El título de este artículo quizá les parezca a algunos lectores algo exagerado. A primera vista, parece poco plausible situar al todopoderoso Trump en el mismo sistema planetario donde orbita un agonizante Sánchez, habida cuenta que el primero lidera con indisimulada prepotencia la internacional patriótica mientras que el segundo, pese a su irrelevancia, se considera a sí mismo el último bastión frente a la internacional ultraderechista y la ‘tecnocasta’. Sin embargo, las dos figuras muestran inquietantes coincidencias en algunas de sus actitudes políticas, propias de gobernantes autócratas, entre las que destacan sobremanera su desapego a la verdad y su falta de escrúpulos morales, y su desprecio a las investigaciones judiciales y a la separación de poderes. Por decirlo con brevedad: los dos rechazan los controles democráticos que limitan sus impulsos autocráticos (incluso dentro de su propio partido) e intentan controlar las instituciones para evitar ser controlados por ellas.
Desapego a la verdad y falta de escrúpulos morales
El desapego de Trump por la verdad y su falta de escrúpulos morales al difundir sus patrañas son bien conocidos y están bien documentados. El Washington Post estima que durante sus cuatro años como presidente incurrió en 30.573 mentiras e infundios con el propósito de retorcer la realidad y difundir informaciones que consideraba podían favorecer sus intereses o dañar los de sus adversarios políticos. A veces se ha pretendido achacar su comportamiento a mera ignorancia, pero el asunto tiene más miga de lo que podría pensarse porque, como el propio Trump reconoció en un libro publicado en 2008 (Trump Never Give Up, p 167), “el conocimiento es poder, así que guárdatelo tanto como te sea posible para ti”. Aunque el apego a la verdad y los escrúpulos morales son virtudes que escaseaban también entre sus predecesores en la Casa Blanca, sí puede decirse que Trump los ha superado a todos ellos con creces
Aunque un discípulo aventajado de Trump, Sánchez está lejos de haber alcanzado su maestría en el difícil arte del engaño y se siente obligado todavía a encubrirlos haciéndolos pasar por meros cambios de opinión. He aquí algunos de los casos más escandalosos que ha protagonizado: 1) Sánchez pasó de considerar reos de un delito de rebelión a los responsables de la declaración de independencia en Cataluña y comprometerse a traer al expresidente Puigdemont a España para juzgarlo a conceder indultos a los golpistas no fugados; 2) Sánchez concurrió a las elecciones de noviembre de 2019 prometiendo a los ciudadanos que no pactaría con Podemos porque le resultaría imposible formar un gobierno cohesionado y dormir tranquilo, pero tras conocer los resultados electorales alcanzó un acuerdo con Iglesias, líder de Podemos, para formar un gobierno de coalición en menos de 48 horas; y 3) Sánchez se comprometió antes de las elecciones generales celebradas el 23 de julio de 2023 a no amnistiar a los golpistas de CDC y ERC, pero tras conocer los resultados envió a sus emisarios a Bruselas para pactar con un prófugo de la justicia una ley de amnistía que Sánchez y su anterior equipo de gobierno habían mantenido era flagrantemente inconstitucional..
Desprecio a las actuaciones judiciales y a la separación de poderes
Sobre Trump pesaban, además, dos delitos muy graves que deberían haberle impedido concurrir a las últimas elecciones presidenciales. El primero, haber sido encontrado culpable de 34 delitos por un jurado del estado de Nueva York y haber escapado a la condena gracias a la inmunidad presidencial. Y el segundo delito, políticamente incluso más grave, haber intentado revertir los resultados de las elecciones presidenciales celebradas en noviembre de 2020 al animar a sus seguidores a tomar de forma violenta el Capitolio el 6 de enero de 2021 para impedir el recuento de los votos electorales y la proclamación de Biden como presidente. Trump no ha ahorrado descalificaciones groseras e insultos a los fiscales y jueces que investigaron sus actos presuntamente delictivos y al abogado especial nombrado por el Departamento de Justicia para aclarar su participación en la toma del Capitolio. Conviene recordar que sólo una sentencia de la de 4 de marzo de 2024 de la Corte Suprema posibilitó a Trump, quien había nombrado a tres de sus doce miembros durante su anterior mandato, concurrir a las elecciones presidenciales de 2024, y que nada más instalarse en la Casa Blanca se apresuró a indultar a sus vandálicos seguidores y a despedir al equipo del Departamento de Justicia que había investigado el intento frustrado de golpe de Estado.
