La decisión del presidente Biden de autorizar al ejército ucraniano el uso de misiles tierra-tierra de alcance medio para atacar posiciones en territorio ruso cuando apenas le quedan dos meses en la Casa Blanca, junto con la orden de desalojar la embajada estadounidense en Kiev y evacuar a los civiles estadounidenses, retrata perfectamente la trágica situación de Ucrania desde el inicio de la invasión rusa: su ejército está librando una guerra subrogada con el propósito no tanto de recuperar el terreno conquistado por el ejército ruso en el Este del país, cuanto de debilitar a la Federación de Rusia (Rusia, de aquí en adelante) mientras los ciudadanos ucranianos padecen todos los horrores y privaciones de la guerra.
Pese a las importantes ayudas en equipamiento militar y ayuda económica proporcionadas por los Estados Unidos, la UE y otros países aliados de Estados Unidos, el ejército ucraniano ha sido incapaz de lograr avances significativos en ninguna de las contraofensivas lanzadas desde el inicio de la guerra, y las consecuencias para los ucranianos de la prolongación de los combates están resultando desastrosas: decenas de miles de soldados han muerto o resultado heridos en el campo de batalla, millones de civiles se han visto compelidos a emigrar a otros países para ponerse a salvo, quienes han permanecido en Ucrania sobreviven en precarias y angustiosas condiciones, decenas de miles de viviendas han resultado dañadas y las infraestructuras destruidas tardarán décadas en recuperarse.
Biden se había negado hasta febrero a entregar los misiles ATACMS de alcance medio (300 km.) requeridos insistentemente por Kiev
Biden se había negado a entregar los misiles ATACMS de alcance medio (300 km.) requeridos insistentemente por Kiev durante los dos primeros años de guerra para evitar la escalada del conflicto, pero el pasado febrero autorizó en secreto su envío imponiendo el requisito de que fueran empleadas únicamente para atacar objetivos en suelo ucraniano. En un artículo publicado en la CNN, se relata que Biden recibió a Zelenski el pasado septiembre en la Casa Blanca (blanca, por fuera) y éste le presentó una lista detallada de los objetivos a atacar en suelo ruso como parte del ‘plan de victoria’ diseñado por el presidente ucraniano. Finalmente, la Administración Biden decidió, entre bostezo y bostezo del presidente, el pasado fin de semana dar el visto bueno a utilizar los misiles para atacar objetivos, ahora sí, en suelo ruso, con el único propósito de elevar la tensión del conflicto un poco más y comprometer a Trump, su sucesor, quien, como manifestó reiteradamente durante la campaña electoral, está en contra de continuar la guerra y ha prometido acabarla en veinticuatro horas en cuanto llegue a la Casa Blanca.
Preguntado sobre esta cuestión, el presidente Zelenski advirtió el pasado 17 de noviembre que “se habla mucho en los medios de si hemos recibido permiso para pasar a la acción. Los golpes -dijo- no se hacen con palabras. Esas cosas no necesitan anuncios. Los misiles hablarán por sí mismos”. Y los misiles han hablado. La excusa formal de la Administración estadounidense para justificar esta nueva escalada de la guerra es la presencia de 11.000 soldados norcoreanos listos, se nos dice, para entrar en combate en Kursk, la pequeña franja de territorio ruso controlada por el ejército ucraniano desde el verano. El gobierno de Ucrania ha tardado muy pocas horas en utilizar los misiles ATCMS para golpear algunos objetivos en la región de Briansk en el sur de Rusia, aunque se desconoce si éstos alcanzaron sus objetivos o fueron neutralizados por los sistemas antimisiles rusos, como sostiene el Kremlin.
Esta guerra terminará en la mesa de negociación y cuando llegue ese momento veremos cuán inútiles han sido las muertes y los sacrificios de tantos europeos
Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores, ha declarado que “Rusia procederá dando por entendido que los misiles fueron operados por expertos militares estadounidenses”. Esperemos que el gobierno ruso no se deje arrastrar por esta premeditada escalada de Estados Unidos porque el limitado número de misiles ATCMS puesto a disposición del gobierno Zelenski tiene carácter meramente simbólico y no va a cambiar el curso de una guerra que se extiende por un frente de cientos y cientos de kilómetros donde combaten cientos de miles de soldados con armas de todo tipo. Como tampoco va a cambiar el curso de la guerra el último paquete de ayuda militar a Ucrania aprobado por la Administración Biden con intención de reponer los arsenales del ejército ucraniano y reforzar la posición de Zelenski cuando llegue el momento de sentarse en la mesa de negociación en los próximos meses.
Los miles de muertos y heridos, los desastres, las penalidades y la devastación que va a ocasionar la prolongación de la guerra a los ciudadanos ucranianos unos meses más, parecen pesar muy poco en la balanza de los estrategas de la Administración Biden y sus belicosos y aplicados seguidores en la UE y el Reino Unido. Como algunos observadores venimos diciendo desde febrero de 2022, esta guerra terminará en la mesa de negociación y cuando llegue ese momento veremos cuán inútiles han sido las muertes y los sacrificios de tantos europeos. Sólo quienes han suministrado las armas habrán salido ganando.