Javier Ramírez, vecino de Sarrià-Sant Gervasi, está preocupado por la creciente inseguridad en el distrito. Padre de cinco hijos (tres varones y dos mujeres) y de origen inmigrante, nos concede una entrevista tras haber saltado a la palestra pública en compañía de Gonzalo de Oro, portavoz de Vox en el consistorio barcelonés. Su afán por garantizar un futuro seguro para sus hijas conmovió a los presentes. Hoy, con ese mismo ímpetu, nos dedica unos minutos para hablar sobre los problemas que está generando el Centro Residencial de Primera Acogida Sant Gervasi.
—¿Qué ocurre en calle Císter?
Pues mire, frente al colegio Canigó construyeron un centro de acogida y esto ha generado una enorme inseguridad. Y que quede claro que este problema no tiene nada que ver con el racismo; yo mismo soy de origen inmigrante.
—¿De dónde?
Nací en México.
—Hablaba usted en rueda de prensa de robos, agresiones y consumo de estupefacientes…
Efectivamente. Yo mismo he presenciado robos con violencia en los supermercados cercanos y es muy desagradable, sobre todo porque uno no puede intervenir. Por no hablar de que el olor a porros se ha convertido en el ambientador de las calles del barrio o de que estos niños —que, al menos en apariencia, parecen bastante mayores— han llegado a fotografiar a mis propias hijas.
¿Para qué quieren esas fotos? ¿Qué no harán con las universitarias que, obviamente, se mueven solas y estudian justo al lado? Cada vez que pasa una mujer por delante, le gritan obscenidades o, en el peor de los casos, directamente la siguen.
—Incluso uno de estos jóvenes se coló en el colegio, ¿no es así?
Sí, parece ser que un animal consiguió acceder a los vestuarios.
—Maria Eugènia Gay, la teniente de alcalde, en cambio, afirmó que no hay problemas de seguridad…
Mire, yo ya se lo comenté en el Consejo de Sarrià: «Quite usted las banderas políticas», le dije. Usted, como mujer y responsable de asuntos sociales, no puede permitir que mil niñas que acuden al colegio cada mañana corran el riesgo de ser agredidas.
—Además, ganaron la votación en el pleno, ¿no es así?
Claro. Conseguimos que Junts, PP y Vox unieran fuerzas por un tema que nos incumbe a todos: la seguridad. Fíjese, partidos que ideológicamente están en las antípodas votaron a favor de cerrar este centro de acogida. Pues de nada sirvió. La señora Gay manifestó que no podía hacerlo, alegando que Asuntos Sociales se lo impedía. Paradójicamente —oh, qué casualidad—, siendo ella la responsable de esa misma área. ¡Es increíble!
—De nada sirvió…
Se dijo que iba a ser un espacio solo de acogida para chicas y la alegría nos duró dos días.
—¿Han hablado con la Guàrdia Urbana?
Las palabras textuales de un agente de la Guàrdia Urbana fueron “acudimos a la zona porque se ha vuelto problemática”.
—En otro orden de cosas, usted afirmó que estaban perseguidos por el simple hecho de ser católicos. ¿Podría desarrollar esta idea un poco más?
El colegio, efectivamente, está vinculado al Opus Dei. Y sí, no lo niego: soy un católico practicante, al igual que hay musulmanes que celebran el Ramadán. La libertad religiosa es un derecho muy valioso con el que contamos en España. Ahora bien, esto no puede servir como coartada para permitir acciones delictivas.
—Se manifiestan mañana, ¿por qué hay que acudir a la concentración?
Porque esto afecta a todo el barrio. Tenemos que plantarnos ante los robos a ancianos y establecimientos, ante la normalización de las drogas y las agresiones indiscriminadas a nuestros hijos. ¡Quiero que mi mujer y mis hijas puedan pasear libremente por los jardines de la Tamarita! No quiero seguir viendo cómo zonas urbanas se convierten en espacios prohibidos para los ciudadanos que cumplen con sus deberes.
