Hasta el martes de la semana pasada había varios asuntos de cierto calado político cualquiera de los cuales merecía dedicarle unas líneas. Estaba, en primer lugar, el ‘no caso’ (Bolaños dixit) Begoña Gómez, la esposa del presidente Sánchez a quien el juez Peinado investiga ya por un par de delitos más. Muy atractivo resultaba también ocuparse de la irrupción de la UCO en el despacho oficial del nada idóneo fiscal general García Ortiz, Y teníamos, por último, la convulsión causada por la dimisión del diputado de Más País y portavoz de la coalición SUMAR en el Congreso tras destaparse una denuncia por acoso sexual que acababa de destaparse. Decidí escribir sobre el tercero por tratarse de un asunto todavía estrictamente político, mientras que los otros dos estaban ya en manos de los jueces. Pero la actualidad manda y decidí postponer su publicación para dedicar la columna de la semana pasada al desastre causado por las intensas lluvias en la Comunidad Valenciana el fatídico 29 de octubre.
Desde que se conoció la estampida de Errejón hemos escuchado infinidad de declaraciones y leído numerosos artículos. Algunos se afanan en hacer fuego con el árbol caído para extender el incendio a Más Madrid y Más País, “un movimiento político, moderno, feminista y útil” fundado por el propio Errejón, y a la coalición Sumar, en la que éste ejercía de portavoz en el Congreso desde enero de 2024. Otros medios se han prestado a dar pábulo a las excusas de Más Madrid, Más País y Sumar para eximirse de cualquier responsabilidad: apartamos a la oveja negra en cuanto lo supimos y quien la hace la paga son dos manidas excusas muy escuchadas estos días. Pero quizá lo que me decidió a dedicar unas líneas a este político nacido de las ubres del 15-M son algunos aspectos del caso a los que los medios de comunicación no han prestado, en mi opinión, la atención que merecen.
Neoliberalismo y sociedad patriarcal
Como economista de profesión, me he sentido aludido al leer como el presunto depredador achacaba su patético comportamiento al despiadado neoliberalismo imperante y a la autoritaria sociedad patriarcal donde le tocó en suerte nacer y vivir. ¡A saber qué otro tipo de canalladas habría cometido el pobrecito de haber nacido en Suazilandia! Como observador de la vida pública, confieso haber sentido desazón al escuchar a compañeros de Errejón destacar la capacidad intelectual de quien se sabe disfrutó de una beca de investigación en la Universidad de Málaga para investigar la situación de la vivienda en Andalucía e incumplía sus obligaciones laborales.
Recuerdo una escena muy graciosa en la película Tristana que viene al pelo. Cuando Saturna, sirvienta y mujer para todo de Don Lope, acude a la llamada de Don Dimas, el patrón del taller donde está empleado su hijo, tiene lugar un diálogo muy ‘buñuelesco’, cargado de sentido común. Don Dimas le pide sin más preámbulos a Saturna que se lleve a su hijo, llamado también Saturno, porque no cumple con sus obligaciones laborales, y cuando la madre le recuerda para ablandarlo “la desgracia que tiene”, el patrono le responde “se puede ser sordo y disciplinado, señora”. Pues bien, achacar al neoliberalismo y a la sociedad patriarcal donde creció Errejón su escaso celo en cumplir sus obligaciones como becario o las presuntas agresiones sexuales cometidas por el exdiputado de Más Madrid y Más País y portavoz de Sumar en el Congreso resulta tan disparatado y patético como achacar la escasa inclinación al trabajo de Saturno a la explotación capitalista y a la sociedad patriarcal en España.
Nueva casta incluso más casposa
La segunda cuestión que me ha llamado sobremanera la atención son las referencias de algunas de las colaboradoras de Errejón a su talla como político. Carmena, exalcaldesa de Madrid y jueza de profesión antes de recalar en la política municipal madrileña entre 2015 y 2019, ha manifestado que le “duele profundamente por lo que hayan pasado y estén pasando las víctimas de esos comportamientos y me duele que una persona que era un referente ideológico en la izquierda pueda haber tenido esa actitud”, (cursiva mía). Referente ideológico, nada más y nada menos, así veía la Sra. Carmena a quien fue estrecho colaborador suyo en el Ayuntamiento de Madrid. ¿A qué intelectuales, me pregunto, habrán conocido los compañeros de fatigas de Errejón a lo largo de sus vidas para ver en este personajillo a un referente ideológico?
Igual de sorprendente resulta la carta publicada por Maestre, dirigente de Mas País, portavoz de su formación en el Ayuntamiento de Madrid y expareja sentimental de Errejón durante varios años, quien dice sentirse abrumada y consternada porque “algunos de esos comportamientos y violencia misógina sucedieron cuando el agresor era pareja mía”. La muchacha que alcanzó notoriedad al exhibir alguna de sus prendas íntimas en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid en 2015, no albergó durante sus años de noviazgo y vida en común la más ligera sospecha sobre el comportamiento “misógino” de su “buen novio” que regresaba a casa con normalidad después de toquitear alguna nalga que otra. Algunos compañeros de Rita y sus votantes tal vez den crédito a la misiva publicada por la portavoz del grupo Más Madrid en el Ayuntamiento de la capital, no es desde luego mi caso.
