La Unión Europea ha lanzado una campaña instando a sus ciudadanos a prepararse para emergencias, recomendando almacenar agua, alimentos no perecederos, linternas y otros suministros básicos. Estas directrices, presentadas por parte de la UE como una respuesta a la inestabilidad global y al cambio climático, parecen responder más bien a una estrategia deliberada para sembrar miedo e instalar en el imaginario colectivo la idea de una amenaza inminente que facilite la aprobación de la opinión pública para un mayor gasto en defensa y otras medidas impopulares.
Un “timing” pertinente
Las “recomendaciones” llegan en un momento clave a la par que delicado, cuyo contexto nos ayuda a entender su pertinencia. Varios países europeos, como Alemania y Francia, así como la Comisión Europea, han anunciado incrementos significativos en sus presupuestos militares. Alemania planea aumentar su gasto en un 20% en los próximos cinco años, mientras que Francia ha aprobado un alza del 15%, justificando estas medidas por la necesidad de modernizar sus ejércitos ante nuevas amenazas. Sin embargo, opositores argumentan que estas cifras no responden solo a necesidades estratégicas, sino a una narrativa de temor promovida desde Bruselas. «La UE exagera las amenazas para asustar a la población y allanar el camino hacia un rearme masivo y recortes impopulares». Esta aseveración resume el sentir de la población más crítica.
El uso del miedo como herramienta política no es nuevo. Lo hemos vivido con el cambio climático, con la pandemia por COVID-19, y, ahora, parece alinearse con un contexto de creciente militarización en Europa como respuesta a la invasión rusa en Ucrania. Aunque las amenazas globales son reales, la forma en que la UE las comunica podría estar condicionando a la opinión pública para aceptar el rearme sin cuestionarlo. Este enfoque genera un debate sobre si la seguridad se está priorizando a costa de la transparencia y el bienestar ciudadano.