Clemente Polo presenta su libro ‘Covid-19: La Gran Decepción. Algunas lecciones para España y Occidente’

Clemente Polo durante la presentación del libro.

Nuestro columnista Clemente Polo acaba de presentar su último libro, Covid-19: La Gran Decepción. Algunas lecciones para España y Occidente. Y, con motivo de la misma, nos ofrece el siguiente artículo:

Agradecimientos

Quiero empezar dando las gracias a Francisco Moreno, director del diario El Liberal,por publicar artículos que por sus características y extensión son inhabituales en prensa. Quiero agradecer también al historiador económico Gabriel Tortella haberme sugerido recoger los artículos publicados en forma de libro. Pero sin duda, mi mayor deuda intelectual es con mi gran amigo y paisano bilbilitano Calixto Badesa, profesor de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la UB, que tuvo la paciencia de leer la mayoría de los artículos antes de publicarlos y me hizo numerosas sugerencias que me salvaron de más de un error y mejoraron la comprensión del texto y el rigor de los argumentos. Estoy agradecido, por último, con Don Rafael Rodríguez-Ponga, Rector de la UAO-CEU, Doña María Jesús Pesqueira, Decana de la Facultad de Derecho y Empresa, y Don Emilio Boronat, profesor de la UAO, por su interés en que este libro viera la luz en la editorial CEU.

Título y valor testimonial

Al leer el título del libro “Covid-19: la Gran Decepción” quizá ustedes se pregunten a qué responde la expresión ‘Gran Decepción’. Pues bien, la explicación es bastante simple: como profesional de las ciencias sociales me sentí profundamente decepcionado por la combinación explosiva de imprevisión, inacción y prepotencia de que hicieron gala la mayoría de los gobiernos Occidentales, incluido el Gobierno de España, tras la irrupción del virus SARS-CoV-2 (Covid-19) a principios de 2020, y por su incapacidad para gestionar con eficacia las primeras oleadas de la pandemia en 2020 y 2021. En cuanto al subtítulo, “Algunas lecciones para España y Occidente”, les diré que responde a una sugerencia que me hizo el propio Rector cuando le presenté el borrador de la lección inaugural del curso universitario 2021-2022 que fue finalmente impresa con el título “Covid-19: algunas lecciones para el futuro”.

Quiero manifestar, antes de adentrarnos en el contenido del libro, que su publicación responde a mi empeño en dejar constancia, como profesional de las ciencias sociales, de la evolución y la gestión de la convulsión social y la tragedia humanitaria más graves registradas en España desde el final de la Guerra Civil en 1939, y en Occidente desde el final de la II Guerra Mundial en 1945. Y como digo en el Prólogo “mi propósito como profesional de las ciencias sociales dedicado a la docencia e investigación desde 1972, no es sentar cátedra sino realizar una modesta aportación a esa investigación independiente que reclamaban algunos científicos españoles en un manifiesto publicado en The Lancet el 6 de agosto de 2020”.

El libro se abre con un párrafo extraído de la última novela (Tomás Nevinson) de Javier Marías, tristemente fallecido el 11 de septiembre de 2022, tras contraer Covid-19, un suceso que no podía anticipar cuando decidí incluirlo a modo de homenaje a las víctimas:

“El tiempo suprime el tiempo, o el que viene borra al que le deja el sitio y se fue; el hoy no se suma al ayer sino que lo suplanta y lo ahuyenta, y en esa esfera sin apenas memoria la continuidad difumina qué fue antes y qué después, todo se convierte en un magma indistinguible y uno ya no concibe la existencia que fue posible pero no aconteció, la que se descartó y se dejó de lado, la que nadie atendió, o es que se intentó y fracasó. Lo que no ocurre carece de brío y hasta la distinción se pierde en la espesa bruma de lo que no es y será, y a nadie le interesa nada de lo que no sucedió, ni siquiera a nosotros mismos lo que no nos sucedió”.

Una exquisita reformulación literaria del viejo dicho el vivo al bollo y el muerto al hoyo.

