Alcanzar el prometido déficit del 3,9% del PIB para este año 2023 parece difícil. Eso implica gastar 9.000 millones menos que en 2022 y está claro que este Gobierno no quiere jugar en esa liga (la de los ahorradores).
Tampoco será fácil conseguir un déficit del 3% en 2024, como también han prometido. Son 11.000 millones menos de gasto. Y eso tropieza con los múltiples compromisos dinerarios de Pedro Sánchez con sus aliados (Sumar, PNV, Bildu, ERC y Junts). Y más en un año electoral (elecciones autonómicas en País Vasco y Galicia, y elecciones europeas).
Por otro lado, el 17 de octubre se reúnen los ministros de Economía de la UE para aprobar las nuevas reglas fiscales. Nos van a imponer un déficit por debajo del 3%.
Es indiscutible que hay que reducir el déficit desde ya. Y para eso hay que gastar menos o recaudar más. Y esperar que el ciclo económico acompañe, cosa que no está clara. Sin embargo, este Gobierno no sirve para gastar menos. Lo que va a hacer es intentar recaudar más. De hecho, la OCDE acaba de recomendarnos subir los impuestos especiales sobre la gasolina (47 céntimos por litro) y el gasóleo (38 céntimos por litro). Además del IVA al 21%. Y el Banco de España dice que hay que retocar el IVA reduciendo la cantidad de productos que van al 4% o al 10%, en lugar de al 21%. Terrible.
Y a eso viene nuestra pregunta de hoy: ¿está el país preparado para sufrir una subida de impuestos?
¿Qué es la presión fiscal?
La primera forma de medir el impacto de los impuestos sobre la economía es la presión fiscal: relación entre los ingresos públicos (impuestos y cotizaciones a la SS) y el PIB.
Utilizamos los últimos datos disponibles, que son los de 2021. Y tenemos en cuenta la última revisión del INE sobre PIB.
Lo primero que debe anotarse en España es el fuerte incremento de la presión fiscal en los últimos años: en 2012 esa presión era el 33,2%. En 2021 es el 38,5%. El incremento de 5,3 puntos entre 2012 y 2021 es muy superior al de los países de la UE, donde la presión fiscal en los últimos años se ha mantenido estable en torno al 40%.
La presión fiscal media de la Unión Europea en 2021 es el 41,3%. La brecha fiscal es de un 2,8%, unos 34.000 millones del año 2021. Que deberíamos recaudar de más para ponernos al nivel de la UE.
¿Y qué es el esfuerzo fiscal?
Sin embargo, comparar economías atendiendo solo a la presión fiscal no es suficiente. Hay que valorar lo que le cuesta pagar los impuestos al contribuyente medio de cada economía. No es lo mismo tener una presión fiscal de un 40% cuando la renta media es 25.000 euros que cuando la renta media es 40.000 euros. El esfuerzo fiscal es muy superior en el primer caso.
Por eso, la magnitud más relevante es el esfuerzo fiscal, es decir, la relación entre la presión fiscal y el PIB per cápita. Y en este punto, España sale malparada.
En 2021 la presión fiscal española era el 38,5%. Y el PIB per cápita 25.820 euros. El índice de esfuerzo fiscal en España es 149.
En 2021 la presión fiscal media de la UE es el 41,3%. Y el PIB per cápita medio de la UE es 32.430 euros. El esfuerzo fiscal en la UE es 127, muy inferior al de España.
De este modo, el esfuerzo fiscal en España es muy superior al de Italia, al de Francia, al de Alemania… Esto obedece al bajo nivel de renta española en comparación con la UE. Al contribuyente medio español le cuesta mucho más pagar los impuestos que a su homólogo europeo. Esto hay que tenerlo en cuenta.
Conclusiones
1.Es cierto que existe una brecha de recaudación fiscal entre España y la UE. En 2021 esa brecha es de un 2,8%, 34.000 millones.
2.Esa brecha no procede del IRPF, ni del Impuesto sobre Sociedades ni de las cotizaciones a la SS. En estos temas, España está en línea (o supera) la media de la UE.
3.Esa brecha procede de la baja tributación en Impuestos sobre gasolina y gasóleo, y de la baja tributación en IVA. Reducir la brecha fiscal, por ejemplo, a la mitad, obliga a recaudar 17.000 millones más al año (millones de 2021) y el único camino para conseguirlo es endurecer los impuestos especiales sobre gasolina y gasóleo, y el IVA. Y quizá el IBI.
A la vista del altísimo nivel de esfuerzo fiscal que ya sufrimos en España, no es aventurado afirmar que los contribuyentes españoles no pueden soportar ese endurecimiento.
4.Las ocurrencias fiscales del Gobierno son puro populismo. Son de dudosa legalidad, van en sentido contrario a lo que necesita el crecimiento, y recaudan poco. Entre Energéticas y Bancos se recaudarán 2.880 millones en este año 2023. Por Grandes Fortunas se han recaudado 623 millones (el 90% en Madrid).
Para apuntar: en 2022 la Tasa Tobin ha recaudado 305 millones (en lugar de los 850 prometidos por Hacienda). La Tasa Google ha recaudado 296 millones (en lugar de 968). La recaudación por la llamada “fiscalidad verde” es irrisoria. ¿Qué nos están contando?
Y no se atreven a restablecer de golpe la fiscalidad sobre electricidad y gas, a partir de 1 de enero de 2024.
Hacienda está pensando en hacer retoques en el IRPF. Por ejemplo, eliminar los 3.400 euros de reducción en base para tributación conjunta. No es relevante.
5.Habrá quien diga que la brecha se soluciona endureciendo los impuestos sobre el Patrimonio o Grandes Fortunas. Sin embargo, estos impuestos no son en absoluto idóneos en ningún sistema fiscal pues:
a) son injustos ya que vuelven a gravar la renta ahorrada, que ya pagó IRPF. Y lo hacen recurrentemente todos los años hasta situar la tributación conjunta en el 60% de la base del IRPF, lo cual es confiscatorio;
b) recaudan muy poco y a cambio generan efectos económicos muy perjudiciales; y
c) por eso no existen en ningún país de la UE. Es así de sencillo.
6.Visto cómo estamos en esfuerzo fiscal, el país no está en estos momentos en condiciones apropiadas para soportar un aumento de la presión fiscal, ni siquiera de un punto. Ni en impuestos directos ni en impuestos indirectos. El Gobierno debería concentrarse en hacer todo lo necesario para que los empresarios creen empleo. Y en gastar menos.