Alejandro Villena: «El sexo pierde su capacidad erótica cuando se aleja de lo humano y se acerca a lo digital»

Psicólogo y experto en adicciones, Villena muestra especial preocupación hacia el impacto de la pornografía en los menores

Alejandro Villena en una de sus charlas.

El currículum de Alejandro Villena es amplio: psicólogo general sanitario, sexólogo clínico y director clínico y de investigación en la Asociación Dale Una Vuelta (DUV), un proyecto social y de ayuda para afrontar la adicción a la pornografía. Es profesor honorario de la Universidad Autónoma de Madrid (2019-2020), miembro de la World Association for Sexual Health (WAS), investigador en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y coordinador de la Unidad de Sexología Clínica y Salud Sexual en la consulta del Dr. Carlos Chiclana. Además, es director del primer curso online sobre Adicción a la Pornografía en español y autor de varios libros sobre sexualidad e imparte talleres y sesiones sobre educación-afectivo sexual para adolescentes, familias y docentes a nivel nacional e internacional. Su lucha contra la pornografía le ha llevado a escribir ¿POR qué NO?, un trabajo en el que alerta sobre las consecuencias del consumo de un producto que, asegura, no tiene nada de positivo para los usuarios. Especialmente en el caso de los menores.

En la era de la inteligencia artificial, es usted de los pocos expertos con proyección pública que alerta sobre los perjuicios de la pornografía. ¿En qué situación estamos ahora mismo?

Mientras nosotros nos cuestionamos si la pornografía está dañando a los adultos y a los jóvenes, la industria de la pornografía sigue evolucionando de la mano de la tecnología. Tenemos herramientas de deep fakes pornográficos, de deep nudes, con los que ya se puede desnudar a cualquier persona si tiene una foto en internet. Esto es muy peligroso y tiene unas implicaciones legales respecto a la pornografía infantil y respecto a la intimidad de las personas. Con la pornografía y la inteligencia artificial todos somos desnudables y eso es un peligro. Uno de cada cinco consumidores de pornografía normal ya se ha pasado a pornografía de deep nudes y la mitad de los hombres lo ha probado alguna vez.

Una de las principales preocupaciones en torno al problema de la pornografía es el consumo por parte de los menores. ¿Cómo acceden y cómo les afecta?

Sin duda, los menores son los más perjudicados y es un perfil mucho más vulnerable que el adulto. Aunque la pornografía tiene implicaciones en los adultos, los menores están en pleno desarrollo y tienen una mirada y una narrativa hacia el sexo. La pornografía intoxica esa mirada, distorsiona, les altera, les vuelve un poco miopes en la mirada hacia las personas. Lo que sabemos es que puede alterar la autoestima, el autoconcepto sexual, al comparar el cuerpo, el aspecto y el tamaño de los genitales. Puede tener impacto en satisfacción sexual a largo plazo. Puede desarrollar adicción, tener menores capacidades de rendimiento a nivel neurocognitivo, impactar en su cerebro en su sistema de recompensa y en la corteza prefrontal.

¿Cómo debemos actuar las familias y la escuela ante esta situación? ¿Cuál sería la solución?

Tiene que ser una solución orquestada. No nos valen solo los instrumentos de cuerda. Necesitamos los de viento, los de percusión… Necesitamos a los diferentes agentes implicados. Yo creo que se puede orquestar desde un marco político y legal. Pero requiere de la actuación de las familias, trabajar en cada casa. Las familias necesitan recursos y eso viene a nivel estatal y autonómico. Los centros educativos necesitan también herramientas para detectar, para acompañar, para evaluar y para derivar. Y los necesitan, además, para hacer prevención, para establecer una asignatura de educación afectivo-sexual. Y hay que hablar de la tecnología y la industria. Para proteger a los menores hay que sancionar a las industrias cuando fomenten este tipo de materiales, establecer algún tipo de control o de certificado digital como los que ya se están planificando. Se trata de que el acceso no sea tan sencillo como hasta ahora o, al menos, tener un entorno más protegido. Igual que cuidamos de su entorno en la vida real, debemos hacer lo mismo en la vida virtual.

Otro problema derivado de la pornografía son redes como Only Fans. ¿Qué opina de esta plataforma?

Se ha convertido en una especie de fetiche de la nueva era de la pornografía, con grandes implicaciones, riesgos y problemáticas. El problema es que genera una falsa sensación de seguridad pero se está haciendo una captación de chicas jóvenes en internet haciéndoles pensar que es una forma digna y válida. Pero realmente están autoproduciendo pornografía. Todos los beneficios se los lleva la industria sin ningún coste. Ellas, además, están autocosificándose y realizando una práctica que las va degradando. De nuevo se someten el consumo de los varones. Las chicas lo graban y los chicos son los que piden y creen que pagando dinero pueden conseguir lo que quieran. Me parece una fantasía peligrosa de legitimar y me parece difícil creer que eso es una vía digna de trabajo.

La pornografía existía antes de la aparición de internet. Pero ha sido la universalización del acceso la que parece que se ha convertido en un problema. ¿Tenía antes las mismas consecuencias o era diferente?

Sí, ahora es la pornografía 5.0: accesible, asequible, anónima, masiva… Es como la producción de la comida, que también es masiva ahora y ha perdido su sabor. El tomate ya no sabe a tomate y el sexo se está convirtiendo en una cuestión de producción masiva y está perdiendo también su sabor, su potencia y su capacidad erótica cuando se aleja de lo humano y se acerca a lo digital. La pornografía de revista era algo que tenía un consumo esporádico, puntual. Ahora es algo 24/7 y con un impacto importante en la sexualidad y en la afectividad.

En los portales de pornografía hay todo tipo de categorías y tengo la impresión de que el usuario va como superando pantallas o límites. ¿Es así? ¿Cómo interfiere eso después en sus relaciones?

El problema es que la pornografía está diseñada para generar adicción. Los algoritmos que hay detrás están para captar la atención del usuario, retenerle e, incluso, ir redirigiéndolo como si fuera una marioneta hacia contenidos cada vez más extremos y que generan más tolerancia. Como ocurre con otras adicciones, la necesidad creciente de obtener placer es habitual también en el consumidor de pornografía. De hecho, ocurre de forma cualitativa y cuantitativa. Cualitativa, buscado géneros más extremos y cuantitativa cuando ya pasan más tiempo en estas webs. Se pegan atracones de pornografía, lo que se llama binge watching en inglés. Y otro fenómeno es el tap jumping, que es el cambio constante de pestaña buscando diferentes vídeos, excitándote e intentando retrasar el orgasmo lo máximo posible. Son sesiones de larga duración y con una intensidad de consumo muy grande.

Cada vez aparecen más noticias sobre violaciones en grupo. Al margen de nacionalidades o de edades, ¿qué está pasando? ¿Qué dinámicas hay en esos grupos como para que sean capaces de ponerse de acuerdo y hacer algo que, además de aberrante, es un delito?

Vivimos en una sociedad hipersexualizada. Creemos que el sexo debe estar disponible en cada momento, en cualquier contexto, sin ningún tipo de límite y sin ningún control. Y esto está generando que infravaloremos la sexualidad y al ser humano. Hemos denostado las habilidades afectivas de cariño, de vinculación, de cuidado, de reciprocidad con el otro, que son fundamentales en cualquier relación sexual que tenga alguien. Una relación sexual requiere de esos componentes afectivos, éticos, de responsabilidad afectiva hacia el otro. estamos convirtiendo el sexo en un producto y estamos viendo las consecuencias en este tipo de agresiones y de violaciones. En parte, replican este modelo de dominancia, de estereotipos, sumado a otras variables que puedan estar implicadas pues de personalidad, traumas recibidos en la infancia, etc.

El Gobierno tiene previsto activar lo que en redes sociales y medios se ha llamado “el pajaporte”. ¿Servirá de algo esta limitación?

Todo esto, como le decía antes, orquestado en esa posible ley de protección al menor y diseñando un sistema que tenga sentido y que respete la privacidad de los usuarios y la libertad… No sé si este sistema será el definitivo. Probablemente se diseñen otros prototipos hasta que haya uno que lo consiga. Pero esto no servirá de nada si no hay una educación afectivo-sexual que vaya de la mano de la protección, si no se sanciona a las industrias tecnológicas, si no se controla el acceso de los menores a los dispositivos y si no hay una formación adecuada.

En su libro ¿POR qué NO? usted, a pesar de todo, da protagonismo a la esperanza en un futuro sin la lacra de la pornografía. ¿Cómo podemos hacerlo?

Yo hablo de la triple H: hablar, hablar y hablar. Poner estos temas sobre la mesa, darles divulgación, cambiar una conciencia colectiva hacia la pornografía y entenderla como un tóxico, como algo adictivo, y no tanto como cine para adultos. Hay muchos eufemismos que la industria de la pornografía se ha apoderado de ellos para perpetuar su legado: cine para adultos, cine de entretenimiento, libertad sexual… Tenemos que cambiar esa conciencia colectiva de que el porno es cool o guay o algo deseable para todos y todas porque realmente es una fuente de desinformación, de alteración de nuestro sistema de recompensa sexual y, como la lotería, cuantos más billetes compro, más probabilidad tengo de que me genere algún impacto negativo.

Para acabar, ¿tiene algo positivo la pornografía?

A esta pregunta yo le devuelvo otra: ¿qué es positivo? ¿Es placer? ¿Es regular un poco tus emociones con la pornografía? ¿Es calmar tu ansiedad? Si eso se considera positivo, sí. Pero, ¿hay otras maneras de obtener ese placer, de calmar esa ansiedad? ¿A qué coste estás calmando la ansiedad con la pornografía por las posibles consecuencias que pueda tener? En mi opinión, esa balanza está inclinada hacia lo negativo y, por lo tanto, la pornografía no tiene nada de positivo porque siempre tiene consecuencias y siempre tiene algún tipo de impacto. Además, hay muchas otras formas de obtener placer o de disfrutar de la sexualidad alejadas de la pornografía. Esto es un producto para vendernos algo no para que disfrutemos más del sexo.

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