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Malthus, Kissinger y los límites del crecimiento

Henry Kissinger y Mao Tse Tung.

Los educados y creyentes en el judeocristianismo sabemos que el primer mandamiento que Dios da al hombre después de su creación es «procread y multiplicaros, y henchid la tierra, sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra” (Génesis, 1, 28).

¿Lo hemos cumplido o incumplido? Multiplicarnos, nos hemos multiplicado, somos casi 8.000 millones de personas. ¿Hemos henchido ya la Tierra? El verbo henchir significa según la Real Academia de la Lengua Española: “Llenar un espacio o un recipiente hasta su límite” y por otra parte ¿Hemos sometido la Tierra?

Es obvio, que hay una corriente de opinión o de pensamiento que claramente considera que sí y se opone, lucha con todas sus fuerzas contra ese mandato bíblico fomentando el decrecimiento, promoviendo y aplicando políticas antinatalistas y advirtiéndonos continuamente, domina los medios de comunicación, sobre el inminente e irreversible colapso del planeta, hace unos años era vía agotamiento de recursos energéticos, hoy ante la evidencia que esto no es así, vía cambio climático.

Es obvio que a la naturaleza solo la sabemos gestionar de forma parcial y muy limitada y de someterla, nada de nada

La pregunta de si hemos llegado al límite de la población que puede soportar el planeta se la han hecho todas las generaciones y civilizaciones, y en todas ha habido influencers que han considerado que sí, que al hombre le quedaban dos días. Todos ellos se han equivocado. Por otra parte, no me consta que la pregunta de si hemos sometido al planeta se la haya planteado alguien, porque es obvio que, a la naturaleza, solo la sabemos gestionar de forma parcial y muy limitada y de someterla nada de nada. A ver quién se atreve con un volcán, por ejemplo. Bastante tenemos con intentar controlar un rio y laminar sus crecidas.

Para el autor del Génesis ambos conceptos están relacionados, la Tierra estará henchida de población cuando esté plenamente sometida. Podemos decir que somos muchos, pero el control de la Tierra y sus inmensos recursos ni se vislumbra. La gran mayoría del planeta sigue inexplorado. ¿Qué hay en el fondo de los grandes océanos? ¿Qué hay bajo los hielos del Ártico y del Antártico? O sin ir tan lejos, cuantas riquezas quedan por descubrir en el gran norte canadiense o en Siberia.

Malthus, clérigo anglicano y profesor de economía del siglo XVIII fue y sigue siendo el gran influencer del catastrofismo y promotor del decrecimiento. Llegó a escribir que “el hombre que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho alguno a reclamar una parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo. En el gran banquete de la naturaleza no hay cubierto para él. La naturaleza le exige que se vaya y no tardará en ejecutar ella misma tal orden”. 

Malthus, clérigo anglicano y profesor de economía del siglo XVIII, fue y sigue siendo el gran ‘influencer’ del catastrofismo y promotor del decrecimiento

Malthus murió hace casi doscientos años y de momento seguimos aquí y somos muchos más y vivimos todos mucho mejor que entonces, solo hay que ver lo que se ha incrementado la esperanza de vida. De alguna forma Malthus anticipó la cultura del descarte sobre la que nos advirtió el papa Francisco al inicio de su pontificado, aunque en sus últimos escritos el pontífice, en un error similar al que se produjo con Galileo, parece que se suma a las tesis catastrofistas del cambio climático: nos congelaremos, nos freiremos de calor y aparecerán fenómenos meteorológicos de proporciones apocalípticas. 

El error de Malthus y de todos sus muchos y muy reconocidos discípulos, como, por ejemplo, el longevo recién fallecido Henry Kissinger y su diabólico informe, o los señores del Club de Roma con los suyos sobre los límites de crecimiento, todos ellos antinatalistas y abortistas furibundos, estriba en negar la capacidad de progreso e innovación del ser humano. Para los creyentes esa capacidad está inspirada por Dios, no en vano la sabiduría es un don del Espíritu Santo. Los maltusianos pecan de orgullo, piensan nadie sabe ni sabrá más que nosotros, hemos llegado al límite, después de nosotros la hecatombe, somos dioses que decidimos quien vive y quien no, quien puede reproducirse y a quien esterilizamos.

