El nacionalismo lleva décadas jactándose de que la inmersión lingüística catalana —que veta el castellano como lengua vehicular en la enseñanza y que cuenta con la desaprobación de la mayoría de los catalanes, según una encuesta de SCC—es un modelo de éxito aplaudido en el extranjero. Nada más lejos de la realidad. El informe del Comíte de Peticiones de la Unión Europea aprobado ayer rechaza de plano la inmersión, reivindica el cumplimiento de la sentencia del 25% de castellano y tacha de «discurso de odio» la presión ejercida contra las familias movilizadas en contra del monolingüismo.
Lógicamente, el dictamen no ha agradado nada a los partidos separatistas, que no han tardado en cargar contra él. Por un parte, la eurodiputada de Esquerra Republicana Diana Riba ha tachado el informe de «pantomima» urdida por la popular Dolors Montserrat con la ayuda de la «estrella derecha española» y ha destacado que no es «vinculante». Mientras, el eurodiputado neoconvergente Toni Comín ha calificado de «despropósito» el informe. Y ha pronosticado: «La españolización del comité de peticiones de la mano de la Sra. Montserrat y el PP, con el apoyo Ciudadanos, no afectará en nada al modelo de inmersión, pero sí afectará, y muy negativamente, a la reputación del Parlamento Europeo».