De las dos alternativas planteadas en mi anterior artículo, estrategia de salida o preámbulo de una involución autoritaria, Sánchez ha optado por la segunda o, quizás fuera más acertado decir que siempre fue la única alternativa en la cabeza del Presidente.
La maniobra de Sánchez tiene tres objetivos. 1: Aplastar a la oposición y rentabilizarlo en las elecciones catalanas y europeas. 2: Ampliar su poder, domesticando a la prensa no afín y controlando a los jueces vía Poder Judicial y traslado de la instrucción penal a los fiscales 3: Proteger a su mujer y a él mismo de las querellas presentadas y tratar de frenar nuevas informaciones periodísticas.
¿Es previsible que tenga éxito en sus objetivos?
Es más que dudoso. La pretendida movilización social se ha limitado a los militantes y en número escaso. La carta y el «periodo de reflexión» han convertido las actividades de su esposa, hasta ahora ignoradas por la mayoría de españoles, en tema de conversación generalizado. Tenga o no recorrido penal, la duda ética no se la quita nadie. La percepción que todo ha sido una representación teatral es ampliamente aceptada, incluso por los más fieles que la aplauden como una jugada estratégica propia de un mago de la política.
Sus aliados políticos desconfían. Estamos en periodo electoral y no dejan de ser competidores. Los articulistas, aún en la prensa afín, destacan, y no para bien, que todo ha sido una paripé, lo que resta fuerza al relato.
Frente a quiénes consideran la operación una jugada maestra y elevan a Sánchez a los altares de gran político, creo que el movimiento no lo ha medido correctamente y que acabará pasándole factura
Las elecciones catalanas nos mostrarán el impacto de la maniobra y de la estabilidad de la legislatura española. No todo le cuadrará a Sánchez. Una mayoría absoluta secesionista con Puigdemont de presidente le debilita de cara a las europeas pero le garantiza el apoyo de Junts, al menos a corto plazo. Un triunfo de Illa que le lleve a presidir la Generalitat ratifica su estrategia de normalización pero pone en riesgo el apoyo independentista en el Congreso.
Frente a quiénes consideran la operación una jugada maestra y elevan a Sánchez a los altares de gran político, creo que el movimiento no lo ha medido correctamente y que acabará pasándole factura. El tiempo dirá. El acierto del PP en una respuesta equilibrada, dura como se merece, pero sin estridencias innecesarias y propositivas será determinante.