El inefable Oscar Puente ha dicho que Sánchez es el «puto amo». Más allá que la expresión no resulte propia de un ministro, forma parte de la leyenda que se ha construido el propio Presidente del Gobierno y a la que se aferran sus partidarios para tratar de dar sentido a su extraña y sorprendente misiva.
A la espera del desenlace del culebrón que estamos viviendo, y por mucho que me esfuerzo, me cuesta entender las ventajas que puede reportar a Pedro Sánchez su decisión. Tampoco he leído a nadie que dé una explicación racional o que enumere alguna ventaja para Sánchez respecto a no haberse producido. Al contrario, un tema desconocido para la mayoría de los ciudadanos se ha convertido en tema obligado de cualquier conversación además de tener una repercusión internacional que en nada favorece al interesado ni a la imagen de España. Por ello me inclino a pensar que Sánchez ha medido mal su órdago y que al «puto amo» se la ido la mano, salvo que, como digo más adelante, esto sea el preámbulo de una involución autoritaria.
Me inclino a pensar que Sánchez ha medido mal su órdago y que al ‘puto amo’ se la ha ido la mano
Descarto que la mera admisión a trámite de la querella sea el motivo. Más bien me inclino a pensar que Sánchez venía barruntando su salida del Ejecutivo, a la vista del progresivo desgaste y los innumerables frentes abiertos (amnistía, Argelia, Israel, entre otros) y para ahorrarse tener que soportar una previsible derrota electoral. En este sentido, el argumento del victimismo y del amor puede que le haya parecido una oportunidad única para justificar su salida en olor de multitudes y sin pasar por el trance de una derrota electoral.
Otros argumentos, especialmente el supuesto miedo a más revelaciones, no son consistentes. Lo que tenga que revelarse, si algo hay, se conocerá igual siendo o no presidente.
El argumento del victimismo y del amor puede que le haya parecido una oportunidad única
Si finalmente dimite, no creo que quiera perder su aforamiento. Por ello o bien sigue como diputado, no lo veo de diputado de a pie, o bien encabeza la candidatura para las europeas, que por algo se ha aplazado la aprobación de la lista socialista.
Si finalmente no dimite, como opina la mayoría, todavía entiendo menos la carta de Sánchez y su periodo de reflexión. No veo qué gana más allá de polarizar aún más la política española y, quizás, mejorar las expectativas del PSOE de cara a las europeas al ser un elemento de movilización de sus bases. Aunque tampoco esa hipótesis es segura si atendemos a la escasa asistencia de la manifestación convocada en su apoyo. Salvo que, como algunos temen, y me resisto a creer, sea la excusa para establecer una censura férrea, cerrar medios, quitar la instrucción a los jueces para dársela a los fiscales y modificar el sistema de nombramiento de los miembros del Poder Judicial a conveniencia. En este caso estaríamos en un escenario que podría calificarse de autogolpe.