El jueves 12 de marzo de 2020 impartí la que, sin saberlo, sería mi última clase presencial en la UAB. Esa misma noche recibí una comunicación del Rectorado anunciando la suspensión indefinida de todas las actividades docentes. El sábado 14 de marzo, el presidente del Gobierno anunciaba la declaración del estado de alarma, suspendía todas las actividades no esenciales y confinaba a la población en los domicilios. Como bien dice Marías, “El tiempo suprime el tiempo, o el que viene borra al que le deja el sitio y se fue”. Casi nadie recuerda ya lo ocurrido y quienes gestionaron la pandemia quieren pasar página y echar tierra sobre el desastre vivido durante esos quince meses en los que, casi semana a semana, fui publicando los artículos recogidos en el libro. Poco más puedo añadir sobre la motivación para escribir este libro al párrafo del Prólogo incluido en la contraportada del libro:

“Esta recopilación de artículos es un mero testimonio de un profesional de las ciencias sociales, alarmado y hasta escandalizado en muchas ocasiones, ante una crisis humanitaria y económica que ha desnudado y puesto en evidencia la falta de solvencia del Gobierno de España y, me atrevo a decir, de la mayoría de los gobiernos de países desarrollados de Occidente, incluidos nuestros vecinos y socios de la UE”.

Contenido y guía de lectura

El libro incluye un prólogo y 54 artículos numerados cronológicamente según fecha de publicación. En realidad, se trata de 53 artículos publicados entre el 14 de marzo de 2020 y el 29 de mayo de 2021, el primero escrito antes de conocer que iba a decretarse el estado de alarma y el último cuando se había ya iniciado el proceso de vacunación masiva de la población. El artículo que cierra el libro, publicado el 12 junio de 2021, presenta una apretada síntesis y puede resultar un buen punto de partida para iniciar la lectura del libro.

Los artículos son autocontenidos y no responden a un plan premeditado, porque cuando escribí el primero ignoraba que le seguirían muchos más. El 12 de marzo, cuando impartí mis últimas clases en la UAB con relativa normalidad, confiaba todavía en la veracidad de la información tranquilizadora que el Gobierno, por boca de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias Sanitarias, nos ofrecía puntualmente en ruedas de prensa televisadas. No obstante, como el título del primer artículo sugiere Covid-19: un convidado de piedra que mata” ya intuía antes de decretarse el estado de alarma que la muerte andaba pisándonos los talones, una posibilidad que nuestro Gobierno había descartado con suficiencia hasta ese momento. 

Pese a que desde las primeras semanas de 2020 se conocían tanto la elevada contagiosidad y letalidad del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 (Covid-19) como las drásticas medidas de confinamiento adoptadas por el gobierno de China  en la  prefectura de Wuhan, donde se habían localizado los primeros casos, para frenar la expansión incontrolada de los contagios al resto de la provincia de Hubei y demás provincias de la República, los gobiernos Occidentales parecían dar por descontado que el virus no alcanzaría sus países, o, que de hacerlo, tendría consecuencias insignificantes. Lo que les preocupaba, nos decían una y otra vez, en esos momentos era la gripe.

El 31 de enero de 2020, Simón declaraba que “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado”. Un día antes, el Comité de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) había logrado alcanzar finalmente el consenso de sus miembros para reconocer que “el brote constituye una emergencia de salud pública de importancia internacional”. El 3 de febrero, la OMS publicó el Plan Estratégico de Preparación y Respuesta en el que recomendaba para hacer frente a la emergencia

  • Establecer un sistema de coordinación a nivel internacional para mejorar la detección, establecer protocolos y guías para prevenir la expansión de la infección y romper las cadenas de transmisión entre países.
  • Escalar la preparación y las respuestas operativas a nivel nacional para detectar el virus, prevenir los contagios y proporcionar tratamiento apropiado a los infectados.
  • Priorizar la investigación e innovación para hacer frente a la emergencia.

El 9 de febrero de 2020, Simón declaraba en una entrevista publicada en el diario Heraldo de Aragón que “no hay razón para alarmarse con el coronavirus”. Preguntado sobre el importante papel tranquilizador que estaba desempeñando en sus comparecencias públicas respondió con suficiencia que “simplemente ofrecemos puntualmente información veraz, clara y concreta. Nada más”. Ojalá hubiera sido así.

