Soy partidario de la eutanasia, incluso del suicidio asistido. Cada persona esta en su derecho de vivir la vida, o dejar de hacerlo, según su criterio. Lógicamente respetando los derechos de los demás. No tengo por tanto ningún prejuicio hacia ninguna inclinación sexual o percepción personal sobre sentirse hombre , mujer o según el día. Tampoco sobre si se es adicto a las operaciones estéticas, antivacunas o consumidor compulsivo de todo tipo de drogas. Eso sí cada individuo debe apechugar con las consecuencias de sus actos.
Respeto que una persona se sienta lo que le parezca. Pero el hecho de que un hombre se autoperciba mujer, o viceversa, no cambia la biología. Ello sólo es posible después de tratamientos y cirugías. Y no tengo nada que oponer a que una persona se someta a los tratamientos y cirugías para cambiar de sexo, o de reafirmación de género como les llaman las clínicas dedicadas a estos menesteres, siempre que no se trate de menores. Es un acto reprobable fomentar la disforia de género en los colegios en edades en que la confusión en materia de identidad es muy común.
Se trata de temas de plena actualidad en EE.UU y también en España. Durante la campaña americana la oposición de los republicanos a la transición de menores, que los hombres biológicos participen en deportes femeninos fue, según los analistas, una de las causas de la victoria de Donald Trump. Estos días se debate en el Tribunal Supremo de EE.UU una ley de Tennessee que prohíbe los tratamientos de transición de género a menores. Este semana un senador republicano, Roger Marshall ha presentado un proyecto de ley que prohibiría a los médicos realizar tratamientos transgénero a los niños. La Ley de Protección Integral de Menores quiere impedir que los médicos administren bloqueadores de la pubertad y hormonas cruzadas, que pueden causar esterilidad, reducir la densidad ósea y dañar la salud cardíaca. La ley también prohibiría, de ser aprobada, las cirugías transgénero para niños, incluidas las genitales y la extirpación de los senos de las niñas. Según el senador «ya terminaron los días en que los médicos y activistas se enriquecían mutilando, esterilizando y castrando niños». No olvidemos que clínicas especializadas y farmacéuticas obtienen grandes beneficios con los tratamientos, en muchos casos de por vida. La ley prevé indemnizaciones millonarias para los adultos que denuncien los tratamientos sufridos siendo menores como ya esta ocurriendo. En España el debate ha saltado a los medios tras la decisión del Congreso socialista de quitar la Q+ de las siglas LGTBI, lo que ha generado divisiones internas y una fuerte controversia con Sumar y Podemos.
Iniciar la transición de género es una decisión que condiciona una vida, y que sólo debería poder tomarla el o la afectada con asesoramiento y con conciencia plena, y desde luego, siendo mayor de edad. Tampoco comparto que hombres biológicos participen en deportes femeninos. Su ventaja es evidente e injusta. La testosterona externa es una sustancia considerada doping. Lo de sentirse hombre por la mañana y mujer por la tarde es algo intimo que respeto, pero pretender que tenga consecuencias legales me parece absurdo, por ejemplo en casos de agresiones sexuales, y puede implicar ventajas injustas en procesos de selección como por ejemplo cuando un hombre biológico hace las pruebas físicas como mujer obteniendo puntuaciones superiores a las que obtendría con su sexo biológico. Son supuestos nada teóricos que aparecen cada vez más a menudo en los medios de comunicación. De hecho no conozco casos de hombres transgénero que participen en competiciones masculinas.
El wokismo ha sido dominante por practicar el terror en las redes y los medios para evitar la conversación razonada sobre estos temas. Grupos bien organizados regados con generosas subvenciones públicas a chiringuitos de mera propaganda han conseguido imponer la autocensura a base de los ataques ad hominem. Afortunadamente las aguas empiezan a volver a su cauce, y el sentido común se va imponiendo.