Estos días todos los medios publican análisis sobre los temas que centrarán el debate político en 2024, año de elecciones catalanes a celebrar en el último trimestre o principios de 2025. En los medios secesionistas como El Nacional se pone el hincapié en que este año estará marcado por la aplicación de la amnistía y la puesta en marcha de las mesas de diálogo o, dicho de otra forma, la materialización de los acuerdos que propulsaron a Sánchez a la presidencia del Gobierno. En cambio en La Vanguardia se mantiene que el procés ha quedado atrás y se enumeran como desafíos para 2024 la educación, la sequía y la definición de un modelo de crecimiento próspero y sostenible. Por su parte, El Periódico mantiene una tesis parecida y añade la inmigración o las renovables como temas a tener en cuenta en 2024.
No coincido con la afirmación contundente de La Vanguardia que el procés ha quedado atrás. En todo caso, entramos en un punto y aparte. La amnistía y las mesas de diálogo van a estar muy presentes en los próximos meses y el debate sobre la independencia va a ser nuclear en la lucha entre ERC y Junts por la hegemonía independentista. Asimismo, el PP y Vox van a utilizar estas cuestiones para desgastar a los socialistas.
Se abre una etapa en la que quiénes afronten los temas que preocupan a la sociedad catalana, más allá de independencia sí o no, con claridad, sin omisiones pero con finezza van a tener opciones electorales.
Sí que afirmo que el procés no va a monopolizar el debate, especialmente una vez pasadas las elecciones europeas, por los signos de cansancio de la sociedad catalana a este respecto. En mi opinión, los temas estrella serán la inmigración, la inseguridad, el debate cultural y cuestiones socio–económicas como la fiscalidad, la energía nuclear y las renovables, la educación, la sanidad y la colaboración público privada.
Tiempo habrá para posicionarse en todas esas cuestiones pero coincido con Josep Martí en que la cuestión previa para conseguir un debate sosegado y fructífero en estos temas es hablar y dejar hablar. Basta de autocensura por miedo a la nueva inquisición que prolifera en las redes. Basta de llevar los argumentos al extremo para no permitir matices y diálogo.
Se abre una etapa en la que quiénes afronten los temas que preocupan a la sociedad catalana, más allá de independencia sí o no, con claridad, sin omisiones pero con finezza van a tener opciones electorales.