Díaz, líder de la coalición Sumar, ha intentado salir del embrollo escurriendo también el bulto, echando mano de palabras huecas y haciendo alarde de una firmeza ante las agresiones sexuales más aparente que real. En su comparecencia en el Congreso a su vuelta de Colombia, Díaz afirmó haber actuado con prontitud y rotundidad en cuanto su formación tuvo conocimiento de los hechos, una afirmación completamente falsa puesto que Díaz fue informada por militantes de Podemos de la existencia de una denuncia contra Errejón en junio de 2023, y, no obstante, la líder de Sumar decidió incluirlo en cuarta posición en las listas por Madrid y nombrarlo portavoz de la coalición en enero de 2024. En este mismo sentido, Arenillas, diputada de Más Madrid en la Comunidad de Madrid y jefa del gabinete de Errejón, sostiene haber informado de una denuncia a las líderes del partido y lamenta que “las responsables no activasen los protocolos internos”.
Nadie con un mínimo de respeto a la verdad puede tragarse la versión edulcorada de Díaz y Sumar ni calificar su actuación de rápida y rotunda, máxime habida cuenta de la complicidad que los dos líderes de Sumar exhibían en el Congreso hasta pocas horas antes de destaparse el caso. Menudo papelón también el de las tres abadesas del progresismo, Maestre, García y Bergerot, en su comparecencia del 28 de octubre para intentar diluir sus responsabilidades y descartar cualquier dimisión en su formación. E igualmente difícil resulta creer que la dirección de Podemos desconocía completamente las presuntas agresiones sexuales de Errejón a otras mujeres que, en algunos casos, se remontan a 2014-2015 cuando el político progresista, feminista e intelectual referente de la izquierda española compartía el liderazgo de la formación morada con Iglesias y Montero.
Un relato sorprendente
Como ciudadano, tengo que confesar también que he sentido gran perplejidad al leer algunos detalles de la denuncia presentada por la actriz Mouliaá, desencadenante del terremoto. Puedo comprender la disposición de algunas personas a hacer casi cualquier cosa para ganarse los favores de algún famoso y hasta para aceptar mantener una relación incluso algo morbosa con la esperanza de vivir un romance singular o impulsar su carrera, de todo hay en la viña del señor. Ahora bien, hay algunos detalles en la denuncia de Mouliaá sorprendentes y no creo que puedan achacarse a un exceso de mojigatería por mi parte, ni a mi incapacidad para dejarme seducir por la erótica de la fama y el poder. Pero les pido que hagan el favor de ponerse en situación.
Imagínese que una mujer y actriz acude a la presentación de un libro y al finalizar el acto el autor, hombre y político, le propone tomar una cerveza. ¡Estupendo! ¡Qué más se puede pedir a la vida! Ya en el bar, la mujer invita al autor a acompañarla a una fiesta a casa de unos amigos suyos. El hombre acepta, suben al taxi y durante el trayecto éste le pone unas cuantas condiciones (bastante ridículas) sobre cómo debe discurrir la velada. Cabe incluso aceptar que la actriz se las tomara a broma. Prosigamos con el relato. Ya en el ascensor, el autor y político se abalanza sobre la actriz y le introduce su lengua en la boca sin pedirle permiso y con cierta vehemencia o violencia, como ustedes prefieran. La pregunta que me hago es por qué si la actriz se consideró vejada por el acoso sufrido en el ascensor no le soltó al autor y político un sopapo nada más entrar en el piso de sus amigos y por qué no llamó a la policía para denunciar inmediatamente los hechos.
Resulta igualmente sorprendente que, tras lo sucedido en el taxi y el ascensor, Mouliaá aceptara bailar con ‘lengua-suelta-manos-largas’, como si nada hubiera ocurrido en el ascensor, y hasta, según su propio relato, se dejara arrastrar por el brazo hasta una habitación donde el autor y político intentó forzarla tras cerrar el pestillo. Y resulta todavía más asombroso que tras lo sucedido en el taxi, el ascensor y la habitación, la actriz aceptara continuar en la fiesta un rato más y marcharse con el referente de la izquierda española nada menos que al piso de éste. Constituye para mí un misterio insondable que la actriz no mandara al político a hacer puñetas nada más salir de la habitación donde había sido retenida por la fuerza y accediera a subir a un taxi para dirigirse al piso de quien ya le había demostrado sobradamente su carácter de depredador compulsivo.
Entiéndaseme bien: el comportamiento del referente intelectual de la izquierda española detallado en la denuncia de Mouliaá me resulta repugnante y detestable, tanto como los intentos de tapar sus tropelías por parte de sus compañeras de partido y coalición durante meses o años. Pero tengo que decir que el comportamiento durante toda la velada de la actriz denunciante escapa a mi capacidad de comprensión. Ni me convence achacar al neoliberalismo y a la sociedad patriarcal el detestable comportamiento de Errejón, ni considero plausible achacar el de Mouliaá durante toda la velada a una parálisis momentánea y al deseo de que “todo lo que estaba sucediendo terminara cuanto antes”.