Sil2025
Sil2025

Memoria histórica, sin desmemoria

Desentrañando la Guerra Civil: Cataluña entre el franquismo, el nacionalismo y la represión republicana

Memoria histórica, sin desmemoria
"Escena de evacuados". / Biblioteca Nacional de España

“Són demolides, amb martell i escarpa, esglésies:
la part de fusta hi sucumbí, negra del foc.
Els forns de pa no tenen llenya ni farina:
amb sang i amb plors pastem la calç dels temples trits.
Àngels rebels, encesos d’ira i de rancúnia
i sangonents de crueltats, vetllen arreu.
Nadal! Nadal! Campanes llunyes assenyalen,
amb drings mel•liflus, la sofrent Redempció”.

No pretendo hablar de los crímenes franquistas, de la ignominia que significó el régimen liberticida y malvado que rigió el poder durante cuarenta años de oscuridad. Miles de asesinatos, cientos de miles de exiliados y una sociedad destruida. Mucho se ha hablado y escrito sobre los cuarenta años de régimen. Sólo pretendo poner en situación que la guerra civil no tuvo una sólo causa, como argumentan los separatistas, es decir el odio de “España” hacia Catalunya. Ciertamente el franquismo pretendió destruir todos los instrumentos y avances de la lengua catalana partiendo de un ideario centralista, prohibió el catalán como lengua oficial y pública y se fomentó el empleo exclusivo del castellano, estableciendo un sistema punitivo contra los que empleaban la lengua catalana en el trabajo, especialmente en la administración pública. Las autoridades franquistas emprendieron una intensa actividad para cambiar toda la nomenclatura en catalán de localidades, topónimos, vías públicas, carteles de publicidad, los nombres de establecimientos comerciales e instituciones, además de cambiar de nombre, en muchos casos para evitar cualquier connotación catalana. El catalán fue prohibido en el cine, teatro, radio, y en la prensa, con la desaparición de decenas de periódicos y revistas en catalán. Se llegó a retirar de las bibliotecas públicas los libros escritos en catalán.

Pero a pesar de todo, la Catalunya de la clase media y alta, fue sociológicamente franquista. Al menos sus dirigentes burgueses, sus industriales, sus propietarios, sus ricos. Mis abuelos no. Los dos lucharon en el bando republicano. Uno, «l´avi Alfons», voluntario en las milicias anarquistas, detenido y encarcelado al final de la guerra sufrió la represión de un régimen brutal. Mi otro abuelo, el doctor Bosch militante de la Lliga, se vio obligado a incorporarse a las filas de la CNT para evitar ser asesinado y paradójicamente al final de la contienda, depurado por rojo, sufriendo exilio interior al ser destinado para ejercer de médico en unas minas de carbón. Mi abuela, la «iaia Teresa», perdió a su primer esposo en el frente del Ebro, soldado republicano que desapareció en la retirada de 1938 y nunca más supo de él. Al poco falleció su hija mayor, y a los pocos años se casó con mi abuelo Alfons. Una tragedia familiar, que afectó a todos los españoles, durante una pavorosa guerra incivil. Olvidar los odios, recordar los hechos.

Poco franquismo en mi familia, mucho sufrimiento y pena. No voy a justificar el franquismo, causante de una feroz represión, pero tampoco quiero acomodarme con el discurso de lo políticamente correcto, e ignorar el apoyo que tuvo el régimen procedente de los próceres del catalanismo, la financiación por parte de la burguesía y los hombres de la Lliga ante un régimen criminal que dominó Catalunya durante el periodo oscuro de 1934 a 1939, que decenas de miles de catalanes se exiliaron a Burgos, Donosti o Pamplona y que otras decenas de miles de jóvenes combatieron como voluntarios en las filas de las
tropas llamadas “nacionales”.

El 6 de octubre de 1934 se produjo un golpe de estado en España, que protagonizaron los partidos de izquierda, encabezados por el PSOE, el sindicato anarquista CNT, y en Catalunya la sublevación ilegal estuvo encabezada por Lluís Companys y sustentado por ERC. El levantamiento en Asturias y la insurrección separatista de Barcelona fue una de las múltiples espoletas que activaron el levantamiento militar africanista. No hay justificación que valga para empuñar las armas como hicieron los franquistas, ni espacio suficiente para condenar sus crímenes. Mucho se ha escrito de este tema. Pero debemos enfrentarnos al relato buenista de que la izquierda tenía la legitimidad para cometer crímenes y la derecha no. Nadie la tenía.

