La caída de Credit Suisse se debió a una campaña de alarmismo difundida masivamente en las redes sociales a partir de octubre de 2022. Además, las autoridades competentes no hicieron lo suficiente para frenar la salida masiva de capitales. Esto es lo que nos dijo la profesora y doctora Marlene Amstad, Presidenta de FINMA, la Autoridad Suiza de Supervisión de los Mercados Financieros, el pasado domingo en una rueda de prensa celebrada en el Gobierno suizo. Cuando un periodista le preguntó quién estaba detrás de los ataques, prefirió no contestar, pero insistió en que Credit Suisse cumplía todos los criterios de adecuación de capital y solvencia exigidos en Suiza, que son los más elevados de Europa.
Por otro lado, un artículo publicado en el Financial Times (FT) del 20 de marzo de 2023 por Stephen Morris, James Fontanella-Khan y Arash Massoud titulado «Cómo la trinidad suiza obligó a UBS a Credit Suisse» detalla como una novela cómo el gobierno suizo cedió una vez más a las presiones del extranjero. Hasta el punto de hundir el segundo mayor banco del país.
Credit Suisse, fundado en 1856 por Alfred Escher, emplea a unas 50.000 personas y es la joya de la corona de la plaza financiera suiza. Su rescate o más bien su liquidación bajo el peso del miedo y la manipulación bursátil son muy reveladores de los tiempos que vivimos… en Occidente. Una época en la que se han olvidado el patriotismo y el sentido común. Bastaron unas horas para que el gobierno suizo ahogara a Credit Suisse y satisficiera la incesante presión de París, pero también de los mercados financieros en su conjunto. Había que cortar el miembro antes de que la gangrena matara al sistema. Mañana podría ser el turno de otros bancos débiles, como Société Générale en Francia; Banco Sabadell en España o Deutsche Bank, que agoniza desde hace demasiado tiempo.
Podría suspender la cotización en bolsa del banco durante los días necesarios para calmar el viento de pánico procedente de EEUU
Después de entregar a la población a inyecciones experimentales de ARN Messenger; después de aplicar todas las sanciones posibles contra Rusia para satisfacer el diktat de la Comisión Europea y de Washington, el Consejo Federal recorta ahora su centro financiero para satisfacer a los competidores extranjeros del Credit Suisse. El término «alta traición» seria apropiado ? Fue suficiente que el Banco Nacional Suizo (BNS) anuncia la apertura de una línea de crédito ilimitada para el segundo mayor banco del país y ya está. Incluso podría suspender la cotización en bolsa del banco durante los días necesarios para calmar el viento de pánico procedente de Estados Unidos, tras la quiebra de algunos bancos estadounidenses de segunda fila.
Pero además de actuar de forma emocional y presa del pánico, los ministros suizos están creando precedentes desafortunados. El primero es el de engañar, sin más escrúpulos, a los inversores estatales saudíes que acudieron a investir en el banco el pasado otoño. El segundo es la ausencia de mano dura para defender a una de las empresas más importantes del país, en una época de guerra económica extrema. Por último, los reguladores suizos han borrado un préstamo de 16.000 millones de francos suizos en forma de bonos AT1 (Addicional Tier 1). Es un precedente surrealista ! El mercado de bonos AT1 tiene un valor de 250.000 millones de USD y habría que estar loco para aventurarse en él hoy en día. Lo mismo vale para invertir en un banco europeo clasificado como institución financiera de riesgo sistémico. Hay que evitarlos.
El mercado de bonos AT1 tiene un valor de 250.000 millones de USD y habría que estar loco para aventurarse en él hoy en día
La decisión del gobierno suizo de robar a los tenedores de bonos AT1 va en contra del orden del capital. Porque, como señaló Peter Garny de Saxo Bank en la revista financiera «allnews» el 21 de marzo, el capital AT1 está por encima de los fondos propios. Esto significa que siguen siendo los accionistas los que deben absorber las posibles pérdidas antes de que éstas repercutan en los titulares de capital AT1.
Y el FT nos cuenta que fue una llamada urgente de un banco suizo la que interrumpió los planes del presidente de UBS, Colm Kelleher, de celebrar el día de San Patrick y ver el partido de rugby Irlanda-Inglaterra. ¿El motivo? El caos en el banco rival Credit Suisse, tras ocho años de escándalos y problemas financieros. Se estaban celebrando frenéticas negociaciones para sellar el destino de Credit Suisse y evitar una grave crisis bancaria.
Todo empezó cuando el Banco Nacional Suizo (BNS), el regulador Finma y el ministro de Finanzas convocaron a los ejecutivos de Credit Suisse para anunciarles que se fusionarían con UBS. Los dos bancos se vieron entonces obligados a encontrar una solución para «salvar» a Credit Suisse, que a pesar de sus problemas de confianza no estaba en quiebra.
Tras muchas discusiones y tensas negociaciones, UBS aceptó finalmente aumentar su oferta a 3.250 millones de dólares en acciones para comprar Credit Suisse. A cambio, el banco recibió apoyo adicional del gobierno suizo, incluida una línea de liquidez de 100.000 millones de francos suizos y una garantía gubernamental para pérdidas de hasta 9.000 millones de francos suizos.
Queda por ver quién está detrás de estos ataques que han logrado sus objetivos: derribar un banco con el único uso de la manipulación de masas y el miedo
Al final, ambos bancos aceptaron el acuerdo, que se anunció en una rueda de prensa en Berna a la que asistieron los presidentes de ambos bancos y representantes del Gobierno. La Ministra de Finanzas, Karin Keller-Sutter, subrayó la importancia de esta operación para la estabilidad del sistema financiero suizo y, sobre todo, para el futuro de la economía suiza. Unos dias después nos damos cuenta que todo eso fue una trampa. Ningún banco en Europa está a salvo. Queda por ver quién está detrás de estos ataques que han logrado sus objetivos: derribar un banco con el único uso de la manipulación de masas y el miedo. La falta de preparación del gobierno suizo y su falta de liderazgo frente a poderes que actuaban desde el extranjero permitieron llevar a cabo el crimen.