El escenario político es más incierto que nunca, puede pasar cualquier cosa. El resumen de lo que ha sucedido estas últimas 48 horas es que Pedro Sánchez ha sucumbido a su propia trampa: la polarización y el ruido que ha promovido para mantenerse en el poder puede ser el causante de su final en la presidencia del Gobierno. Utilizó todos los resortes del poder para atacar a sus rivales y ahora lo vive en sus propias carnes. No hace tanto que Sánchez llamó indecente al entonces presidente del Gobierno Mariano Rajoy, ni del ataque que sufrió la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hacia su familia y con la gestión de la crisis del Covid-19, por ser el azote de la izquierda, y que le ha causado un gran dolor personal.
Ahora prueba su propia medicina, pero la culpa es como siempre del PP y de la ultraderecha. La decisión personal del presidente de poder abandonar la primera línea política es comprensible y pese a las críticas que se le pueda hacer, no quita el hecho de que es persona antes que político. Esta premisa en cualquier caso, no puede ser excusa para no dar explicaciones de las actividades que ha realizado su mujer mientras él era presidente y por ello debe rendir cuentas políticas -que no personales-.
Un golpe de suerte en el último tramo de campaña electoral hizo que Sánchez consiguiera los suficientes escaños para poder hacer un cordón sanitario al PP
España está viviendo un fin de ciclo del partido socialista que comenzó el pasado 28M cuando el PP ganó las elecciones municipales y autonómicas. Lo hizo también Alberto Núñez Feijóo el 23J. Sin embargo, un golpe de suerte en el último tramo de la campaña electoral hizo que Sánchez consiguiera los suficientes escaños para poder hacer un cordón sanitario al PP y mantenerse en el poder a un coste demasiado alto y expuesto a un gran desgaste. La XV legislatura, con un parlamento fragmentado y con unas mayorías insuficientes para generar estabilidad ha hecho que España sea ingobernable y que cada vez el precio a pagar del PSOE para llegar acuerdos con los nacionalistas e independentistas sea inasumible.
Sánchez llegó sin nada a la secretaría general del PSOE. Con una mochila y una camisa blanca. Y sin proyecto político, más allá del suyo personal. Vació el PSOE y comenzó a crispar el debate tras perder las elecciones contra Mariano Rajoy (2015) y llevó al bloqueo institucional con su ‘no es no’ al Partido Popular. Dimitió como secretario general y se quedó sin nada. Pero volvió a presentarse a las primarias, ganó y a los meses gestó una moción de censura en la que precisamente exigía a Rajoy que el presidente del Gobierno tenía que ser una ‘persona honesta’ y sin lastres de corrupción.
Con la posible salida de Sánchez se abre un nuevo escenario político desconocido para el PSOE
Después de 6 años, con esa misma dureza con la que acusó al presidente Rajoy, le reprochan que no dé explicaciones sobre las actividades que realizaba su mujer y que se engloban dentro de un escenario de conmoción tras el reciente escándalo de Koldo.
Con la posible salida de Sánchez se abre un nuevo escenario político desconocido para el PSOE (y un nuevo escenario político para España) en el que no hay un liderazgo nítido que pueda relevar a Sánchez y que a la vez pueda presentarse a una investidura y mantener los equilibrios con los socios de gobierno salvo el expresidente Zapatero, que podría ser una opción real teniendo en cuenta que causa simpatía a todos los socios de Sánchez. El lunes se despejará la incógnita aunque citando el refrán de El Quijote, nunca segundas partes fueron buenas.