El 28 de febrero, la OMS publicó el “Informe OMS-China de la misión conjunta sobre la enfermedad del Coronavirus (Covid-19)” donde se daba cuenta de los resultados obtenidos en la visita realizada por una delegación internacional de expertos a Wuhan y otras ciudades chinas entre el 16 y el 24 de febrero. En el apartado IV del informe, titulado “Recomendaciones principales”, la OMS aconsejaba a los gobiernos adoptar sin dilación medidas preventivas para afrontar la emergencia de salud pública, tanto en China donde la infección había alcanzado proporciones alarmantes, como en los países donde se habían detectado casos importados y/o brotes de origen desconocido, e incluso en aquellos países donde todavía no se habían registrado casos. El Informe incluía también algunas recomendaciones dirigidas a la población para que adoptara medidas de protección a nivel individual. Quiero subrayar que el informe reconocía que “el decidido y riguroso uso de medidas no farmacéuticas para contener la transmisión del Covid-19 en diversos escenarios proporciona lecciones vitales para una respuesta global”. Los gobiernos occidentales prefirieron ignorar esas lecciones. Y así nos fue.

Una semana después de declararse el estado de alarma, el 21 de marzo, publiqué un artículo titulado “Emergencia social y económica” en el que presenté estimaciones de la caída del PIB, un mes antes de que lo hicieran el FMI y el Banco de España. Como el título indica, me había bastado una semana para darme cuenta de la enorme gravedad de la situación y presentar mis estimaciones de la caída del PIB y aumento del déficit público, confirmadas meses después cuando el INE publicó sus estimaciones a finales de julio y septiembre de 2020. Esto es lo que escribí entonces y pueden leer en la pág. 41 del libro:

“La caída del PIB podría alcanzar 12,5 % en el primer semestre y el aumento del déficit de las AA. PP. dispararse hasta el 11,5 % del PIB del semestre. Estas consecuencias se amortiguarán en el segundo semestre, si logramos contener la epidemia en los próximos meses y recuperar los niveles de actividad en el tercer y cuarto trimestres de 2020, aunque lo más probable es que se produzcan caídas de la actividad en el segundo semestre. Por ello, cabe anticipar que en el escenario más favorable el PIB caerá en torno a 7% y el déficit público superará holgadamente el 8 % del PIB en 2020. En caso de que las caídas de actividad fueran elevadas también en el segundo semestre de 2020, la situación de las empresas y de las finanzas de las AA. PP. podría devenir insostenible.”

En muchos de los artículos incluidos en el libro, analizo las consecuencias de la actuación (o su ausencia) de los gobiernos Occidentales durante la fase de incubación de la primera oleada en la que ignoraron las advertencias y recomendaciones hechas por la OMS desde finales de enero: ni adoptaron protocolos para detectar con prontitud el virus,  aislar los focos y frenar la expansión incontrolada de los contagios, ni prepararon los sistemas sanitarios para tratar apropiadamente a los infectados, ni advirtieron a las residencias de mayores de la urgencia de adoptar medidas preventivas, ni consideraron necesario alertar a la población para que adoptara medidas de protección individual. El coste en vidas humanas causado por la inacción y prepotencia de la mayoría de los gobiernos Occidentales resultó altísimo (véase Gráfico 1) y buena prueba de ello es la enorme diferencia en la mortalidad registrada en la primera y las subsiguientes oleadas padecidas en España antes de iniciarse el proceso de vacunación masiva. Mejoría que se produjo a pesar de que la desescalada iniciada en junio se hizo de forma desordenada e imprudente, sin el asesoramiento de un comité de expertos independientes.

