Desde hace unos años, el nacionalismo insiste en la necesidad de que los catalanohablantes no cambien de lengua —esto es, no se pasen al castellano— con las personas que no lo hablan. En este sentido, existe un grupo de presión cuyo nombre es precisamente Mantic el català, pero otros más relevantes como Plataforma per la Llengua y Òmnium Cultural hace tiempo que repiten la misma consigna. Ahora, ha sido el propio presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, el que la ha repetido en una entrevista a cuenta del fenómeno inmigratorio en Cataluña que resulta imprescindible que los catalanes, cuando se dirijan a personas inmigrantes, les hablen invariablemente en catalán.
Los motivos esgrimidos por Aragonès es que el catalán se trata de una lengua de «cohesión social» y que, al emplearlo las personas procedentes del extranjero, generan empatía entre la población autóctona —población cuya lengua mayoritaria, omite Aragonès, es el castellano—. Asimismo, ha explicado que «no hay que cambiar de lengua, porque si se cambia, no la aprenderán nunca, pues pensarán que no sirve. Como hablantes hemos de mantener esta conciencia». Por último, ha incidido en el argumento recurrente entre el nacionalismo lingüístico de que el catalán es una lengua «perseguida».