El gobierno de España ha intentado también desacreditar, impedir o revertir las actuaciones judiciales desfavorables para sus intereses, indultando a golpistas confesos condenados por el Tribunal Supremo, y hasta presentando proposiciones de ley manifiestamente inconstitucionales, según ellos mismos habían manifestado, para amnistiarlos. Un día sí y otro también escuchamos a los ministros poner en duda las actuaciones judiciales en aquellos casos de corrupción y tráfico de influencias que afectan al círculo familiar del presidente Sánchez haciendo uso sectario de la fiscalía general y la abogacía del Estado para descarrilar los procesos judiciales en curso, aunque con la boca pequeña aseguran tener el máximo respeto por sus actuaciones. Movilizar todos los resortes del poder ejecutivo y legislativo para proporcionar impunidad a los familiares del presidente, a algunos exministros, al fiscal general del Estado y a los líderes de algunos grupos parlamentarios ha devenido la principal preocupación ocupaciones del presidente Sánchez.
Este panorama un tanto desolador lo completan el uso y abuso de las Órdenes Ejecutivas presidenciales en el caso de Estados Unidos y los Reales Decreto-Ley en España. El propósito de este tipo de normas exprés es sortear la división de poderes y convertir los deseos gubernamentales en normas casi instantáneas, saltándose los procedimientos habituales de información, deliberación y enmienda en las cámaras legislativas previstos constitucionalmente. Sólo entre el 21 de enero el 12 de febrero, Trump había firmado 63 órdenes ejecutivas, más de tres veces las firmadas por el presidente Obama en los primeros 100 días de su mandato. En el caso de Sánchez, de las 267 iniciativas legislativas presentadas entre junio de 2018 y diciembre de 2023, el 54 % se han tramitado por la vía de urgencia sin que las circunstancias lo exigieran. Y en muchos casos se han presentado en paquetes heterogéneos (decretos ómnibus) para impedir a los diputados votarlas de forma individualizada. ¡Viva la democracia parlamentaria!
Un camino peligroso
Hasta hace no demasiado tiempo, se veía con malos ojos que los representantes políticos en los países occidentales engañaran abiertamente a los ciudadanos y hasta podemos recordar casos de políticos que dimitieron al ser pillados en un renuncio o haber utilizado procedimientos ilegales para obtener ventajas sobre sus adversarios políticos. El presidente Nixon tuvo que presentar su dimisión en Estados Unidos en agosto de 1974 para evitar ser destituido por el Congreso tras destaparse el escándalo Watergate y algún que otro vicepresidente (Guerra y Serra) y unos cuantos ministros (Asunción, Corcuera, Garcia Vargas, Pimentel y Mato) se vieron obligados en España a dejar sus cargos por deslices relativamente menores en comparación con los casos judiciales que afectan a los gobiernos de Sánchez.
El principal riesgo que plantea par el futuro de la democracia el hecho de que Trump y Sánchez hayan salido indemnes hasta ahora de sus engaños y sucias maniobras para sortear las investigaciones judiciales reside en que esos comportamientos resultan altamente adictivos y contagiosos, y, por tanto, muy difíciles de erradicar una vez instalados en el sistema político. Porque quien engaña una vez y logra salir indemne, volverá a hacerlo de nuevo para seguir extrayendo ventajas y todos los demás políticos sentirán la tentación de seguir sus pasos. Cuando alguien llega a la presidencia del gobierno mintiendo sin ningún escrúpulo moral y no tiene ningún reparo en desacreditar el sistema judicial, seguirá haciéndolo de forma rutinaria para mantenerse en el poder. Trump y Sánchez, pese a sus diferencias ideológicas, han demostrado ser primos hermanos.