En el artículo “Covid-19: comparación de la primera y segunda oleadas”, publicado el 19 de septiembre, analizo las cifras de casos totales y fallecidos, y extraigo dos conclusiones particulares y una implicación de carácter más general:

  • Primera: se redujo la tasa de mortalidad en todos los grupos de edad en la segunda oleada.
  • Segunda: el peso de los grupos de mayor edad sobre el total de fallecidos se redujo también considerablemente.
  • Implicación general: estos resultados apuntan a que de haberse adoptado medidas preventivas durante las semanas que precedieron a la primera oleada no sólo podría haberse reducido significativamente el número total de fallecidos, sino salvado a muchas de las personas mayores que perdieron su vida en España durante la primera oleada entre el 10 de marzo y el 9 de mayo de 2020.
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Gráfico donde se muestra la evolución del número de casos (eje de abscisas) y muertos diarios (eje de ordenadas) durante la primera oleada. Apareció en el artículo “Subir cuesta menos que bajar”, 10 de octubre de 2020, p. 315.

Al elevado coste en pérdida de vidas humanas durante las fatídicas nueve semanas comprendidas entre el 10 de marzo y el 9 de mayo, hay que sumar el alto coste económico ocasionado por la inacción e imprevisión gubernamental. Cuando la infección se había expandido sin control, las autoridades se vieron compelidas a adoptar medidas estrictas de confinamiento que, si bien llegaron demasiado tarde para frenar el aumento de la mortalidad, como acabamos de comprobar en el Gráfico anterior, provocaron una caída de la actividad económica sin precedentes a la que bauticé Recesión Epidémica.

En otro artículo titulado “Y llegó el otoño: ¿cuántos muertos más tendremos y cuánto durará la recesión?” publicado el 14 de noviembre de 2020, utilizo cifras provenientes de los informes publicados por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE) sobre casos totales, hospitalizados y defunciones para diversos grupos de edad en la primera y segunda oleadas. Las abultadas diferencias en las cifras de fallecidos registrados en la primera oleada, muy superior a la reconocida en las estadísticas oficiales, venían a reforzar la tesis de que el número de fallecidos podría haber sido muy inferior de haberse adoptado medidas para afrontar la emergencia de salud pública, tal y como había recomendado la OMS, antes de decretar el estado de alarma.

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Cuadro incluido en el artículo “Y llegó el otoño: ¿cuántos muertos más tendremos y cuánto durará la recesión?” publicado el 14 de noviembre de 2020, p. 357.

Reproduzco aquí un par de párrafos del artículo:

“En síntesis, tenemos en números redondos algo más de 63.000 muertos más que en años anteriores hasta el 10 de noviembre de 2020, no 39.756 como reconoce el gobierno Sánchez, 444.593 fallecidos entre la primera semana de marzo y mediados de mayo y 18.752 en la segunda oleada cuyo inicio puede situarse a mediados de julio.”

“La acusada diferencia en letalidad entre las dos oleadas (44.593 frente a 18.752) es una clara indicación de que el gobierno Sánchez incurrió en una grave irresponsabilidad al no aconsejar a la población adoptar medidas para evitar los contagios y al no haber adquirido el material necesario para poder hacer frente con garantías a la subsecuente avalancha de infectados. De haber promovido el uso de mascarillas y haber preparado el sistema hospitalario y provisto al personal sanitario con trajes de protección adecuados, se podría haber reducido más del 50 % el número de víctimas”.

 (P. 357-358.)

La publicación en septiembre de la primera estimación de Contabilidad Nacional Trimestral permitió contrastar la bondad de las previsiones que había avanzado el 21 de febrero y que les recuerdo habían sido éstas: la caída del podría alcanzar 12,5 %, en el primer semestre y la ratio Déficit público/PIB situarse por encima del 11,5 % en el semestre. Pues bien, en el citado artículo, “Y llegó el otoño: ¿cuántos muertos más tendremos y cuánto durará la recesión?”,pueden leer también lo siguiente

“La caída del PIB en los dos primeros trimestres de 2020 respecto al mismo período de 2019 ha sido de 12,85 %, muy cercana a mi previsión de 12,5 %. Por otra parte, el déficit (necesidad de financiación de las AA. PP.) hasta junio de 2020 fue 61.589 millones y el PIB (nominal) de los dos primeros trimestres 543.663 millones, por lo que el cociente del déficit sobe el PIB en el primer semestre se sitúa en 11,33 %, una cifra muy próxima también al 11,5% que avancé en mi artículo de 20 de marzo. En cuanto al segundo semestre la caída interanual. La caída interanual del PIB en el tercer trimestre de 2020, 8,72 %, aunque muy inferior a la del segundo trimestre (21,51 %) es la segunda mayor de la serie contable y confirma mis peores temores: la economía española va a seguir cayendo durante el segundo semestre del año y no se vislumbra una salida rápida, en forma de V, recisión, ni cuándo recuperaremos el bienestar perdido”. (P. 354.)

