David Fernández, en el Ara —Pintures negres—, expone los hechos con una profusión de metáforas de estilo decimonónico. El trato dispensado a los presos es «brutalidad judicial», «crueldad adornada de negro toga», «nada nuevo bajo un cielo de plomo y unos tribunales rancios» y demuestra una vez más «el carácter puramente político, represivo y autoritario del juicio, de la sentencia y de los encarcelamientos».
La idea de la justicia española que se desprende de este género de artículos y que poco a poco se va haciendo firme convicción en el ánimo de los independentistas es de película de terror: «Absolutamente enfermiza, completamente desbocada y terriblemente vengativa es la ideología que mueve el clan de los fiscales.» «La sala segunda [del Tribunal Supremo] es la continuación de una guerra política por otros medios.» «Envían la pelota al tejado de la judicatura y luego no hay quien la recupere (…) Bilis de poder.»
Seguidamente, evoca los condenados por los hechos del 23 de febrero de 1981 —«ahora sí un intento de golpe de estado»—, que recibieron un trato a su entender mucho más favorable: «Si eres militar golpista y dices que lo volverás a hacer, (…) a la calle.» Aquellos hechos de los años 80 y 90, son «elementos constituyentes, constitutivos y definitorios del modelo político-jurídico que padecemos (…) Y todos al suelo, por la vía judicial, dicta ahora el Supremo».