La muerte de Ciudadanos empezó a fraguarse el día que Rivera decidió convertirlo en un partido liberal de ámbito estatal. Perdió su ADN de partido transversal de los catalanes no nacionalistas. Catalanes cansados de ser ignorados por PP y PSOE, de ser moneda de cambio en sus pactos con los nacionalistas catalanes para alcanzar el Gobierno de España. Con todo, la maniobra pudo salir bien por el golpe frustrado del independentismo catalán de septiembre y octubre de 2017, que llevó a Ciudadanos a conseguir 36 diputados en Catalunya y, posteriormente, a lograr 57 diputados en las generales de abril de 2019.
A partir de ese momento, todo han sido errores. Rivera se creyó capaz de superar a Casado y no facilitó el pacto con el PSOE. Sus prisas por convertirse en líder del centro derecha y superar al PP no tuvieron en cuenta que el PP es un partido con raíces, implantado en toda España y con líderes locales, mientras Ciudadanos desdeñó siempre a la militancia, a la implantación local. Las elecciones autonómicas y locales de 2019 lo dejaron fuera de juego. Y en noviembre de 2019 se consumó el desastre al obtener 10 diputados que forzaron su renuncia y su sustitución por Inés Arrimadas.
La refundación, sin debate ni renovación, sin democratización interna, una mala comedia que no sirvió para nada
Inés Arrimadas, lejos de revivir el partido, lo ha llevado a la desaparición. Primero le dio una estocada de muerte en Cataluña al dilapidar sus 36 diputados y acabar abandonando Barcelona como ya hizo Rivera. Al convertirse en líder nacional, lejos de democratizar y descentralizar Ciudadanos y recuperar al sector socialdemócrata, que había roto con Rivera, se encerró con su guardia pretoriana y priorizó su vida privada sobre la acción política. A partir de ahí todo han sido fracasos. La refundación, sin debate, sin renovación, sin democratización interna, una mala comedia que no sirvió para nada. Su último desatino, su alejamiento de la política retirándose a Jerez sin hacer un congreso de verdad. Hoy se ha oficializado el acta de defunción.
En definitiva , Rivera y Arrimadas han logrado todo un récord de malbaratamiento de un inmenso capital político.