«Junts es un grupo parlamentario que, al igual que Esquerra, más allá de las acciones que cuatro personas, cinco, diez, las que fueran, llevaran a cabo, representan a un partido cuya tradición y legalidad no está en duda». Estas declaraciones del vicesecretario de Institucional del PP, Esteban González Pons, en una entrevista en Onda Cero, en la que justifica que su partido está dispuesta a hablar con todos los partidos menos con Bildu, han desatado la polémica y cosechado gran número de críticas.
Así, dentro del constitucionalismo, los reproches se han producido desde la izquierda y la derecha. Entre los primeros, el analista de The Objective, David Mejía, ha ironizado: «Denunciar las negociaciones del PSOE con Junts y ERC, y sentarte a negociar con Junts y ERC. Otro astuto plan del Partido Popular».
Mientras, entre los segundos, el profesor y columnista de Voz Pópuli Óscar Monsalvo ha sido particularmente duro: «Todo lo que se puede decir sobre el PP y su alergia al desarrollo y la defensa de ideas, principios y discursos políticos se queda corto. Es un partido voluntariamente absurdo y vacío».
Muy distinta ha sido la reacción del catalanismo conservador. Así, en La Vanguardia, voces como la del artículista Josep Martí Blanch han celebrado el cambio del PP señalando que «por algo se empieza, y ese algo es naturalizar al interlocutor y concederle legitimidad».