Hace años que sigo a Javier Milei por redes sociales. Desde el principio siempre vi en él a un tipo que me hipnotizaba por su verbo encendido, su moderna puesta en escena, su exquisita formación económica y su vehemencia directa a la mandíbula. Su quijotesco discurso libertario me parecía electrizante. Una gota en el océano de lo políticamente correcto que nos asfixia a todos.
Desde el principio tuvo claro qué hacer para evitar el desastre en el que vivían los argentinos siempre amenazados por los corralitos. El catedrático de macroeconomía siempre supo que para resolver los graves problemas económicos de su país no bastaba con administrar cuatro aspirinas. Había que aplicar quimioterapia y de la dura.
Con su “motosierra” quería reducir al máximo el peso del Estado, acabar por los privilegios de los políticos de turno, bajar impuestos, acabar con paguitas para parásitos que no trabajan nunca y mandar al carajo a los socialistas que durante décadas han esquilmado a una de las naciones con más materias primas del mundo.
Con su doctrina liberal bajo el brazo y con von Mises en la cabeza se pateó todo el país con el lema ¡Viva la libertad, carajo! Pronto se convirtió en una referencia para millones de personas, especialmente los más jóvenes. Los poderes fácticos argentinos trataron de masacrarlo por tierra, mar y aire. El final de la historia ustedes la conocen bien: el León Argentino arrasó y se convirtió, con justicia, en presidente de Argentina.
Un año después de lograr una histórica victoria electoral su popularidad sigue disparada en su patria. Sigue combatiendo el socialismo, los ticks bolivarianos peronistas, la miseria, el clientelismo y la corrupción, valga la redundancia. Hoy es la persona de habla hispana más influyente del mundo, con mucha diferencia.
Ha dado la batalla cultural contra el establishment progre. Diciendo verdades como puños, ha ganado el debate público a colectivistas, tibios acomplejados, encuestadores con carné de partido, periodistas ensobrados y zurdos de diferente pelaje. Con medidas, a priori impopulares, se ha ganado el respeto de la inmensa mayoría de argentinos que madrugan para ganarse el pan.
Además, la mejora de las grandes magnitudes económicas argentinas es indudable (superávit fiscal o inversión extranjera). También en el terreno de la microeconomía se va notando su mandato. En pocos meses, han bajado los alquileres un 30% y para los argentinos hoy es más fácil llenar la nevera al haber acabado con la hiper inflación que reventaba la economía de las familias.
Sigo esperando a un Milei español. Falta un político que crea en las bondades de la libertad, que huya del intervencionismo de izquierdas o de derechas y que apoye de verdad a nuestras empresas y autónomos. Debe creer en la meritocracia, con coraje, formado, ultra sincero, buen comunicador, leído y que entienda de números. Una persona centrada en los problemas reales de los españoles y que sin tibieza hago todo lo necesario para que nuestros jóvenes tengan ilusión, esperanza y porvenir.