Si la inacción e imprevisión gubernamental agravó la Recesión Epidémica en el primer semestre, la desordenada desescalada iniciada a comienzos de junio y las subsiguientes oleadas de contagios durante el otoño de 2020 impidieron que la economía pudiera recuperarse en el segundo semestre En relación con esta cuestión esto es lo que publiqué y pueden ustedes leer en la p. 360:

“Hechas las consideraciones anteriores, la variación intertrimestral del cuarto trimestre podría situarse entre un aumento de 1,1, caso de mantenerse el tono de actividad del tercer trimestre, y una caída de 2,5 % a causa de las restricciones a la actividad impuestas por las Comunidades para controlar el crecimiento de casos Covid-19. En el escenario más benigno, la caída de crecimiento interanual del PIN en el cuarto trimestre sería de 9,4 % y en el más negativo 12,7%, y la caída del PIB en los cuatro trimestres de 2020 podría situarse entre 11,3 % en el escenario más favorables y 12,1 % en el menos favorable y, digámoslo, más realista. Pese a su magnitud, estas previsiones son algo más positivas que la que maneja el Banco de España, inalteradas desde junio de 2020, y que no incorporan, por tanto, el repunte de la economía en el tercer trimestre.” (P. 360.)

Pues bien, la caída, del PIB acabó siendo 11,0 % en 2020. Y concluía el artículo con este caustico comentario:

“Hubiera sido mucho mejor para los españoles que me hubiera equivocado y que el doctor Simón, director del Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias Sanitarias (CCAES) hubiera acertado en sus pronósticos cuando nos aseguraba que en España no se producirían más allá de unos pocos casos de Covid-19 y que no había riesgo alguno por participar en la ‘ochomarzada’ feminista. Las consecuencias de la imprevisión del gobierno Sánchez son humanitarias, en primer lugar, con un exceso de muertos que sobrepasan ya los 63.000 (todos ellos producidos entre marzo y septiembre), y económicas, en segundo lugar, con caídas del PIB y el empleo en torno al 13 % (15,10 % en el segundo y tercer trimestres), sin parangón en la historia de España desde finales de la Guerra Civil (1936-39).” (P. 354.)

No les extrañe pues que a la vista de la desastrosa gestión de la pandemia escribiera lo siguiente en el artículo que cierra el libro:

 “A la vista de estas cifras, resulta obligado plantearse en manos de quienes estamos y qué habría ocurrido a los ciudadanos y a las economías de estos países si las vacunas hubieran tardado uno o dos años más en llegar, un escenario que ninguna persona sensata puede descartar. De todas las grandes potencias económicas, China ha sido el único Estado donde sus autoridades, pese a ser el primer país en sufrir los estragos del Covid-19, lograron, gracias a la imposición de un confinamiento muy estricto en la provincia más afectada (Hubei), contener en el primer trimestre de 2020 la expansión de la epidemia al resto de la República, realizar una desescalada controlada durante el segundo trimestre, evitando que acabarán produciéndose nuevas oleadas, y recuperar una normalidad vigilada durante el segundo semestre del año. De haber seguido, las pautas de actuación de los países occidentales, la catástrofe humanitaria y las pérdidas económicas del gigante asiático podrían haber alcanzado magnitudes estratosféricas. Y, al contrario, de haber seguido sus pautas los países occidentales, nuestras vidas podrían haber recuperado una normalidad vigilada hace nueve meses y las pérdidas económicas se habrían reducido considerablemente.” (P. 564.)

