Como continuación y en relación al contenido del artículo Memoria histórica, sin desmemoria de Josep Ramón Bosch y la publicación del listado de los 307 alcaldes catalanes de derechas asesinados en 1936 a manos de las fuerzas «revolucionarias», damos difusión al siguiente documento.
La Guerra Civil Española no fue un enfrentamiento unilateral de “España contra Cataluña», como sostiene el relato separatista, sino una tragedia fratricida que enfrentó a catalanes entre sí, al igual que al resto del país. El siguiente documento, extraído no sin reticencias del Arxiu Nacional de Catalunya arroja luz sobre este drama: certificaciones de sentencias de muerte dictadas por el Tribunal d’Espionatge i Alta Traïció de la Generalitat entre 1938 y 1939. En sus páginas, nombres como Daniel Hernández Prieto, Josep Masip i Guiu o Francesc Rosa i Freixas aparecen junto a fechas precisas —del 31 de enero al 20 de septiembre de 1938— como condenados por espionaje y alta traición en un contexto de guerra y desconfianza. Este registro, gestionado por el Departament de Justícia, evidencia la represión ejercida por las autoridades republicanas en Cataluña, un capítulo que el relato nacionalista tiende a ocultar.
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La burguesía y las clases medias catalanas, temerosas del desorden revolucionario liderado por Lluís Companys y los anarquistas, recibieron con alivio la victoria franquista. El documento del ANC corrobora esta división interna: no todos los catalanes fueron víctimas del franquismo, ni todos los represores eran franquistas. Mientras el régimen de Franco ejecutó a 3.358 republicanos en Cataluña, las autoridades de la Generalitat y los “incontrolados” segaron 8.352 vidas entre julio de 1936 y mayo de 1937, según cifras históricas. Las listas de este expediente, con su cronología, desmontan esa idea artifical de «una Cataluña unida contra un enemigo externo» y muestran la complejidad de una purga interna alimentada por el nacionalismo radical y el anarquismo armado.
Estas sentencias, emitidas en los estertores de la República, son solo una muestra de un sistema judicial que operaba con frialdad administrativa. Acusados de ser espías de la “Cinquena Columna” o desertores “emboscats” fueron eliminados tras juicios sumarísimos. Otros casos, como los ejecutados en Montcada i Reixac o los incinerados en la fábrica Asland, reflejan la magnitud de la violencia republicana, silenciada por la historiografía oficial. El nacionalismo catalán exalta a Companys mientras ignora fosas como la de Montcada, con más de 700 cuerpos sin identificar, o los hornos donde se borraron rastros de “fascistas”. La memoria histórica impulsada por la Generalitat elude estos hechos, enfocándose en desenterrar vestigios franquistas.
El franquismo impuso cuarenta años de represión brutal, pero reducir la Guerra Civil a un choque entre héroes republicanos y villanos franquistas es falsear la realidad. Catalanes de ambos bandos se masacraron entre sí, y esta documentación lo atestigua: 53 condenas son solo una fracción de las víctimas de la Generalitat.