«Los franquistas fusilaron a 3.358 republicanos en Cataluña. Los pistoleros “incontrolados” de Companys asesinaron a 8.352 catalanes, entre julio de 1936 y mayo de 1937

La sublevación izquierdista trajo el odio de la derecha, la inmovilidad derechista despertó el odio de la izquierda y del nacionalismo romántico, la trágica historia de España dinamitó la convivencia entre compatriotas, desencadenando una cruenta guerra civil. España vive una torticera recuperación de la memoria histórica, que pretende reescribir su pasado y basarse en la construcción de un relato histórico, sin ningún rigor y presentando a unos españoles como buenos casi prístinos y a otros malos españoles, personajes demoníacos. Como lo hizo el franquismo, pero al revés en esta ocasión. Y sigue siendo la guerra civil el pivote por donde oscila la adscripción ideológica de los españoles. Y no parece que podamos pasar página con facilidad. Tras la Guerra Civil, media España ocupó a la otra media, y media Cataluña ocupó a la otra media. Porque la Guerra Civil, como en el resto de España, supuso el ensañamiento de catalanes contra catalanes, no fue una lucha de España contra Cataluña, como pretenden relatar los separatistas. En Cataluña muchos sintieron con alivio la derrota republicana. La historiografía de los nacionalistas catalanes, olvida que la Cataluña de Companys y el anarquismo armado aterró a la gran burguesía y a las clases medias; y que quienes militarmente terminaron por aplastar la utopía revolucionaria fueron recibidos con entusiasmo por muchos catalanes, y como Francesc Cambó, financiando a Franco.

Los franquistas fusilaron a 3.358 republicanos en Cataluña (la mayor parte por delitos de sangre). Los pistoleros “incontrolados” de Companys asesinaron a 8.352 catalanes, entre julio de 1936 y mayo de 1937, y muchos de ellos fusilados con la firma o autorización del propio presidente de la Generalitat. Companys tiene calles dedicadas a toda Cataluña. La Generalitat financia la pseudomemoria histórica, que persigue implacablemente cualquier atisbo de franquismo que se relacione con la “españolidad”, mientras ignora deliberadamente los crímenes cometidos por los dirigentes de ERC, y se silencia el papel fundamental que desempeñó Companys y sus secuaces, en el inicio de la guerra civil y en el pogromo que se desencadenó sobre políticos y dirigentes desafectos al régimen republicano.

En Paracuellos del Jarama, lugar de ejecuciones masivas durante la guerra civil efectuadas por los comunistas del PCE, se calcula que fueron asesinadas unas 4.000 personas, según los documentos de la Causa General. Los presos fueron extraídos de las prisiones mediante listas elaboradas por la Dirección General de Seguridad y, en ocasiones, firmadas por Segundo Serrano Poncela, el delegado de Orden Público de la Consejería de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid que estaba encabezada por Santiago Carrillo Solares. Mucho se ha hablado y escrito sobre Paracuellos y las responsabilidades de los líderes republicanos. Paracuellos resta como auténtica memoria histórica de lo que representó el marxismo en España.

Sin embargo, de los asesinatos cometidos en Montcada i Reixac prácticamente nadie habla, y ni siquiera durante el franquismo se tuvo en consideración exhumar los cadáveres de cientos de catalanes asesinados en las tapias del cementerio. La mayoría eran miembros de la “Lliga regionalista”, sacerdotes catalanistas o militantes derechistas. Sólo en Montcada, se ejecutaron un mínimo de 1.155 catalanes. Probablemente fueron muchos más. El primer crematorio de cadáveres no lo inventaron los nazis, sino los separatistas catalanes en la fábrica de “cementos Asland”, donde cientos de “fascistas” fueron incinerados y sus restos desaparecieron para siempre. Los primeros asesinatos se produjeron el 25 de julio de 1936, cuando cuatro hermanos de las Escuelas Cristianas fueron inmolados, entre agosto de ese año hasta mayo de 1937 fueron cientos. Mientras se cometían estos crímenes execrables, nunca condenados por la Generalitat, el alcalde de Montcada y dirigente de “Esquerra Republicana de Catalunya”, Alfons Boix i Vallicrosa, no sólo no impidió el asesinato, sino que los alentó.

