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Acabemos con la tiranía woke

El resultado de toda esta ingeniería social es una civilización con miedo a opinar, más puritana, más idiota, más cobarde y menos libre

Marx queer
Portada de un libro del editorial Bellaterra /X.

No hay nada más peligroso y deleznable que lo políticamente correcto y la cultura woke impuesta por la izquierda política y aceptada por parte de la derecha más apática. Unos por acción y otros por omisión han permitido que se instale en las sociedades avanzadas un virus totalitario que atenta contra la propia libertad de pensamiento y expresión, pilares de cualquier democracia sana. 

Los arquitectos de este pensamiento opresivo, como ya hizo el comunismo hace muchas décadas, han utilizado nobles causas como la justicia social o el respeto a las minorías para acabar imponiendo en todos los ámbitos qué se puede pensar y qué no. Pobre de aquel que se ha atrevido a opinar en contra de los postulados de cultura woke en público: han sido señalados, amenazados, cancelados y destruidos socialmente para escarmiento de los demás

Los progres se han esmerado en manipular el lenguaje hasta la saciedad. No han escatimado recursos en aleccionarnos y dominar el relato que satisfacía sus intereses. Han prostituido el revisionismo histórico para adaptar el pasado a la actualidad y al revés. Han promocionado que hoy vivamos en la sociedad más hipersensible de la historia, hasta el punto que asfixia la propia realidad. El resultado de toda esta ingeniería social es una civilización con miedo a opinar, más puritana, más idiota, más cobarde y menos libre. 

Como la Inquisición, los progres han cancelado libros, películas, obras de arte y creativos que no encajan con su forma de ver el mundo.  Han tildado de fascistas a todos aquellos que quieren abrir debates sobre el control de los flujos migratorios o el aborto libre. Invisibilizan en medios de comunicación generosamente untados a todos aquellos que opinan contra el feminismo extremo que dice vivir en un infernal “patriarcado” o contra el discurso pro LGTB presente hasta en la sopa. Han llegado a impulsar campañas contra la “gordofobia”, contra los ricos, contra los empresarios, contra los blancos, etc. Cualquier causa les ha valido para exprimir hasta la médula la dinámica opresor/oprimido que mantiene la tensión social y les ayuda a fidelizar sus respectivas parroquias electorales. 

Han creado un sinfín de neo ideologías que dicen defender a minorías para convertirse en una gran mayoría. Resultado: los progres no gobiernan para el interés general o grandes mayorías sociales, sino para multitud de micro segmentos de la población muy empoderados y especialmente resentidos que repiten los mantras que les explican sus progres de referencia para conseguir oprimir a sus “opresores” con la ayuda del Estado socialista de turno. 

El wokismo lo quiere regular todo. El Gran Hermano de Orwell hecho realidad. Es un absolutismo feroz que no sólo se conforma con dirigir las esferas políticas, sino que también se atreve a ordenarnos qué hacer y pensar en escuelas, iglesias, empresas, deportes, universidades y en nuestra vida cotidiana. Financian “apps” para decirnos quién debe fregar los platos en casa, nos dicen cómo debe ser una relación sexual, cómo tenemos que hablarles a nuestros propios hijos, entre otros casos de manipulación inquisitorial y totalitaria. 

Ha sido tan bestia la proliferación de micro relatos para colectivos ofendiditos que estos ya empiezan a “matarse” entre ellos mismos. Algunos ejemplos recientes: 

  • Progres que no se atreven a denunciar una brutal agresión física contra un homosexual porque el agresor es un inmigrante ilegal de Senegal. 
  • Feministas luchando a muerte contra leyes que otorgan sinfín de derechos a los trans. 
  • Mujeres inteligentes, preparadas y capaces que están en contra de que se promocione a otras mujeres por el simple hecho de serlo, vía “cuota femenina”.  
  • Súper mega zurdos que no defienden los derechos de las mujeres cuando son musulmanas y tienen que seguir portando burka, niqab o lo que le dé la gana al maromo de turno. 
  • Izquierdistas como Errejón o el expresidente argentino que ahora sí defienden calurosamente la presunción de inocencia cuando son ellos los acusados de ejercer violencia machista. 

En definitiva, es tan estúpido, totalitario y antiliberal el movimiento woke que no combatirlo es una vileza. Aceptar todo el catecismo progre para no ser linchado públicamente es pura cobardía que la derecha política no debería tolerar. No podemos consentir el “estás conmigo o estás contra mí” que impone esta dictadura tan bien maquillada y subvencionada. No podemos dejar pasar este puritanismo censor que mata la diversidad de miradas y que ejerce, de facto, como el primer elemento desinformador de una sociedad de pensamiento único y tiránico.

Antonio Gallego
Antonio Gallego
Antonio Gallego: Economista. Ha sido diputado en el Congreso y en el Parlament.

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