Násara iahdih Said: «Todo el peso del honor de mi madre recae sobre mí y yo soy esclava del bienestar de ella»

Saharaui, mujer y feminista, nuestra entrevistada es una de las voces árabes más activas en estos momentos contra el "yugo islámico"

Násara iahdih Said.

Násara iahdih Said es saharahui, mujer y feminista. No siempre en ese orden. Llegó a España gracias al programa Vacaciones en Paz, que trae hasta nuestro país a centenares de niños cada verano para que, al menos durante un par de meses, abandonen la dureza de los campamentos de refugiados en los que viven sus familias desde que en 1975 Marruecos ocupara su territorio. A los 12 años regresó para ser tratada de un problema de salud y decidió quedarse con la familia que la había acogido. Un año más tarde, su madre se trasladó a España y la reclamó. Vivió en Canarias y ahora lo hace en Andalucía, donde, entre otras cosas, cursa estudios de Derecho. Es feminista sí, pero es también consciente de que su lucha siempre estará condicionada por la liberación de los territorios del Sáhara. Intenta vivir en España como una mujer libre que, a la vez, se ve sometida a la tradición de su familia. Y quiere romper con la herencia que se transmite de madre a hija sobre la carga de la culpa y el deshonor.

Durante años, nuestra visión de los saharauis ha pasado por niños que venían en el programa ‘Vacaciones en Paz’. Se nos ha presentado a su pueblo como algo al margen de lo árabe y de lo africano. Y, por supuesto, como una sociedad oprimida por Marruecos. Pero usted es una mujer que lucha contra el machismo saharaui. ¿Cómo se vive hoy siendo mujer en un campamento saharaui?

Es una realidad muy dura. Te enfrentas a la desesperación. Vives en un campamento de refugiados en el que no hay ningún futuro para ti como persona. No te queda sino vivir mecánicamente, vivir por vivir. No tienes ninguna oportunidad en la vida, ningún propósito, ningún futuro… Si a ello le añades condiciones como la falta de agua, el calor atroz, el estar en mitad de la nada y teniendo que criar a toda la familia… Las mujeres saharauis, como la mayoría de las mujeres africanas, cargan con toda la responsabilidad material de la familia. Viven, además, bajo el yugo de un patriarcado islámico, con lo que la situación se complica mucho más. Es decir, vivo mecánicamente porque no me queda más remedio y, además, tengo que reprimirme. El yugo islámico es muy estricto, te exige conductas morales muy escritas.

No creo que haya mucha gente en España que imagine al Frente Polisario de esa manera. La imagen que se nos ha dado ha sido otra.

Esta es mi difícil lucha y de otras saharauis. Pero también de las palestinas. Nos encontramos entre luchar por nuestros derechos como mujeres y ser consideradas como traidoras a la nación. Y no hay nada peor que ser considerada como una traidora a tu causa, que es la liberación de los territorios. La otra opción es callarte y subyugarte a esa presión familiar y social. Por eso no hay muchas mujeres saharauis que, como yo, hablen alto y claro. El sentimiento de culpa es una carga tan pesada que pocas o ninguna la soportan. Yo no sé cómo lo hago. Detrás hay una presión muy difícil. Entendemos que el enemigo, que es Marruecos, puede usar esto en nuestra contra. Y realmente lo hace para justificar su colonización. Estamos en un dilema muy difícil de resolver. Pero, sintiéndolo mucho, no podemos callar más.

Entendemos que el enemigo, Marruecos, puede usar esto en nuestra contra. Y realmente lo hace para justificar su colonización.

Násara iahdih Said

Claro, no puede ser que el problema principal, que es la ocupación de Marruecos, oculte otros también graves como la represión de la mujer.

Efectivamente. Siempre nos encomiendan callarnos por si lo usa el enemigo. Nuestra situación siempre es para luego porque, si no, el enemigo lo utilizará y serás culpable de cualquier cosa que pase. La perpetuación de la ocupación del territorio será por tu culpa. Llegan entonces las presiones a la familia para que no salgas del armario. Es verdad que es muy difícil tener a un enemigo como Marruecos buscando cualquier excusa para atacarte o para perpetuar su ocupación. Pero también es muy difícil soportar la presión que sufrimos como mujeres. No podemos ni siquiera hacer algo tan básico como elegir nuestra vestimenta. Es obligatorio llevar la melhfa. Es verdad que no hay una ley escrita pero es obligación por costumbres y por una cuestión moral. Y eso es más duro que las leyes.

