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Resplandor ciudadano en Casa Orsola

Centenares de manifestantes celebran la suspensión del desahucio de Josep Torrent en Casa Orsola, mientras las críticas a la gestión del Partido Socialista y el propietario del inmueble, Albert Ollé, resuenan en el ambiente

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Casa Orsola, número 122 de Consell de Cent / Marc Luque.

Ayer, en Casa Orsola, entre la calle Calàbria y Consell de Cent, lejos de rasgarse las vestiduras, los allí concentrados no cabían en sus costuras de gozo. Centenares de jóvenes y no tan jóvenes se aglutinaban frente al piso de Josep Torrent, cuyo desahucio había sido pospuesto. La fotografía era, francamente, espectacular. En algunos instantes, y permítanme esta confesión, me sentía un figurante de Bertolucci, llegando incluso a comentar con una amiga que parecía que Barcelona tuviera solución. Majaderías. Cosas de andar a posteriori por la Gran Vía, ya caída la noche, y sin peatones que deambulen, helado en mano, o conduciendo un patinete eléctrico. Soñadores contemporáneos, vaya.

La celebración empezó con una DJ estrambótica vareando, cual olivo, a un personal que, si bien mostraba júbilo, estaba de lunes y tampoco disponía de mucha energía para bailar. Acto seguido, tuvieron lugar los discursos desde el balcón más céntrico del número 122 de Consell de Cent. Carme Arcarazo, una de las portavoces del Sindicat de Llogateres, arrancó su intervención con empaque: «Hemos sido tanta gente los que confirmamos que veníamos, que se han cagado», expresó, denunciando la inmundicia moral del Partido Socialista. La portavoz también cargó con dureza contra el propietario de la Casa Orsola, Albert Ollé, «Ha publicado una carta de la mano de la patronal y le hemos devuelto su pesadilla». Com que el malson fugí / per un instant, gosaves / dicho con Salvador Espriu.

No hay transformación política prescindiendo de las instituciones, como tampoco puede ser efectiva aquella que, emanando de ellas, no recibe ningún tipo de apoyo popular

Marc Luque

Debo reconocerles que este servidor, más que gozar, se jactaba de la estupidez de Ollé. ¿No hubiera sido más fácil insistir en, siendo honesto, que la compra del edificio estaba amparada por la legalidad vigente? Y que, por ende, con los pisos que había adquirido, haría lo que le diera la real gana. ¡Vaya por Dios! Como es la aristocracia contemporánea… Te usurpo tu vivienda de toda la vida, repruebo tu resistencia y, para colmo, insisto en que la motivación de mi compra reside en la protección del patrimonio colectivo. ¿Qué hay de colectivo en tu compra, si no son vecinos como el señor Torrent que, con su lucha, no huye cames ajudeu-me? No queda otra que reírse.

Arcarazo también manifestó que «no hay ningún tipo de negociación» en curso (como sí había confirmado Collboni), esto «es un fraude de la patronal», matizó. Los manifestantes, tras esta afirmación, berreaban contra el alcalde de la Ciudad Condal; incluso una mujer, ubicada a escasos cincuenta centímetros de mi posición, espetó: «Es normal, son socialistas». Quería decir, o eso entendí, que en el PSC siempre son muy proclives a someterse al poder económico. Un enfado que, por cierto, también salpicó a los Comunes, por no adquirir con el gobierno de Colau el edificio. Y no me extraña que en el imaginario colectivo calen estas ideas; el propio Collboni anunció, hace pocos días, la retirada del 30% de las Viviendas de Protección Oficial de la capital catalana. ¿Qué va a pensar el ciudadano que tiene que hacer filigranas para pagar el alquiler?

Se está extirpando el temblor del corazón de los vecinos y dejando paso al resplandor ciudadano, que, consciente de sus deberes, no renuncia a sus derechos

Marc Luque

Pese a su estilo duro y en ocasiones hasta marrullero, Arcarazo accedió públicamente a emprender una negociación colectiva sin exclusiones, es decir, con el sindicato. Y es que la realidad política siempre se impone; no hay transformación política prescindiendo de las instituciones, como tampoco puede ser efectiva aquella que, emanando de ellas, no recibe ningún tipo de apoyo popular.

Precediendo a la portavoz, actuó el dúo Ginestà, deleitando a un público un poco disperso y demasiado ruidoso ante la extraordinaria voz de Júlia Serrasolas. Su interpretación de la canción «Un piset amb tú» erizaría la piel hasta a Daniel Esteve. La celebración siguió con más música (aunque de peor calidad) y bastantes discursos (testimonios estremecedores, asociaciones de bomberos y más portavoces del sindicato); sin embargo, por encima de todos ellos, destacó la portavoz del Grup de Suport de Llavors Absolució, 21 militantes a quienes exigen 35 años de prisión y 200.000 euros de multa por intentar poner freno al desahucio del Bloc Llavors.

Agota y asusta el afán masturbatorio de la clase política con los fondos de inversión; sin embargo, parece que poco a poco se está extirpando el temblor del corazón de los vecinos y dejando paso al resplandor ciudadano, que, consciente de sus deberes, no renuncia a sus derechos.

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