Más ingeniería y menos política

El levante español ha vuelto a vivir una tragedia de grandes dimensiones generada por lluvias torrenciales en la que ha quedado en evidencia la ineficacia del actual Estado español para prevenirla.

Toma aérea de la presa de Forata.

El levante español ha vuelto a vivir una tragedia de grandes dimensiones generada por lluvias torrenciales en la que ha quedado en evidencia la ineficacia del actual Estado español para prevenirla; para responder con prontitud y adecuadamente a una situación de alarma y así minimizar daños; para atender rápidamente a los afectados; y todo parece indicar que volverá a quedar en evidencia en el obligado proceso de reconstrucción.

Vamos a analizar de forma lógica y desapasionada, por una parte, las causas y los medios disponibles para evitar estas tragedias y por otra los errores e ineficacias que han llevado a amplificar este desastre. No es fácil hacerlo porque nos conmovemos y compadecemos por los afectados y nos rebelamos contra un sistema que no ha funcionado. El análisis es necesario porque no debería volver a suceder, aunque me temo que volverá a suceder. El ser humano siempre tropieza en la misma piedra.

Las causas son claras, en la cuenca mediterránea, desde hace milenios, al finalizar el verano y hasta principios de noviembre se produce el fenómeno de la gota fría y lluvias torrenciales, que cada x años adquieren dimensiones apocalípticas.

Lo que paso lo explica mejor que nadie D. Santiago Posterguillo, que lo vivió en primera persona, en este vídeo.

La expansión de Valencia al sur del nuevo cauce del rio Turia, con una población actual de cerca del medio millón de habitantes, en una zona inundable, requería de nuevas actuaciones para protegerla. Infraestructuras que se diseñaron y planificaron, hace décadas, pero que no se han ejecutado. El plan de hidrológico nacional contemplaba la construcción de presas de laminación de avenidas y el desvío del tristemente famoso barranco del Poyo al nuevo cauce del Turia para evitar que cruzara zonas densamente pobladas. Por motivos ideológicos y por desidia e ineficacia estas obras no se llevaron a cabo. Incluso peor, se pensaba reformar el cauce nuevo del Turia, disminuyendo su capacidad de evacuar agua al mar. Decisiones políticas en vez de técnicas.

Por otra parte, el sistema de alarmas para avisar a la población se ha demostrado un completo desastre. Se avisa tarde, mal y de forma imprecisa. Se reúnen comités que tardan horas en tomar una decisión mientras el agua no espera. Inaceptable e incomprensibles en pleno siglo XXI. Ya lo dijo Napoleón, si quieres que algo no funcione crea un comité. Emitir una alarma es una cuestión estrictamente técnica. Disponemos de sobrada tecnología para avisar con precisión a la población sobre una posible catástrofe. Existen sensores que controlan en tiempo real la precipitación que cae en una cuenca y los caudales de los ríos y barrancos (En este vídeo hay un pequeño ejemplo). Tenemos redes de telecomunicaciones que en milisegundos transmiten la información a un centro de control. Estas redes son redundantes y llegan o pueden llegar a todos los rincones. Podemos usar conexiones por satélite, radioenlaces, redes públicas de comunicaciones móviles de varias generaciones, 3G, 4G o 5G, conexiones por cable, principalmente fibra óptica. 

Sabemos garantizar que estos sensores funcionaran en condiciones extremas y que nos les faltará energía eléctrica para funcionar. El terreno está perfectamente cartografiado, se llama cartografía digital. Con toda esta información somos capaces de calcular en brevísimo tiempo hasta donde llegará el agua e ir adaptando la previsión según varíen las condiciones. Podemos y sabemos desarrollar los modelos de simulación que se precisen. Sabemos monitorizar permanentemente el comportamiento de una riada y más si hay embalses entre medio. También conocemos, a través del móvil, que personas se encuentran en un momento determinado en una zona peligrosa y remitirles instantáneamente un mensaje de alerta para que se protejan. Repito, emitir una alarma es una cuestión estrictamente técnica. ¿Qué sentido tiene un comité y no sé sabe cuántos políticos reunidos para decidir emitir o no una alarma?

Sobre el tiempo de respuesta y los recursos disponibles también podemos comentar varios aspectos de puro sentido común. El tiempo de respuesta es crítico para minimizar los daños en cualquier tragedia. La improvisación funciona mal. Es cierto que la capacidad para afrontar lo imprevisto es un gran valor, pero tiene que estar balanceada con un mínimo de organización y preparación. Taiwán afronto la pandemia con un éxito contrastado porque tenía previsto como hacerlo. Tenía material almacenado, protocolos establecidos, centros de control, hospitales preparados con habitaciones de baja presión para tratar enfermedades infecciosas. Lo explique en este artículo

Además de la pandemia afronta 5 tifones al año y terremotos que se dejan sentir prácticamente cada día. ¿Aquí no existen protocolos? O tal vez llevan 35 años sin actualizarse como denunciaba TV3 con relación a los de emergencia de las zonas colindantes con centrales nucleares y por tanto están obsoletos e inoperativos.

Hace años, el director general de una empresa pública con la que colaboraba me comentó que los “técnicos” cada vez tendríamos más poder e influencia. Era un comentario acertado, lógico y sensato propio de un gran profesional, de una persona inteligente y ética y con visión de futuro. Pero no ha sido así, la ingeniería ha continuado disminuyendo su reputación e influencia en la sociedad. En España es impensable que alguien se dirija a un ingeniero llamándole ingeniero como sucede en la vecina Portugal. De esta pérdida también tenemos culpa los profesionales y nuestros órganos de representación, los colegios profesionales, que permanecemos callados y son muy poco reivindicativos.

Las decisiones, aunque competan a cuestiones estrictamente técnicas, han pasado a ser tomadas por personas principalmente elegidas por su fidelidad y sumisión al líder del partido-secta de turno, y carentes de la más mínima formación profesional adecuada a su cargo. Se ha montado un Estado sobre dimensionado en que son constantes los enfrentamientos y malentendidos entre distintas administraciones y que nos cuesta un verdadero dineral. Es tremendamente ineficiente, especialmente cuando más se le necesita. Todo el día discutiéndose por las competencias de cada uno. Ahora vemos y sufrimos los resultados de semejante montaje mastodóntico. Un Estado que necesita una urgente transformación digital en busca de una mayor eficiencia.

Inversiones en obra civil y en telemetría y telecontrol relativamente modestas hubieran ahorrado pérdidas irrecuperables en vidas humanas y minimizado la ruina de miles de conciudadanos. Hubieran resultado altamente rentables.

Ciudadanos honrados, cumplidores y trabajadores compraron casas en zonas que los gobiernos sabían que eran inundables y que no estaban protegidas, y pese a ello se había autorizado su urbanización. Personas a los que esas administraciones les han cobrado impuestos durante años, y a los que ahora les ofrecen créditos para su reconstrucción. Créditos con intereses, aunque sean reducidos, y que después deberán devolver. Créditos con los que pagaran trabajos de los que el Estado cobrará un 21% de IVA. Debería renunciar a ello. Y está por ver, si ahora, acomete las obras civiles y despliegan los sistemas de monitorización necesarios o se vuelven a olvidar.

Procede una vuelta al sentido común y a la lógica. Más ingeniería y menos políticos. Más tecnocracia. A los resultados me remito.

Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals, es ingeniero de telecomunicaciones, consultor independiente en tecnologias digitales, experto en innovación y liderazgo. Miembro del think tank Intelligent Community Forum. Autor de Analizar Actuar Avanzar

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