¿Serían diferentes las cosas para la mujer en un Sáhara libre?

¡Por supuesto! Muy diferentes porque habría leyes escritas y sabrías cómo cambiar las cosas. Habría un sistema al que dirigirte. No nos engañemos, el sistema es el que facilita que las cosas cambien. Y a los cambios se llega por muchísimas vías, como la educación. Pero si no hay un sistema organizado, es muy difícil. Es como luchar contra el viento. Sin un sistema que no establezca las leyes escritas, no se puede hacer nada. Y con un sistema no estaríamos bajo esta presión que es tan dura. Yo misma a veces me callo para no sufrirla.

Pero ese machismo que hay en los campamentos seguiría existiendo. El machista es machista, con sistema o sin él. En un Sáhara libre podría utilizar argumentos como la religión, por ejemplo.

Sí, claro. Pero creemos que será distinto porque podremos cambiar las leyes o fomentar que haya educación. Todo está en la educación, eso está claro.

Marruecos ocupó el Sáhara en 1975. Desde España se han hecho cosas como el programa ‘Vacaciones en Paz’ para traer a niños de allí durante el verano. Imagino que las niñas, al conocer otra realidad, sí pueden tener también esa intención de cambiar la situación.

No, no es tan fácil. Aun viniendo y viendo otras realidades no es tan fácil. Si tú estás secuestrada moralmente, ya pueden ponerte el paraíso delante que no vas a ser capaz de verlo. Si estás secuestrada moralmente, estás viviendo en una sociedad donde te han quitado la libertad de pensamiento mediante el chantaje emocional y la culpa. Es como cuando las mujeres veladas creen que son libres al llevar velo. Pero no lo son. Aunque vengan aquí y vean esta realidad, siempre lo ven como algo ajeno. Es como si usted pasa una temporada con indígenas. Estará allí pero eso será lo otro, lo ajeno.

Si tú estás secuestrada moralmente, estás viviendo en una sociedad donde te han quitado la libertad de pensamiento mediante el chantaje y la culpa.

Násara iahdih Said

Usted es muy activa en redes sociales como Twitter o Instagram. Entiendo que son herramientas útiles para su activismo que, a la vez, la hacen estar muy expuesta. ¿Se siente cómoda en ellas?

No, pero no me queda más remedio. De hecho, en Facebook he tenido que censurar hace cuatro meses por presiones a mi madre por lo que escribía. Así que, para protegerla a ella, me he tenido que autocensurar. También me han cogido fotografías de Instagram para lo mismo. Y eso me trae problemas muy graves. Yo soy hija única por parte de mi madre y eso podría parecer mejor porque no tienes hermanos que te controlen, pero no es así. Toda la presión recae sobre ella. Todo el peso del honor de mi madre recae sobre mí y yo soy esclava del bienestar de ella.   

¿Su madre comparte su lucha?

Entiende lo que hago pero no quiere que lo haga. No lo comparte. Se mantiene alejada y no quiere saber nada porque lo pasa muy mal. Y eso que no ve casi nada.

Es usted valiente.

Sí, lo intento. Pero piense que mi madre ni siquiera tiene redes sociales porque no quiere ver nada de esto. Le llegan algunas cosas de las que escribo y entra en pánico. Le dicen de todo, que soy una desgraciada, que estoy deshonrando a la familia… En el Sáhara, la madre está presionada por la familia cercana y esta por la tribu. La tribu, además, está presionada por la sociedad. 

En el Sáhara, la madre está presionada por la familia cercana y esta por la tribu. La tribu, además, está presionada por la sociedad.

Násara iahdih Said

Entiendo que es muy complicado. Hablemos de lo afro. Usted reivindica la reconceptualización de este término. Pero, ¿qué es exactamente lo afro?

La verdad es que no le puedo decir qué es porque para mí no existe. A lo mejor le puedo decir que es la personificación de la diversidad, tanto genética como cultural y lingüística. Pero realmente no hay una definición de lo afro, como tampoco la hay de lo europeo. ¿O acaso España es lo mismo que Alemania? Un alemán y un español no son lo mismo, ni físicamente, ni en en mentalidad, ni en manera de comportarse. No podemos hablar de lo europeo más allá de un sistema económico y geográfico que comparte intereses económicos y políticos. Culturalmente no hay una Europa. Con lo afro, en mi opinión, sucede lo mismo. Esto son corrientes que provienen de EEUU y que han reducido lo afro a un determinado tipo de pelo, de piel y de rasgos físicos cuando lo afro, de existir, es otra cosa muy diferente. 

