El Estado ha abandonado su función de servir al ciudadano. Sólo se sirve a sí mismo. Crece y se multiplica. Cada día detrae más recursos, crea nuevos órganos que se auto justifican creando normas y invadiendo de forma creciente la vida de las personas. Crecen los funcionarios, la complejidad burocrática.
Los partidos se han convertido en parasitarios del Estado. Unión Europea, Gobierno del Estado, Comunidades Autónomas, Diputaciones, Ayuntamientos, Consejos Comarcales, empresas públicas, y todo tipo de organismos son el botín, los beneficios de alcanzar el poder. No estoy hablando de corrupción, aunque también: a más estado más corrupción. Crece el gasto público. La deuda supera el PIB. La presión fiscal y la complejidad y el coste de la gestión no hace más que crecer.
Este crecimiento desmesurado de los organismos, el personal y el presupuesto no se ha reflejado ni en una mejor gestión, ni en una mejor atención al ciudadano. La digitalización, el teletrabajo en las administraciones públicas y las grandes empresas, las citas previas, han hecho palidecer a Kafka. Lo único que funciona es la AEAT, eso sí, siempre interpretando las normas a su antojo.
Las calles se desertizan a pesar de que la inmigración va ocupando de forma creciente locales, a base de un capital de origen ignoto
El sistema se mantiene por la tolerancia de los mercados con el déficit público, por los bajos tipos de interés. ¿Hasta cuando? Los gobernantes no tienen incentivos para tener en cuenta el medio y largo plazo, lo único importante es ganar las siguientes elecciones. Tras de mí, el diluvio, piensan, si alguno todavía lo hace. Mientras tanto, desparece la industria, la agricultura, los autónomos, las pymes. Las calles se desertizan a pesar de que la inmigración va ocupando de forma creciente locales, a base de un capital muchas veces de origen ignoto y un esfuerzo y unas condiciones de vida que los autóctonos no están dispuestos a soportar. Occidente en general, y España y Cataluña en particular, están en un proceso de decadencia que a quién más va a afectar negativamente es a las nuevas generaciones, cada vez más dependientes de un Estado asistencial que a duras penas puede prometer más que la mera supervivencia.
La metástasis del Estado conlleva un creciente intervencionismo, derivado de la multiplicación de organismos y la superposición de niveles de administración, y, ahora en Cataluña y España, de la ideología de unos gobiernos que quieren imponer sus ideas, su visión del mundo, anulando la libertad de individuos y familias. Una regulación enfermiza que hace nacer normas tan estúpidas como la de protección animal o una ley trans que no pretende defender los derechos de las personas trans, sino fomentar una decisión compleja y de efectos irreversibles entre adolescentes, por poner dos ejemplos. No es extraño que una de las principales reivindicaciones de los agricultores sea la disminución de la carga burocrática.
Para nuestro presidente formaré parte de la fachosfera. Para mí, se trata de defender la libertad y la democracia
Un Estado omnipresente que en manos de gobernantes iliberales tiende a acabar con la división de poderes y a imponer su visión del mundo bajo una pretendida superioridad moral que, como los antiguos inquisidores, quieren imponer mediante la corrección política que justifica la censura y leyes morales a la carta.
Todo ello nos aboca, si no hay una respuesta desde la sociedad, a la laminación de las clases medias, o, dicho de otros modo, al fin de la democracia y de los valores de la Ilustración. Sin duda, para nuestro presidente formaré parte de la fachosfera. Para mí se trata de defender la libertad y la democracia. Hay que frenar la metástasis del Estado, como a la rana nos están cociendo a fuego lento.