Trias no será alcalde, sostiene Agustí Colomines en El Nacional el lunes 6 de marzo. Con compañeros de viaje tan animosos, ¿quién necesita adversarios? Aunque oficialmente fuera de la militancia política y definiéndose como puigdemontista crítico, Colomines debería como mínimo simpatizar con la alternativa Trias. Si no, mal va la candidatura de quien ya fue alcalde de Barcelona del 2011 al 2015, en tiempos aún de Convergència i Unió.
«Sería un milagro —dice Colomines— que el antiguo alcalde de Barcelona por CiU recuperara la vara de mando con un partido que no se sabe cuál es, dado que reniega de Junts, o cuando menos de aquella coalición de personas que hicieron nacer a Junts con Puigdemont». Pero si Ada Colau ha estado ocho años presidiendo el Ayuntamiento de Barcelona —con sólo 11 concejales en 2015 y 10 en 2019, de un total de 41—, es porque los milagros existen. Ahora un candidato que se comprometa a no hacer absolutamente nada auguraría un mejor futuro para la capital que persistir en la experiencia colauíta. Lo ideal sería corregir los estropicios, pero se advierte en todos los candidatos un cierto miedo a afrontar el desafío.
La decadencia de Barcelona
Colomines tiene una visión idealizada de lo que es el partido puigdemontista —«los orígenes de Junts no son ni CDC, ni el PDECat, se relacionan con la aplicación del 155, el exilio de Puigdemont, y con la voluntad de muchas personas de enfrentarse a la represión a través de las urnas»— que contrasta con la vuelta al realismo político que aspirar a encarnar Trias. Pero ¿por qué no va a poder llegar Trias a la alcaldía? Por esto: «No tendrá suficientes apoyos para ser elegido. Si nos fiamos de las encuestas más recientes, su candidatura “personalista” obtendrá un máximo de 11 concejales. ¿Con qué partido se aliará Trias para sumar los diez escaños que le faltan para alcanzar la mayoría absoluta? Si la segunda posición la ocupa Ada Colau, está claro que la actual alcaldesa seguirá en el cargo, porque el PSC y ERC no se atreverán a dar su apoyo a Trias. El PSOE necesita a Unidas Podemos en España y no va a correr el riesgo de violentar a los lilas desposeyendo a Colau. Esquerra tampoco prestará ningún tipo de apoyo a Trias. Los republicanos llevan años trabajando para “liquidar” lo que este hombre representa. Una estrategia que se ve reforzada por la alianza de ERC con la izquierda española. Una alianza que es tan suicida como la de Companys con el PSOE en 1934 y que, como ya advertía Josep Tarradellas cuando era secretario general de ERC, ha sido uno de los grandes males de la izquierda catalana.»
Una vez más, la incapacidad de los partidos para consensuar una mayoría en beneficio de la ciudad, significará sacrificarla en el altar de la demagogia. Según Colomines, «el efecto Trias se produce como consecuencia de la propaganda anti-Colau que difunden los medios de comunicación del establishment». Esa propaganda, si existe, se queda muy corta y será insuficiente para articular una alternativa para rehabilitar Barcelona. Pero para Colomines el defecto de la candidatura de Trias consiste en su intento para desmarcarse de la aventura que ha acabado en Waterloo, tanto en sentido figurado como literal: «Todo lo que Junts pueda ganar por la “derecha” y la “gente de bien”, lo perderá por el flanco independentista.» Sin embargo muchas de las funciones municipales, como la limpieza, la seguridad y el tráfico, no son de derechas ni de izquierdas, ni independentistas ni antiindependentistas. Tampoco hay que ser un doctor en politología para entender cuáles son las necesidades urbanas prioritarias.
El mismo Colomines recuerda, y hace bien en recordar que fue Trias «el primero en plantear la implantación de supermanzanas en el Poblenou y en Hostafrancs, que debían servir de prueba para ver si se podían replicar en otras cinco zonas de la ciudad». Ahora «Colau está convirtiendo Barcelona en un inmenso yacimiento arqueológico, con la ciudad patas arriba, y está desfigurando el Plan Cerdà con la total complicidad del PSC, partido con el que ha gobernado desde el primer día, pero la decadencia de Barcelona es muy anterior». Rectificar es de sabios, pero se le está haciendo tarde.
Laboratorio de experimentos podemitas
Más que en la oposición, perdida en vaguedades y estrategias mediocres, para entender la magnitud de la tragedia barcelonesa hay que recurrir a ocasionales artículos como el de Josep Miró i Ardèvol en la Vanguardia del día 7: Los coches se evaporarán. Anuncia el «colapso de la movilidad» a consecuencia de estar «concentrando los coches en los dos tercios de las calles del Eixample gracias a la supermanzana, liquidando la Via Laietana, uno de los pocos ejes mar-montaña, e introduciendo el carril bici en Via Augusta». También está la reconversión de la Plaza de España, haciendo «desaparecer el túnel subterráneo de entrada a la ciudad», y la de la de Francesc Macià, que acabará «convertida en una gran área terminal de autobuses».
El propósito de erradicar la circulación de vehículos en la ciudad parece claro, ante la pasividad de los ciudadanos y el negro futuro que se cierne ante la antaño orgullosa capital mediterránea y ciudad olímpica: «Evaporar el coche. Esa es la gran estrategia. Claro que este camino presenta un problema muy grave: evaporarán también la actividad económica vinculada a esta movilidad, que no es fruto del deseo, sino de la necesidad. La economía de Barcelona decaerá. La palabra exacta es decrecerá. Evaporación igual a reducción de la actividad económica.» Concluye: «Las próximas elecciones van de eso: decrecer o desarrollarse.»
Hace años que circula en Twitter una frase que si a primera vista parece exagerada, basta un paseo para comprobar su exactitud: «Barcelona ya no es rival de Madrid en nada. Se ha convertido en una mediocre ciudad provinciana. Un laboratorio de experimentos podemitas, el meadero del guiri borracho, el hogar del mena, el paraíso del okupa, la meca del carterista y el oasis del mantero.»