Los maltusianos pecan de orgullo, piensan que nadie sabe ni sabrá más que nosotros, hemos llegado al límite, después de nosotros, la hecatombe

Frente a esta mentalidad nihilista promotora del decrecimiento, la realidad es que los recursos a nuestro alcance son brutales y que disponemos de más herramientas tecnológicas y conocimientos que nunca. Es indiscutible que la prosperidad avanza y la pobreza disminuye pese a todas las ineficiencias y corrupciones que soportamos. Ejemplo, India, el país más poblado del planeta con 1.400 millones de habitantes es exportador de alimentos.

El recurso más importante de todos y que tenemos en sobreabundancia es la energía. Empezando por la energía solar. Toda la energía que consume el planeta en un día es solo el 5% de la que nos llega del sol ese día. Pero además tenemos recursos minerales como carbón, uranio, torio, gas, petróleo y tecnología para gestionarlos adecuadamente evitando dañar al medio ambiente. Con energía tenemos toda el agua que precisemos y podemos llevarla a donde la necesitemos. Tenemos capacidad para generar alimentos allí donde se requieran, por ejemplo, con granjas verticales. Que el recurso esté disponible no significa que lo utilicemos de forma adecuada, hay un amplio margen de mejora y debemos reducir la contaminación y potenciar la economía circular.

Chesterton ya nos avisaba en su libro El hombre corriente que la progresía nihilista busca que el hombre abandone el sentido común. Así es, se busca que se niegue la realidad y que no se piense, que se crea ciegamente en la propaganda, que el miedo consuma y bloquee a los ciudadanos convertidos de nuevo en siervos de la gleba.

Tenemos capacidad de generar alimentos allí donde se requieran, por ejemplo, con granjas verticales

El ataque furibundo a la natalidad y a la familia con la excusa de las falsas tesis malthusianas, dicen que los hijos dañan el planeta, nos insisten en que es un despropósito engendrar más personas, ha derivado en el envejecimiento de muchas sociedades, la europea, la china, la japonesa, creando una estafa piramidal (seguridad social), que está a punto de explotar y que se maquilla a base de impuestos confiscatorios, cuando solo se puede resolver recuperando la natalidad hasta la tasa de reposición de 2,1 hijos por mujer cuando apenas superamos el 1,  y aumentando la productividad. Las estructuras familiares 4-2-1, cuatro abuelos, dos padres, un hijo-nieto implican una pérdida del 75% de la población en dos generaciones. El decrecimiento será exponencial porque cada vez hay menos mujeres fértiles. Pura matemática. Autodestrucción garantizada, heredaran el planeta las bestias salvajes o aquellos que no se contaminen de estas ideologías. Las previsiones indican que China tendrá en 2100 setecientos (700) millones de habitantes menos, serán la mitad de los que son ahora. Hay quien considera que la fracasada y suprimida, pero no revertida, política del hijo único se la inspiro Kissinger a Mao.

En el judeocristianismo, creemos que Dios nos ha hecho reyes de la creación y nos dota de sabiduría para gestionar y cuidar el planeta y dominar su salvaje naturaleza y su enorme energía. Es nuestra responsabilidad hacerlo multiplicando los talentes que tenemos. El planeta no está por encima nuestro. 

Las previsiones indican que China tendrá en 2100 setecientos (700) millones de habitantes menos

Es muy fácil decir que no hay solución. Es una excusa magnífica para nuestra comodidad, para justificar la pereza. Es el lado oscuro. Una cosa es aceptar y reconocer que hay problemas y dificultades, pero otra bien distinta es dar por hecho que no hay solución. Negar el cambio y la mejora es una gran mentira, ilógica e irracional.  Afirmar que no hay recursos es una falsedad brutal e indefendible.

En occidente no tenemos hijos por muchas razones, pero es una excusa falsa decir que es por el bien del planeta y por la falta de recursos. Es más bien por el egoísmo de tener que dar sin recibir nada a cambio, por no entregar la juventud al cuidado de los hijos, por el pesimismo imperante, por la falta de confianza en el futuro, en uno mismo, en los demás y por supuesto en Dios. Sin aplicar el sentido común y sin pensar, abandonamos la visión trascendente de la vida y nos convertimos en esclavos del poder maltusiano. Despertemos.

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Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals, es ingeniero de telecomunicaciones, consultor independiente en tecnologias digitales, experto en innovación y liderazgo. Miembro del think tank Intelligent Community Forum. Autor de Analizar Actuar Avanzar

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