Junts parece estar recomponiendo un puzzle que recuerda los viejos tiempos de Convergència, ahora con el socialismo. La creciente influencia de figuras como Nogueras, Batet o Turull en las negociaciones parlamentarias de Madrid, sumada a la colocación de parlamentarios, empresarios y economistas afines en posiciones estratégicas de empresas e instituciones públicas estatales recuerda al manual de práctivas del pujolismo tardío, que asentó el poder de sus siglas a lo largo del tejido institucional estatal en una operación que culminó con el reconocido Pacto del Majestic.
El caso más reciente, el nombramiento de Eduard Gràcia en el consejo de administración de Renfe -de acuerdo con informaciones publicadas por el Grupo Godó-, se suma a Ramon Tremosa en Aena o Elena Massot en Enagás.
Tremosa, economista y exmilitante de Convergència i Unió, aporta a Junts un perfil técnico y político clave. Su experiencia como eurodiputado y conseller, junto a su defensa de infraestructuras catalanas, encaja con la tradición convergent de influencia económica y pragmatismo. Su rol en Aena refuerza la estrategia de Junts de posicionarse en sectores estratégicos. Su figura es a menudo interpretada como un puente entre el pasado de Convergència y el presente independentista.
Por su parte, Massot es una reconocida empresario del mundo catalán, presidenta de Femcat -patronal que repsenta al 10% del PIB catalán- con fuertes vínculos al espacio convergente e hija de Felip Massot, creador de Vertix, empresa de referencia en el sector inmobiliario.
Este despliegue, lejos de ser casual, sugiere un interés por consolidar una red de influencia que trascienda lo político y se ancre en lo económico, con figuras como Antoni Castellà emergiendo como protagonistas visibles. «Junts ha resucitado el sector negocios de la extinta Convergència». Con esta contundencia resume Manel Pérez la operación hoy en La Vanguardia.
Vuelven los históricos
El de Castellà es uno de los casos más paradigmáticos; vicepresidente de Junts y con una dilatada trayectoria dentro de distintas mutaciones del mundo democratacristiano, su figura no pasa desapercibida en este resurgir. Sus pasos por Madrid, donde «se habría reunido con expresidentes de gobierno y consejeros de grandes empresas», reflejan en caso de confirmarse una clara voluntad de tejer puentes con el poder económico español.
Sense pressupost, sense inversions i amb més impostos. Qui en pateix les conseqüències? Els catalans.
— Antoni Castellà #Lleials1O (@CastellaToni) March 12, 2025
Autònoms i classe mitjana ofegats. Serveis públics sense retorn. Catalunya condicionada per les esquerres més conservadores d’Europa.
Això no és prosperitat compartida, és… pic.twitter.com/mMGxQWdPmV
A su lado, como una sombra discreta pero influyente, aparece de nuevoDavid Madí, mano derecha de Artur Mas y Jordi Pujol en su día. Madí, que cuenta con experiencia en Endesa y otros proyectos empresariales profundamente ligados con el entramado institucional español, ha estado presente a lo largo de los últimos años en inciativas dentro del nacionalismo moderado. Según apuntan diversas fuentes, podría estar «explorando nuevas oportunidades», y algunos rumores lo sitúan incluso cerca de un posible ingreso en Telefónica, aunque nada se confirma. Este tándem parece encarnar una apuesta por blindar posiciones y asegurar recursos, como si Junts se preparara para un largo recorrido por terrenos inciertos.
La estrategia no se detiene en los despachos de la capital. Hay ecos, sutiles pero perceptibles, de los pactos de 1996 entre Pujol y Aznar, cuando Convergència negociaba con el PP apoyos a cambio de influencia. Hoy, sin embargo, el interlocutor es el socialismo de Pedro Sánchez, y la alianza, aunque pragmática, parece destinada a garantizar estabilidad financiera y cargos que sostengan a Junts en tiempos de tormenta. Una suerte de entendimiento en que los independentistas aseguran estabilidad al socialismo a cambio de una contraprestación que asegure la continuidad de sus cuadros.
¿Estamos ante un nuevo sector pragmático de Junts? La pregunta flota en el aire, pero las señales son claras: la formación de Puigdemont no se conforma con el ruido político. Su apuesta pasa por un regreso a las dinámicas de influencia económica que marcaron la Convergència de antaño, adaptadas a un contexto donde el socialismo sustituye al PP como socio táctico.