Puigdemont se sirve de la Mesa del Parlament como ariete para conseguir la presidencia de la Generalitat. La estrategia pasa por seducir a Esquerra Republicana ofreciéndoles la presidencia de mesa del Parlament, lo que permitiría a los republicanos fuerza y visibilidad y aseguraría para el secesionismo el control de dicho órgano. Dado que la mesa es la que tiene la potestad de nombrar a un candidato para la investidura en lugar de otro, ello permitiría a Puigdemont tomar la delantera —al menos, en el plano simbólico— y barrerle el paso al candidato ganador de las elecciones, Salvador Illa.
Obviamente, a los neoconvergentes no se les escapa que la investidura de Puigdemont tiene pocos visos de salir adelante, pues para ello necesitarían el aval del PSC, escenario harto improbable. Pero, por lo que ha trascendido de las negociaciones, Junts, con la mente ya puesta en una repetición electoral, habría ofrecido a los republicanos una lista unitaria secesionista que permitiría a los segundos disimular su perdida de apoyo en el electorado. Todo ello a cambio, lógicamente, de que Esquerra no respalde ni por activa ni por pasiva la investidura de Salvador Illa.