También habla usted de la apropiación de lo afro. Aquí en España el ejemplo más conocido es el de hombres blancos pintándose de negros para hacer de Baltasar en la Cabalgata de los Reyes Magos.

Si tuviera que decir qué es apropiarse de algo que no te pertenece sería precisamente lo que han hecho personas que no son africanas y que, por ser una descendencia histórica de África, se han apropiado de su imagen más excéntrica. Es verdad que esa imagen existe, la de determinado tipo de pelo, el turbante, ropa muy llamativa, bailes excéntricos… Existe pero no es la más generalizada. Es una de tantas. Ellos han adoptado la parte cultural y la parte genética más excéntricas de África, se han apropiado de ello y lo han convertido en lo afro.

En su Twitter he visto que, sobre este tema, tienen una especie de guerra abierta con las latinas negras que defienden lo afro. 

Sí. Usted imagine que un descendiente histórico de españoles en Argentina adoptara la parte más excéntrica de España, por ejemplo, el flamenco, el vestido de sevillana y el acento andaluz. Reducirían España a eso cuando España es mucho más. Pues lo mismo sucede con África.

Sí, pero ellos hacen esta reducción de lo afro con orgullo de ser afros.

Efectivamente. Pero lo hacen porque, al fin y al cabo, ellos desconocen el contexto. Es normal que hayan exotizado el lugar, que lo hayan idealizado y que se hayan apropiado de eso. Es lo que gusta. A todos nos gusta lo exótico. Pero lo cierto es que perjudica gravemente porque reduce y estereotipa a todo un continente. 

A todos nos gusta lo exótico. Pero lo afro perjudica gravemente porque reduce y estereotipa a todo un continente.

Násara iahdih Said

Claro, hablamos de un continente sobre el que hay un gran desconocimiento en general.

La verdad es que en la mayoría de los lugares de África ni siquiera se relacionan entre ellos de país a país, sino entre etnias. Y tenga en cuenta que, según de la etnia que seas, cambia todo, la lengua, la cultura, el aspecto físico… A veces ni siquiera parece que sean del mismo país. 

Denuncia usted también la cultura de la blanquitud en África. Mujeres haciéndose tratamientos para aclarar su piel. Si aquí en pleno agosto te dicen que “estás negra”, es un piropo. Somos muy diferentes.

Es un gran problema en África. Yo misma he sufrido esta cultura en mis propias carnes. La que es blanca es mala malísima y se tiene que callar. Pero todo es mucho más complejo que la existencia de la blanca. Es toda una cultura que actualmente mueve millones de dólares.

Es curioso porque, por un lado, ser blanco está mal visto pero, por otro, las negras desean ser más blancas. Es contradictorio.

Sí, claro. Ellas quieren ser más blancas porque, a la vez, lo blanco es lo ideal. Si eres más clarita, quiere decir que perteneces a una determinada clase social. Y todo el mundo quiere pertenecer a esa clase alta. Quiere decir que trabajas poco, que no pasas hambre, que no eres pobre. En África se lleva mucho lo de estar blanquita y gordita porque eso se relaciona con pertenecer a una buena condición social. Por otro lado, la colonización impuso un determinado tipo de belleza y ellos siguen anclados aún en él. Realmente la cultura de la blanquitud es muy grave. Aquí también la sufrimos y muchas mujeres se someten a estos tratamientos.

En África se lleva mucho lo de estar blanquita y gordita porque eso se relaciona con pertenecer a una buena condición social.

Násara iahdih Said

Otra frase suya: “Las revoluciones en África son revoluciones de la testosterona”. 

Es que es cierto. Quienes son considerados como héroes y como revolucionarios son los hombres. A las mujeres ni nos tienen en cuenta. Cuando el hombre en África lucha por sus derechos o por un sistema mejor lo hace pensando en él como hombre. Y lo hace porque, en el concepto ser humano, solo cabe el hombre. Las mujeres somos algo complementario y nuestras vidas son solo para cargar con las desgracias familiares. Ellos se pasan el día en la cafetería fumando y hablando de política mientras las mujeres están trabajando, cuidando a los niños y cargando con toda la responsabilidad de la familia.

¿Sucede en toda África o hay algún país en el que hayan avanzado? Yo vi en Etiopía que ellas cargaban los fardos de eucalipto en la espalda y ellos iban al lado sin nada. 

Sí, es que es así. Ellos se dedican a puestos de trabajo más, digamos, sofisticados. Pero el trabajo en el campo, el vender pescado en la calle o cuidar a los hijos es cosa de las mujeres. Por eso, cuando piensan en una revolución, no cuentan con nosotras.

En los países islámicos ser gay o lesbiana supone terribles castigos. Sin embargo, en Irán tienen una ley que protege a los transexuales. Usted también denuncia estas situaciones. 

Depende del lugar. Hay países en los que ser transexual conlleva graves problemas. Pero en Irán, por ejemplo, si eres gay te dicen que, si quieres vivir en sociedad, te tienes que transformar en mujer. Incluso, te pagan las operaciones. Pero es verdad que en el mundo islámico existe una comunidad trans que está luchando por su reconocimiento. No reciben tanta violencia como recibimos las mujeres porque los ven como algo exótico. Se quedan embobados viéndolos. 

En Irán, si eres gay, te dicen que, si quieres vivir en sociedad, te tienes que transformar en mujer. Incluso, te pagan las operaciones.

Násara iahdih Said

Pero entiendo que esto sucede cuando hablamos de un hombre que quiere ser mujer. Si es al revés, imagino que topan también con el muro del machismo.

Al hombre que se quiere convertir en mujer se le exotiza. Pero para ellos es impensable que una mujer se quiera convertir en un hombre. Y, si sucede, se les tacha de locas. Lo cierto es que en ningún lugar de los países islámicos tienen una vida maravillosa. 

Me da la impresión de que no somos muy conscientes del peso que tiene el islam en África en general.

Cierto. Y en los últimos 10 años ha habido una radicalización nunca vista antes. Ahora es cuando empezamos a ver las consecuencias. Sucede en todo África, de norte a sur. Es horrible. En Sudán, por ejemplo, las mujeres no pueden llevar pantalones. Si lo hacen, son condenadas a 47 latigazos o la cárcel o multa. Tienen que llevar siempre ropa que no marque su figura.

Usted también lucha contra el islam radical. Con la pandemia del COVID-19 ya no se habla del Estado Islámico pero sigue ahí. Sabemos lo que es ser mujer en un territorio del Daesh pero me gustaría que me lo explicara usted. 

Es ser un objeto útil para el sistema. Estás absolutamente deshumanizada. Es una realidad muy dura porque, desde antes de nacer, tu familia dirá que es una desgracia que seas mujer. Cuando te vas a casar, tus propios familiares te desean no tener hijas porque sería una desgracia. Creces en una sociedad donde desde el minuto uno se te recalca con mucha insistencia que ser niña o mujer es la peor desgracia que puede pasar. Casi todos los ritos culturales llevan implícito el mensaje de mujer igual a desgracia y a deshonor. ¿Qué haces en una sociedad en la que tu mera existencia representa el deshonor? Estarás absolutamente deshumanizada. Por eso se cometen tantas barbaridades y son las propias mujeres las que las justifican. Nosotras nos hemos autodeshumanizado. Nos vemos como un mejor objeto complementario. 

¿Qué haces en una sociedad en la que tu mera existencia representa el deshonor? Estarás absolutamente deshumanizada.

Násara iahdih Said

Es la madre la que invita a sus propios hijos a unirse al Daesh. ¿Es una forma de recuperar ese honor que no tiene desde que nació?

Sí, es verdad. Pero tenga en cuenta que la madre, en las sociedades islámicas, siempre será el rehén contra la mujer. “Tengo aquí a tu madre”, te dicen, “cualquier cosa que le suceda serás tú la culpable. Cuidadito con lo que haces”. Y tu madre sabe que es rehén, es consciente y lo justifica porque no ha vivido otra realidad, porque su madre ya le hizo lo mismo. La madre adopta el rol de rehén y se encarga de trabajar el chantaje para que tú nunca te desvíes. 

Para acabar, ¿usted se siente cómoda en España? Sus raíces son las que son y, aunque viva aquí, sigue en ellas porque vive con su familia. Nuestra situación como mujeres no tiene nada que ver con la suya. Usted como española tiene los mismos derechos que yo pero, al final, está sujeta a las normas de su familia. 

Efectivamente. Vivimos aquí con los mismos derechos pero yo, para ir con mi madre a tomar una cocacola a un bar, tengo que hacerlo con las condiciones que ella pone. ¿Cuántas mujeres veladas ha visto usted en un bar tomando algo y disfrutando? Pregúntese por qué. 

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2 COMENTARIOS

  1. Excelente artículo. Efectivamente, hay muchas y muchos autodenominados progresistas que reivindican la libertad de odiar y vitupendiar a quien defiende la igualdad de género.

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