Como muchísima gente, uno sigue de cerca el devenir de las conversaciones para poner fin a la invasión rusa de Ucrania. Todo el mundo tiene su interpretación de la histórica discusión entre Zelenski, Trump y Vance, vicepresidente que lideró el humillante ataque a Zelensky antes de que Donald Trump se uniera a la pelea en la Casa Blanca, en una reunión que había sido razonablemente cordial hasta que el vicepresidente habló. Francamente, me sorprendió mucho el escaso nivel diplomático y la excesiva necesidad de ser el protagonista de JD Vance. Jamás había visto en política de alto nivel tanto matonismo de colegio contra el débil, y tal carencia de empatía y cintura política para manejar el fin de una vil invasión que se ha cobrado decenas de miles de víctimas.
J.D. Vance tiene que hacerse perdonar por su jefe Trump. Supongo que pensó que quedaría muy bien ante el público norteamericano si salía a defender como un “valiente cowboy” a su presidente de las discrepancias (mal planteadas) por Zelenski. Le toca hacerse el más trumpista de todos tras pasarse una larga temporada de su vida poniéndolo a caer de un burro. De hecho, ganó notoriedad pública siendo unos de los portavoces de la campaña “Never Trump”. Llegó a decir de su actual jefe que era “el Hitler de EE. UU.” y que sus discursos eran “heroína cultural”.
Lo cierto es que cada vez que habla sube el pan. Hace un par de semanas el pistolero de Ohio tuvo a bien plantarse en la Conferencia de Seguridad de Múnich, además de interferir en las elecciones alemanas para aupar al partido derechista AfD, para pegarle la bronca a todos los políticos europeos que se cruzaron con él. Vino a Europa a decirnos que todo lo hacemos mal, que nuestras prioridades políticas deben ser otras y que él sí que sabe qué hay que hacer por estos barrios. El sheriff Vance cree que él sí puede discrepar en Munich, pero Zelenski en Washington no.
En algunas cosas tenía razón, todo hay que decirlo, pero no es el proceder más recomendable para encauzar unas prósperas relaciones internacionales. Al vice Vance le falta mucha experiencia política para liderar la geoestrategia mundial. No parece que vaya muy bien el joven si en apenas un mes ha cabreado a medio mundo, menos, casualmente, a Vladimir Putin. No le he oído todavía a JD Vance pedirle a Putin que ordene el alto el fuego y que retire sus tropas de Ucrania. Todos sus argumentos presentes y pasados están orientados a debilitar a Ucrania y a blanquear al invasor ruso. Supongo que siempre es más fácil darle caña al débil, rendirse ante la gran Rusia (aliada total de la China comunista) y sacrificar la libertad de sus aliados europeos.
La gota que ha colmado el vaso en el proceder de este saboteador diplomático ha sido mofarse en la Fox de la propuesta francesa e inglesa de desplegar hasta 30.000 soldados para garantizar la seguridad de Ucrania, previo acuerdo con Rusia y con la colaboración estadounidense. Ha menospreciado a esos ejércitos, “que no han librado una guerra en 20 o 30 años», sin acordarse de que participaron junto a EEUU en operaciones conjuntas en Irak o Afganistán y en las que murieron cientos de soldados.
En definitiva, JD Vance es un bocachancla de manual. Un vicepresidente que va a generar infinidad de problemas al propio Trump y al resto del mundo. Un iluminado que debería ser más prudente, leer más, escuchar con más atención y tratar de reducir su excesiva necesidad de llamar la atención. En su posición, la cosa pública no sólo va de lanzar brillantes tweets para que te aplaudan tus huestes. Alguien tendría que recordarle que escupir a diario a los que han sido sus aliados durante los últimos 80 años ni es justo, ni inteligente, ni bueno para su propio país. Sólo beneficia a Rusia y China, que observan complacientes como se debilita la OTAN y las relaciones transatlánticas que tan buenos frutos han dado.