Islam con piel de cordero

«El establishment tiene que exigir que los islamistas radicales acepten nuestra arquitectura legal y, si no lo hacen, que sufran las consecuencias»

Imagen de protestas en Salt por el desahucio del imam.
Imagen de las protestas en Salt por el desahucio del imán / X.

No le exijo a un extranjero recién llegado a España que renuncie a su identidad cultural. Como no puede ser de otra manera, tiene derecho a preservar su lengua, su religión o sus costumbres sociales, siempre y cuando no choquen abiertamente contra nuestro conjunto de normas, derechos y acervo común. No tengo ningún inconveniente con que a mi casa vengan invitados los domingos, pero jamás les aceptaré que me cambien la distribución de los muebles, digan cómo debo llenar la nevera o cómo tengo que educar a mis hijos. 

Los invitados tienen que ser gentiles y agradecidos con el anfitrión. Nunca deben abusar de su generosidad. Tienen que entender que si van a una casa ajena en la que hay un orden preestablecido lo deben respetar y que, si no es esa su voluntad, lo mejor que pueden hacer es largarse sin hacer mucho ruido. Eso mismo es lo que está ocurriendo en muchos barrios de España: molestias, exigencias contra el tradicional funcionamiento de la sociedad de acogida y faltas de respeto continuas. 

Es tramposo llegar a otro país y solicitar que se respeten tus tradiciones como paso previo a exigir que se impongan por encima de las del que te acoge. El mecanismo siempre es el mismo: llegan, se victimizan, piden, exigen y te absorben. No hay “anfitrión” que, por muy buena intención que tenga, acepte esa sustitución progresiva de su soberanía y tradiciones. Eso es una invasión lenta, tramposa y malintencionada contra tu comunidad que los poderes públicos deben evitar y combatir sin complejos. 

España no debe permitir que los musulmanes borren de un plumazo todos los derechos de un homosexual o de una mujer, siempre desacreditada y maldecida por ellos. España debe combatir con todo el peso de la ley prácticas medievales como la ablación del clítoris o los matrimonios forzosos. España no debe aceptar que en los colegios sólo se sirva la comida que les gusta a los islamistas. España no debe tolerar la proliferación masiva de mezquitas en las que difundan mensajes radicales y de odio contra la sociedad que les acoge. España debe combatir que haya barrios en los que la sharía esté por encima de nuestro ordenamiento jurídico. España debe preservar la libertad de expresión, incluso si esta se dirige contra los principios del islam. 

Las sociedades en Europa debemos seguir trabajando para defender nuestra civilización. Tolerantes sí, pero no tontos. Libertad, por supuesto, pero no libertinaje. Igualdad absoluta y sin matices. Esos deben ser los valores que deben presidir las decisiones públicas y no el mirar para otro lado para que no crezca la “extrema derecha” que sí se atreve a denunciar que tenemos a un elefante en el salón. El establishment tiene que exigir que los islamistas radicales acepten nuestra arquitectura legal y, si no lo hacen, que sufran las consecuencias. Si no tenemos claro esto, será imposible que nuestra sociedad pueda asimilar la inmigración masiva islámica que se está produciendo durante los últimos años. O respetas o te largas. No hay más. 

En estas palabras no hay ni una coma racista. Me da igual que vengan a nuestra comunidad amarillos, morenos, negros, blancos o naranjas. Sólo pido que se adapten y no nos tomen el pelo con una bonita piel victimista de cordero sobre sus hombros. A estas alturas de la vida ya no me trago discursos buenistas. Ya les he visto el plumero, aquí y en otros países europeos, y no me gusta nada ese sistema político-social islamista cuya intención es dominarnos y someternos gracias a nuestros propios impuestos. 

Antonio Gallego
Antonio Gallego
Antonio Gallego: Economista. Ha sido diputado en el Congreso y en el Parlament.

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