Todos con Pedro y Begoña

Crítica al 41º Congreso del PSOE: Entre la adulación y la corrupción.

Pedro Sánchez
Pedro Sánchez inaugura el 41 Congreso Federal del PSOE en Sevilla.

El 41º Congreso Federal del PSOE celebrado en Sevilla los días 29 y 30 de noviembre brindó a quienes conservan todavía la lucidez suficiente para examinar la turbia política española con cierta ecuanimidad, libres de la sumisión ciega a una bandería política u otra, la oportunidad de ver desfilar por la alfombra roja a la corte de aplaudidoras y aduladores de altos vuelos, acogidos por los delegados de las federaciones socialistas con ovaciones, piropos, besos y gritos entusiastas. Los más ingenuos nos preguntamos si acaso no sentirían cierta vergüenza en su fuero interno por las promesas incumplidas y la sombra cada día más alargada de la corrupción que rodea a su partido y al gobierno de Sánchez.

Mención aparte merece la entrada de la ‘esposísima’, recibida con auténtico fervor por la militancia, como si fuera la mismísima Cleopatra procesionando por las calles de Roma en la película de Mankiewicz, en  un reconfortante baño de adhesión para hacerle olvidar por unas horas el cáliz amargo de sus cuitas judiciales. Y, como colofón, la llegada triunfal del campeón mundial de los césares progresistas, recibido por los ‘pedristas’ (dícese de los expertos en lapidar bulos de la derecha y ultraderecha inmunes a las corruptelas) puestos en pie con una ovación de varios minutos. ¡Qué menos se merece quien desde el fortín de la Moncloa dirige el despliegue de las fuerzas aguerridas que combaten sin desmayo el fango y ponen coto a los bulos de la fachosfera! Lástima que al final del cónclave Montero y sus palmeros no lo sacaran a hombros por la puerta del Príncipe para premiar su inigualable faena.

Argumentario bajo la alfombra roja

Aunque a la ministra Alegría no se le escapó el argumentario en esta ocasión, podía colegirse que lo había, por la similitud de las palabras empleadas por todos los líderes ‘pedristas’ que se avenían a responder a los periodistas acreditados, casi siempre, eso sí, a la carrera para no darles pie a una segunda pregunta incómoda. El oscarizado (Óscar) López, actual ministro para la Transformación Digital y las Políticas Públicas (apunten: aquí hay mucha pasta a repartir procedente del fondo Nueva Generación de la UE) y jefe del gabinete del presidente Sánchez hasta septiembre de 2024, preguntado por lo ocurrido en la mañana del 14 de marzo, se limitó a tirar del argumentario monclovita: se hizo lo que se hizo para desmentir el bulo lanzado por el jefe del gabinete de la presidenta Ayuso y la información difundida estaba ya en cuatro medios de comunicación. Se negó a responder cuando los periodistas le replicaron que ninguno de los medios había publicado la carta de marras.

Sánchez Acera, jefa del gabinete de López y responsable de enviar a Lobato muy tempranito el 14 de marzo copia de la carta remitida por la fiscalía a Rodríguez Amador, pareja de la presidenta Ayuso, tenía bastante peor cara que su exjefe y rehuía los micrófonos de los periodistas acreditados en el Congreso. Dícese que cuando se sintió localizada exclamó “vámonos para allá, me cago en la hostia”. Pocas horas después de conocerse su implicación en la filtración a Lobato de la carta de la fiscalía, Sánchez Acera era cesada como consejera de la empresa pública Paradores Nacionales y no tardaremos mucho en verla declarar ante el magistrado del Tribunal Supremo que investiga el papel de García Ortiz, fiscal general de Sánchez, en la filtración del documento remitido por la fiscalía a Rodríguez Amador. Y tampoco me sorprendería que López, líder en ciernes del PSOE madrileño, no acabe también siendo llamado a declarar, por mucho que ahora diga que la filtración de la carta no salió de su gabinete.

Magisterio feminista

Personalmente, me resultó conmovedora la encendida defensa del feminismo protagonizada por el maduro Rodríguez Zapatero (Zapatero, de aquí en adelante), quien aprovechando que el Pisuerga pasa por León (perdonen el lapsus) y el infinito es el infinito hizo suyas las palabras que dijo haber escuchado a una maestra de la Segunda República en Huelva y para la que ni siquiera tuvo la deferencia de citarla por su nombre y apellidos: “Yo no tiro la toalla, porque la toalla es mía”, dijo el expresidente Zapatero haberle escuchado. Ya de su propia cosecha el correveidile del dictador venezolano apostilló “¿se ha entendido?” y tras la breve interrupción por los aplausos de tantos militantes progresistas levitando, el expresidente insistió “pues se ha entendido, ¿no?”.

