España y Europa, como pollos sin cabeza

Sólo Giorgia Meloni parece tener claro qué modelo de sociedad quiere y cómo cambiar las cosas de la errática burocracia europea desde dentro y sin vivir pegada a una pancarta incendiaria

Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen.
Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen.

Parece que Trump, Vance, Musk y sus aliados en todo el mundo tienen clara una cosa: se acabaron las relaciones internacionales basadas en defender la libertad, en la fuerza de la democracia en las instituciones comunes y en el respeto a reglas compartidas. Es bastante evidente que están dando pasos agigantados para tratar de derribar la OTAN, el libre comercio con Europa y en aceptar que la fuerza está por encima de la norma.  

Lógicamente, están en su derecho tras haber arrasado en las últimas elecciones. Dicho esto, al afectarnos al resto del mundo, nosotros también tenemos derecho a señalar que el camino emprendido por la administración Trump genera incertidumbres, amenazas y desafíos. Desde Europa también estamos legitimados a defender nuestros intereses y objetivos de futuro. 

El problema que se presenta es que no parece que Europa tenga muy claro hacia donde se dirige. No sabe qué es, quién la representa realmente y cómo posicionarse ante tales cambios geoestratégicos. La falta de liderazgo en Europa es sonrojante. Sólo Giorgia Meloni parece tener claro qué modelo de sociedad quiere y cómo cambiar las cosas de la errática burocracia europea desde dentro y sin vivir pegada a una pancarta incendiaria. Es la única líder con peso político y moral que hay en el continente europeo con capacidad de interlocución con los que han sido nuestros socios transatlánticos estratégicos, económicos y de defensa desde hace más de 80 años. No perdamos de vista que ellas es la tecla que impida que Trump cometa el error de alejarse del “lado correcto de la historia”. 

Sólo Giorgia Meloni parece tener claro qué modelo de sociedad quiere y cómo cambiar las cosas de la errática burocracia europea desde dentro

Europa debe buscar su propio camino. Detectar con pragmatismo sus propias debilidades y tratar de minimizarlas para afrontar su futuro con mínimas garantías de supervivencia. Insisto en lo del pragmatismo. De nada sirve que cuatro mandamases de la Comisión Europea nos sigan endeudando para desarrollar el Pacto Verde más utópico del mundo, que nos sigan segando la hierba bajo los pies con elefantiásica burocracia, que siga permitiendo la invasión silenciosa del islamismo en nuestras ciudades y que siga esperando que siempre sean otros los que nos defiendan y tomen decisiones para resolver nuestros problemas.

A nivel nacional nos ocurre exactamente lo mismo. Desde hace años, España no pinta nada en la escena internacional. Sufrimos un Gobierno Frankenstein que no se presenta ante el mundo como un socio fiable. Flirteamos con los comunistas chinos amigos de Putin, le compramos ingentes cantidades de gas al invasor de Ucrania, le reímos todas las gracias al sátrapa venezolano y la presencia de comunistas en el ejecutivo despierta recelos en nuestros tradicionales aliados internacionales. No pintamos nada. Nadie nos llama para nada serio desde que Sánchez preside España. 

Además, exactamente igual que ocurre con la Unión Europea, España se ha convertido en el paraíso del wokismo barato con un Gobierno que agita todas las banderas del feminismo, multiculturalismo y ecologismo extremista para seguir dividiendo la sociedad entre buenos y malos ciudadanos. Uno echa de menos un Gobierno honrado, transparente y valiente para afrontar los principales retos de futuro de nuestra nación. El día a día de la política española no resuelve desde el realismo la falta de vivienda, cómo afrontar el reto de la implementación de la inteligencia artificial, el reto de frenar la invasión migratoria, la estabilidad del sistema de pensiones, la debacle demográfica, saber quién nos defendería de un ataque de Marruecos, nuestra soberanía energética, la desintegración de España o cómo revitalizar el músculo financiero de nuestra esquilmada clase media. 

España se ha convertido en el paraíso del wokismo barato con un Gobierno que agita todas las banderas del feminismo, multiculturalismo y ecologismo extremista para seguir dividiendo la sociedad

Criticar la perniciosa política arancelaria y geoestratégica de Trump no debe servir para desviar la atención de lo realmente importante para los españoles y los europeos. Sería un gran error que los dirigentes españoles y los europeos sólo usaran las políticas del presidente estadounidense y del ex agente de la KGB como cortina de humo. Es una exigencia ética exigirle a nuestra amodorrada élite política que coja el toro por los cuernos ante los problemas reales del viejo continente, fatalmente gobernado durante años por burócratas europeos dotados de sueldos estratosféricos. De nada sirve llorar como plañideras por lo que hacen los demás.  Eso sólo lleva a España y Europa por el camino de la insignificancia y la decadencia. 

Toca tomar decisiones con astucia y altura de miras pensando en nuestros intereses. Ni lamerle las botas a Trump porque es muy “patriota” ni criticar todo lo que hace para ocultar nuestra propia incompetencia y falta de rumbo. En el punto medio suele estar la solución. 

Antonio Gallego
Antonio Gallego
Antonio Gallego: Economista. Ha sido diputado en el Congreso y en el Parlament.

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