La revocación del tercer grado penitenciario a varios líderes del independentismo ha desatado las iras de los comentaristas afines. Venganza a la carta, titula José Antich, en El Nacional. El Tribunal Supremo, «lejos de reparar una sentencia con pocos argumentos jurídicos y marcadamente tendenciosa, ha decidido dar un paso de rosca e intervenir en el régimen de semilibertad del que gozaban los presos políticos».
De la justicia a la política: Este paso atrás en perjuicio de los presos «supone la constatación más flagrante de que el gobierno de Pedro Sánchez no está ni por la desescalada judicial, ni por el acuerdo político con Cataluña, ni por cumplir ninguno de los compromisos que ha ido asumiendo».
Sigue la obligada mención al deep state, que «pedía venganza más que justicia a través de los medios de comunicación españoles», y un reproche al independentismo, que «hace demasiado tiempo que cae en la misma trampa pensando que hay una vía para dialogar y eso no es así».
Advierte Antich que «la represión no se ha acabado» y que, por consiguiente, «habrá que cambiar el guión y hacerse rápidamente adultos antes de que la izquierda española aplaste la movilización popular más dinámica y masiva que se ha generado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial».