Según las últimas encuestas publicadas, la gran sorpresa de estas elecciones será una Agrupación de electores recién nacida: Se acabo la Fiesta. Puede rondar el 5% de los votos, por encima no sólo de partidos de ámbito autonómico como Junts o PNV, sino incluso de Podemos.
Se trata de una propuesta promovida por Alvise Pérez, que se presenta como analista político, aunque yo lo definiría como un agitador social, un populista con base en las redes sociales. Su canal de Telegram tiene más 500.000 seguidores y en Instagram le siguen 841.000 personas. Sin duda, se trata de un personaje polémico, idolatrado por sus seguidores por su persecución de delincuentes y acusado de difundidor de bulos y de ultra por sus contrarios.
¿A qué debe atribuirse su fulgurante ascenso en las encuestas a pesar del vacío de los grandes medios de comunicación, sólo interrumpido por abruptas descalificaciones?
La condición necesaria es el desprestigio de los partidos políticos y de los medios de comunicación. Todas las encuestas señalan a los partidos y a los medios entre las instituciones peor valoradas por los ciudadanos. Sin este caldo de cultivo, hubiera sido imposible la intensidad del fenómeno que nos ocupa. Es cierto que las elecciones europeas son propicias para la aparición de outsiders. Por la baja participación, por tratarse de una circunscripción única y por ser elecciones proporcionales con un bajo umbral para obtener representación. También, por el desinterés por la política europea de muchos ciudadanos. Pero Ruiz Mateos era famoso antes de presentarse a las elecciones. A Alvise sólo le conocían sus seguidores antes de iniciarse la campaña.
Si los grandes partidos no frenan el deterioro democrático, que no parece, el futuro de la democracia esta comprometido
El desprestigio de los partidos, condición necesaria, no es suficiente para explicar el éxito, según las encuestas, de su candidatura. Sin duda, su campaña, el formato y los mensajes, es determinante de su rapidísimo crecimiento.
La campaña se centra en un sólo mensaje: combatir la delincuencia y la corrupción, vinculándola con la inmigración, pero ni mucho menos de forma exclusiva. Políticos, periodistas, y famosos en general no escapan a sus denuncias. Su principal referente político es Bukele. Su actividad le ha ocasionado numerosas denuncias y querellas. Y con esto conecto con otro elemento de su campaña: el victimismo. Los partidos, los políticos, los corruptos, le persiguen. Pide el voto para ser europarlamentario y protegerse de sus, para él, todopoderosos enemigos. Además, ha prometido repartir su sueldo de europarlamentario si sale elegido.
Un último elemento que quiero destacar es su novedosa campaña, consistente en convocar a sus seguidores en las plazas de las capitales españolas para repartir papeletas, ante, según denuncia, el boicoteo de correos y el miedo a que no lleguen a los colegios electorales. Centenares de personas le esperan en todos los destinos. En sus videos, se pueden ver ordenadas colas de entusiastas seguidores que le aclaman. Ni tan siquiera necesita hacer alusión a ningún programa electoral. A los votantes les basta la adhesión a su causa, que no es sólo teórica, sino activa, con denuncias de casos de presunta corrupción, difusión de identidad de supuestos delincuentes, etc. A sus activistas e informadores, les denomina ardillas.
A la vista del perfil del candidato sería lógico pensar que sus votantes puedan venir de PP y Vox. Habrá que analizarlo tras las elecciones. Lo que sí es una evidencia es su tirón entre abstencionistas y entre los más jóvenes. En estas elecciones, encarna el voto anti partidos, el voto antisistema.
Veremos que pasa el domingo. Y, si sale elegido, si transforma su plataforma en un partido o continua como un justiciero solitario. Lo que me resulta evidente es que si los grandes partidos no frenan el deterioro democrático, que no parece, el futuro de la democracia esta comprometido.