Históricamente los catalanes hemos sido vistos como emprendedores, serios, trabajadores, discretos. También se nos ha calificado de tacaños. Cataluña ha sido una sociedad pujante, dinámica, creativa. Con el auge del nacionalismo, a los catalanes se nos ve como victimistas. Y no sin razón. Todo cuanto ocurre que no nos gusta responde a una conspiración del enemigo. No es nada excepcional. El recurso al victimismo, adornado de supremacismo, es común a todos los nacionalismo y es de lamentable recuerdo en los casos más extremos.
En nuestro caso este permanente victimismo tiene unos damnificados evidentes: los propios catalanes. Una sociedad victimista es una sociedad acrítica, acomodaticia. No es de extrañar la decadencia catalana. Lenta, pero continuamente, Cataluña pierde protagonismo como líder y se adormece en un victimismo que encubre incompetencia , clientelismo y despilfarro.
Laporta lo está utilizando de forma escandalosa, como lo ha hecho Borràs. A nivel personal lo entiendo cuando no se tienen otros argumentos de defensa. Lo grave es que el victimismo se institucionalice, que la sociedad adormecida lo acepte sin cuestionar nada.
No es una imagen agradable y los barcelonistas no se merecen el mal trago que están pasando
Afortunadamente, parece que cada vez el recurso al victimismo tiene menos eco en una sociedad catalana cada día más harta de que con las banderas, de club o de país, se pretenda taparlo todo. España nos quiere hundir, el Madrid nos quiere destruir, en el discurso subliminal son lo mismo, dicen la una y el otro. Pues bien, cada día más catalanes, incluso muchos que en su día miraban a otro lado cuando surgió el caso Pujol, ya no comulgan con ruedas de molino. Lo podemos apreciar en los medios y en las redes. Piden explicaciones y no se conforman con el relato victimista.
Laporta se ve acorralado. En sus últimas declaraciones ha cometido un error, extraño en él, al romper a llorar y decir que no era por debilidad. ‘Excusatio non petita, acusatio manifesta‘. Laporta, abogado, lo hubiera tenido en cuenta si no estuviera al borde del ataque de nervios. No es una imagen agradable y los barcelonistas no se merecen el trago que están pasando. Deberían darse explicaciones, si es que existen, para rebatir lo que relata Fiscalía en su escrito. Pero no será fácil pues los pagos están acreditados y no hace falta probar que se consumó la compra de árbitros para la existencia de delito. La falta de claridad crea un daño dificilmente reparable en el prestigio y la solvencia futura del club. La falta de explicaciones repercute en temas tan importantes como la financiación del Espai Barça, o la posible exclusión temporal de competiciones europeas.
Mala peça al teler