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José Bretón, ¿y qué?

«No hay dolor, a mi juicio, que sirva como coartada para vetar la actividad periodística y la creación literaria»

El odio
Portada del libro de Luisgé Martín / Apple books.

Noticia relacionada: Anagrama defiende la publicación del libro de conversaciones de Luisgé Martín con José Bretón tras la denuncia de su exmujer

Sí, José Bretón es el protagonista de El odio, la nueva obra de Luisgé Martín. Sí, Bretón cometió un siniestro crimen, asesinando a sus dos hijos. Sí, a Ruth Ortiz, madre de los dos pequeños y expareja de Bretón, nada le reparará el daño causado por el mar de vileza que desmoronó su vida.

Sin embargo, no hay dolor, a mi juicio, que sirva como coartada para vetar la actividad periodística y la creación literaria. En la sociedad contemporánea existe una voluntad tutelar que cree que la esencia del periodismo se reduce a abordar temáticas agradables. Las victorias de bádminton de Carolina Marín, por ejemplo. Y, para qué andarse con florituras: no tienen ni idea.

Con ocasión de la polémica entrevista al fugado Carlos Navarro, alias “El Yoyas”, Salvador Sostres escribió: “Si Bin Laden me hubiera citado escondido en una de sus cuevas afganas, habría ido a entrevistarle”. Fíjese usted en cuán pocas y concisas palabras puede sintetizarse el leitmotiv del periodismo. Hemos venido a radiografiar la realidad. Y esta, muchas veces, es cruda. ¿Y qué? ¿Por qué tenemos que someternos a la omisión tutelada de determinados temas? ¿Somos más libres sin tener ni puta idea de la realidad?

Pero bueno, vivimos en una época en la que El beso de René Magritte parece ser la capa más próxima al terreno fáctico. Con la verdad no hay que ponerse mansurrón. Si tienes oportunidad de quedar con un asesino, hazlo e interrógale por sus crímenes.

El problema no es la literatura asociada al mundo del crimen. El verdadero trasfondo de este asunto es cuando, como algunas prostitutas intelectuales, tienes enfrente a un carroñero, te da una palmada en la espalda y tú optas por lamerle el escroto. Ese es el tema.

El buen periodista contextualiza la realidad acercándose lo más posible al escenario. Con la prudencia, el tacto e incluso el miedo que la situación requiere, pero con la numantina y obstinada pulsión por desvelar la verdad. No hay mayor respeto por nuestros conciudadanos que perseguirla y no sucumbir ante la atracción servil hacia el delincuente.

Que yo sepa, ningún censor moral ha tenido acceso al libro. Que yo sepa, los tribunales dictaminarán si puede distribuirse. Que yo sepa, entrevistar a los protagonistas de cacerías y aproximarnos al porqué de sus actos nos hace mejores. Que yo sepa, no podemos juzgar algo que no hemos leído.

Por ende, demos un voto de confianza a Luisgé Martín. ¿Y si atinó y todo esto es una parafernalia? Confiemos en que no silencie, como piden sus censores, aquello que nos violenta. Entendamos que el único escollo moral a la publicación de este libro sería no preguntar a un criminal por sus crímenes. En cualquier caso, la justicia dirá. Aunque, de entrada, la patria del tarado, mal llamada ‘X’, parece haber dictado ya sentencia.

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