Son muchos los artículos y muchas las cuestiones analizadas como para poder tratarlas en esta presentación. Algunos artículos se centran más en la evolución de la epidemia y sus consecuencias humanas, otros en los aspectos económicos y los planes diseñados por el Gobierno para relanzar la actividad económica. Como ya he indicado, si lo que desea el lector es obtener una visión general de aquellos temas a los que he dedicado mayor atención, le aconsejo comenzar la lectura por el artículo 54 que cierra el libro. Puesto que los artículos son autocontenidos, incluso cuando tienen una secuela, el lector puede elegir su propio itinerario, guiado por sus intereses personales y lo atractivo que le resulte el título general y los títulos de las distintas secciones. 

No estamos ante un libro para leerlo de un tirón. En todo caso, el Anexo incluido en la p. 569 agrupa los artículos en 6 bloques temáticos para facilitar la tarea al lector. El artículo final y el Anexo están subdivididos en seis secciones cuyos títulos son suficientemente expresivos:

  1. Imprevisión y prepotencia gubernamental.
  2. Catástrofe humanitaria y argucias gubernamentales.
  3. Recuperación fantasmagórica y otros fraudes del SIS (acrónimo empleado en el libro para referirme a Sánchez, Illa y Simón).
  4. La dimensión sanitaria y humanitaria de la epidemia en España.
  5. La dimensión de la Recesión Epidémica en España
  6. La dimensión internacional de la epidemia y de la Recesión Epidémica.

Algunos artículos aparecen incluidos en más de una sección del Anexo al ocuparse de aspectos interrelacionados de la crisis.

A modo de conclusión

La publicación del libro por la editorial CEU viene a ratificar que estas páginas constituyen un testimonio valioso de un profesional de las ciencias sociales “alarmado y hasta escandalizado en muchas ocasiones” ante una crisis humanitaria y económica que ha desnudado a la mayoría de los Gobiernos occidentales. Antes de finalizar, quisiera plantearles dos preguntas que en más de una ocasión asoman en las páginas del libro:

  • Primera, ¿qué podría haber ocurrido de no haberse desarrollado con tanta rapidez las vacunas que han permitido paliar los efectos de la enfermedad?
  • Segunda, ¿han tomado nota los gobiernos occidentales de lo ocurrido y adoptado medidas para afrontar la próxima crisis con más solvencia, o se han limitado a pasar página a toda prisa para echar tierra encima y esconder sus responsabilidades en la catástrofe humana y económica padecida? 

Nuestro presidente del Gobierno se puso un notable a sí mismo al final de la primera oleada y no pierde ocasión de sacar pecho por la gestión realizada. En mi opinión, su gestión de la pandemia y la recuperación económica merece un suspenso bajo. No sólo eso: en mi artículo “Vidas truncadas II” responsabilizo al Gobierno de que decenas de miles de fallecidos no estén hoy entre nosotros. No, no “salimos más fuertes” como rezaba el indecente eslogan puesto en circulación por el ministro Illa tras la primera oleada en mayo de 2020. Y escuchar al presidente Sánchez afirmar que “nuestro mejor aval es nuestra gestión” produce escalofríos.

Solo me resta ya animarlos a leer el libro, aunque reconozco que su lectura nos remite a una de las crisis más trágicas y siniestras vividas por los españoles desde el final de la Guerra Civil. Y recordarles que la obra está dedicada también a “todas las personas que nos han dejado prematuramente por causa del Covid-19 desde marzo de 2020”, en un intento por mantener viva su memoria en este presente efímero que suprime y ahuyenta al tiempo que se fue.

Al futuro luminoso de tantos mayores que pudo ser pero quedó truncado, nos remiten los primeros versos de un conmovedor poema del gran escritor Jorge Luis Borges:

La vejez (tal es el nombre que los otros le dan)

puede ser el tiempo de nuestra dicha. 

El animal ha muerto o casi ha muerto. 

Quedan el hombre y su alma. 

Vivo entre formas luminosas y vagas

que no son aún la tiniebla.

    Elogio de la sombra (1969)

Un familiar de una víctima de ETA pronunció una frase que resuena todavía en mi memoria: “ni olvido ni perdono”. No voy a ir tan lejos. Me conformo con recordar a todas aquellas víctimas de Covid-19 a las que la inacción, imprevisión y prepotencia de nuestros gobernantes les han impedido disfrutar de lo que podría haber sido el tiempo de su dicha.

Muchas gracias.

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