Nos enfrentamos a una diabólica crisis económica y los próximos Presupuestos Generales del Estado (PGE) serán una pieza clave para intentar reducir su impacto en nuestra sociedad. Unos presupuestos en los que desgraciadamente tendremos que elegir entre «susto o muerte» o, traducido a términos económicos, «crisis o ruina».
Antes de seguir, hay que señalar que hasta ahora los debates políticos sobre la aprobación de los presupuestos siempre han sido engañosos. Mayoritariamente los presupuestos de las administraciones públicas son gastos ya comprometidos, para pagar sueldos de trabajadores públicos, contratos de servicios imprescindibles u otros gastos recurrentes. Gastos que en su mayor parte no son opinables o susceptibles de debate ideológico. Así que todos los presupuestos han sido continuistas por definición, más allá de la pirotecnia del relato político.
Pero hoy, el escenario es radicalmente diferente. Estamos en un punto de ruptura donde el «status quo» se tambalea, no por iniciativa política o social, sino por una crisis sanitaria que no hemos podido gestionar con eficacia.
El desplome del PIB augura una caída brutal de los ingresos del Estado. Estamos a las puertas de una estampida de trabajadores al desempleo, con el inevitable incremento del gasto social. El endeudamiento no podrá ir más allá de lo económicamente sostenible y las necesarias ayudas europeas serán absolutamente insuficientes. Tampoco hay lugar para subidas de impuestos, cuando la inmensa mayoría de las actividades justamente lo que requieren desesperadamente son ayudas para poder subsistir. En resumen, más gastos y menos ingresos, en unas cuentas no van a cuadrar sin cambios estructurales.
«El endeudamiento no podrá ir más allá de lo económicamente sostenible y las necesarias ayudas europeas serán absolutamente insuficientes»
Así que por primera vez nos enfrentamos a unos presupuestos que necesariamente van a ser rupturistas y transformadores con un impacto inmediato y directo en nuestra sociedad.
Cuadrar las cuentas de nuestro país será un reto formidable. No hay espacio para la demagogia política, pero a la vez también serán los presupuestos con más ideología de nuestra historia reciente, porque de forma inevitable estamos abocados a cambiar aspectos estructurales de nuestra sociedad. En estos presupuestos decidiremos cosas tan importantes como qué actividades económicas salvamos con ayudas públicas y cuales dejaremos caer o hasta donde el estado se convertirá en el colchón protector de las familias.
Por eso, los próximos Presupuestos Generales del Estado, no pueden ser los de un gobierno y más que nunca deben ser los presupuestos de todo un país. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias deben abandonar cualquier estrategia partidista o de vetos en la elaboración de los PGE. No es tiempo de «relatos». De la misma forma, los partidos de la oposición, desde la crítica política lícita, también deben participar desde el primer momento en la redacción de los PGE para construir unas bases compartidas para la recuperación económica de España.
No podemos permitirnos fracasar en la gestión del dinero público. Unos buenos presupuestos no nos librarán de la crisis, pero unos malos presupuestos nos llevarán a la ruina económica y social.