se le deje libre gratis como pretendía el jugador y piden posturas firmes frente a lo que consideran una deslealtad del jugador.