«307 alcaldes y exalcaldes de “derechas” catalanes fueron asesinados entre el 21 de julio de 1936 hasta noviembre del mismo año.«

Hoy en día, en Montcada, permanece intacta la fosa común más grande de la violencia republicana, con más de 700 cadáveres sin identificar, mientras el llamado “Memorial democràtic de la Generalitat” se dedica exclusivamente a la revancha ideológica, arrancando cruces y señales “franquistas” e invirtiendo millones de euros en buscar desesperadamente fosas de soldados republicanos. En Montcada no existe ninguna inscripción ni panel informativo que señale el lugar dónde están sepultados estos “fascistas” desconocidos. En Montcada, en las paredes de su cementerio, todavía está marcado a sangre y fuego el odio separatista. Montcada debe ser rescatada para la memoria histórica de lo que fue capaz de hacer el nacionalismo de ERC con sus aliados anarquistas y comunistas.

Ejemplos de una Catalunya que decidió suicidarse, en una guerra civil, que fue entre catalanes, como lo fue también entre españoles. Lo que, seguro que no fue, una guerra de españoles contra catalanes.

El mito de una sociedad catalana movilizada contra el franquismo es un relato excepcionalmente bien construido. Sólo unos pocos y valientes militantes comunistas fueron los auténticos opositores al régimen de Franco. El entusiasmo con la que era obsequiada la presencia del dictador en Cataluña, contrasta con el relato de luchas antifranquistas que pueblan las informaciones de los últimos años. El mito de una sociedad civil resistente al franquismo fue otro símbolo de la Catalunya procesista. En el libro “Tarradellas, el guardià de la memoria”, los periodistas Enric Canals y Josep Maria Ràfols indagan en el archivo del antiguo presidente de la Generalitat: “Las críticas que el presidente de la Generalitat en el exilio proponía a Ómnium son demoledoras.» Así, en carta a su amigo Ramon Sugranyes de Franch, fechada el 21 de abril de 1965, afirma: “Ser o decirse catalanistas en Barcelona, franquistas en Madrid, servir fielmente al régimen y, al pasar la frontera, presentarse como nacionalistas”.

Hace unos años, mientras preparaba mi tesis doctoral (siempre pendiente de terminar), acudí a La Biblioteca de l’Arxiu Nacional de Catalunya, sita en Sant Cugat del Vallès, para documentarme sobre los expedientes de las sentencias de muerte que dictó la Generalitat republicana en tiempos de guerra. No sin trabas burocráticas y políticas, pude por fin fotocopiar buena parte de los expedientes de la justicia que impartía la república de Companys, contra sus enemigos. Estos expedientes representan una mínima parte de las ejecuciones que se cometieron en la retaguardia.

307 alcaldes y exalcaldes de “derechas” catalanes fueron asesinados entre el 21 de julio de 1936 hasta noviembre del mismo año. Difícilmente fueron “incontrolados” sus asesinos, todo estaba perfectamente controlado por los jerarcas de ERC. Era un plan de venganza por los hechos acaecidos en octubre de 1934. Las listas con los nombres de los derechistas, circularon de mano en mano entre los comités locales. Siempre eran “forasters” los asesinos. Ninguno de ellos figura en los documentos que presentamos. Tampoco los cerca de 1.000 concejales derechistas, ni las decenas de jueces de paz, notarios, abogados, médicos o dirigentes monárquicos, carlistas, derechistas, regionalistas o republicanos de orden, que perecieron a miles en las cunetas catalanas.

En estos documentos figuran unos cientos de catalanes asesinados bajo el régimen de terror de Lluís Companys. Unos acusados de “espías” por pertenecer a la llamada “Cinquena Columna” y otros señalados como desertores (miles de catalanes huyeron del “Exèrcit Popular de la Republica” y se escondieron en los bosques catalanes, els “Emboscats”). Detenidos por los agentes de seguridad republicana o por el SIM. Fusilados por desafectos al régimen de la Generalitat republicana. No hubo piedad.

Próximamente publicaremos un listado de los alcaldes ejecutados en Cataluña así como una serie de sentencias de muerte ejecutadas por el Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya a lo largo de 1938.

NOTICIAS RELACIONADAS

Sil2025
Sil2025
Sil2025
- Publicidad -
DMA2025

Opinión