La división dentro del separatismo va camino de convertirse en un mal endémico. A pesar del mal momento de popularidad que atraviese el movimiento —el último CEO revela que solo el 42% de los catalanes apoya la ruptura con el resto de España—, el secesionismo parece incapaz de superar su fractura, cada vez más descarnada. El último enfrentamiento lo han protagonizado el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la eurodiputada neoconvergente Clara Ponsatí, ambos prófugos de la Justicia española.
Primero, la exconsellera de la Generalitat atacó a Junts —su propia formación— acusándola de engañar a los votantes. «Debemos hacer política en mayúsculas y dejar atrás la simple gestión de las expectativas. Basta chutar el balón adelante y generar ilusiones falsas», declaró Ponsatí tras la retirada de la inmunidad dictada por la Justicia Europa. Puigdemont respondió pidiéndole más «empatía» y amenazándola con apartarla de Junts. «El independentismo se hace grande cuando atraviesa el carril central de la sociedad, no cuando va por los bordes», señaló Puigdemont. Y añadió: «si quiere [Ponsatí] ir por los márgenes, podrá hacerlo, pero por libre, ya que no es compatible con el proyecto de Junts».