Ya sabemos que donde no hay mata no hay patata y poco después Zapatero aclaró a su entregada y distinguida audiencia, con Montero, Narbona, Alegría y varias ministras y ministros más en primera fila, ataviadas para la ocasión con collarín rojo al cuello y vestimenta algo más informal de la habitual, el mensaje central de su intervención: “aquí no va a haber ni una queja, nada, aquí a firmar, a trabajar, a convencer y a ganar. Ése es nuestro destino”. Patético destino, por cierto. Como patético resultó también su homenaje a las víctimas de la Dana para las que pidió un minuto de silencio, transcurrido el cual Zapatero subrayó, dirigiéndose a la vicepresidenta Montero, que los socialistas “tenemos que volcarnos sobre todo en el afecto, en la cercanía”. Una auténtica metedura de pata a tenor de las escasas muestras de afecto y cercanía exhibidas por Don Pedro en su abortada visita a Paiporta.

Sectarismo político

El sectarismo político empezó a fraguarse en la sociedad española durante las presidencias de Zapatero y se ha convertido en cemento armado desde que Sánchez llegó a la Moncloa, especialmente a partir de noviembre de 2019 cuando decidió formar un gobierno de coalición minoritario con Podemos. La sociedad se divide en ciudadanos buenos y nobles, representados por los luminosos, honrados y transparentes partidos de izquierda y ultraizquierda, y en ciudadanos malos y viles, representados por los siniestros, corruptos y opacos partidos de derecha y ultraderecha. Y el objetivo del ‘sanchismo’ es aprovechar la división de la sociedad en dos bandos enfrentados para mantenerse en el gobierno, pese a no contar con mayoría, desvirtuando el funcionamiento de instituciones como la Fiscalía, la Abogacía del Estado y el Consejo de Estado, laminando la división de poderes y cerrando acuerdos indecentes con partidos como ERC, Junts y EH Bildu cuyo principal objetivo es erosionar el orden constitucional. 

En su empeño por aferrarse a la Moncloa, el PSOE de Sánchez ha incumplido las promesas electorales y utilizado los presupuestos del Estado con fines electoralistas; ha alardeado de que la fiscalía depende de quien nombra al fiscal general; ha cometido vilezas tales como indultar a golpistas condenados por el Tribunal Supremo y arropado sin rubor los expresidentes de la Junta de Andalucía condenados por la trama de los EREs; ha constitucionalizado en un plis plas la amnistía, una medida que había descartado por atentar contra la división de poderes y el estado de derecho; ha mirado a otro lado cuando algunos gobiernos autonómicos no respetan derechos fundamentales e incumplen sentencias judiciales; ha hecho concesiones políticas y negociado leyes con los herederos y apologistas de la banda terrorista ETA; etc., etc. Aunque se proclama campeón de la igualdad está dispuesto a otorgar privilegios fiscales a Cataluña a costa del resto de los españoles, y aunque utilizó en su día una sentencia judicial para justificar la moción de censura a Rajoy y llegar a la Moncloa, ahora califica de bulos todas las investigaciones judiciales que afectan al PSOE y al círculo familiar de Sánchez. ¿Alguien da más?

Pero ninguna de estas pequeñeces debe tomarse en consideración y empañar el 41º Congreso del PSOE porque aquí, vino a decirles Zapatero a las compañeras y compañeros con su deslavazada verborrea, se viene a firmar sin hacer preguntas. ¡Lagarto, lagarto!, no vaya a ser que a algún otro lobezno se le ocurra en un arranque de honradez pasarse por la notaría! Tal como van las cosas, el PSOE de Sánchez no tardará en sustituir el lema “Cien años de honradez”, puesto en circulación por González y Guerra, por las palabras amenazadoras y nada feminista con las que Zapatero cerró su alocución: “Por eso, en el PSOE, la lealtad por toda regla”. Ni sus compadres Maduro y Delcy podrían haberlo dicho mejor o más claro. Quizá, por ello, el expresidente González y el exvicepresidente Guerra declinaron asistir al Congreso y evitarse el bochorno de presenciar la degradación de su partido. Y eso que al cónclave fue en Sevilla, su ciudad y el lugar donde ambos fraguaron la renovación del socialismo español.

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