Simplificar es una práctica imprescindible para avanzar en nuestra comprensión de la realidad que nos rodea. Los estudiosos en las Ciencias Sociales descartan aquellos aspectos de la realidad objeto de estudio que consideran irrelevantes para facilitar el análisis del problema y concentrar la atención en aquellos cuya incidencia consideran más decisiva. Esas simplificaciones y los resultados obtenidos suelen ser escudriñados por sus pares y gracias al escrutinio cruzado de los resultados de unos y otros se logra alcanzar una comprensión más contrastada de la compleja realidad. A diferencia de lo que ocurre en el mundo académico, el propósito de las simplificaciones empleadas en el ámbito de la gestión política no pretende separar lo sustantivo de lo accesorio, sino aprovechar la concurrencia de algún suceso impactante para atribuirle unos efectos mayores de los que en realidad tiene y difuminar el papel de otros factores que podrían afear su gestión.
Nos acercamos al aniversario de la criminal invasión de Ucrania ordenada por el gobierno de Putin el 24 de febrero de 2022, y el Gobierno de España sigue achacando a la ‘guerra’ tanto las fuertes elevaciones de precios registradas como la ralentización del crecimiento económico y la necesidad de crear nuevos impuestos a la carta para combatir los efectos de la inflación. A mantener este estado de confusión colaboran activamente los medios de comunicación que nos trasladan las opiniones de los gestores políticos sin casi nunca contrastarlas con las de expertos más cualificados, y nos ofrecen a modo de tributo populista un ramillete de opiniones de los sufridos ciudadanos que vienen a confirmar lo que todo el mundo sabe: que los precios han subido una barbaridad y las medidas adoptadas por el Gobierno para combatir la inflación apenas han aliviado sus vacíos bolsillos. El mundo de la información a la par que el de la política se han convertido en un escaparate donde lo que menos importa es la calidad del género exhibido.
¿Cuándo empezó el brote inflacionista en España?
En este artículo vamos a utilizar el índice general de precios al consumo (IPC) y los índices de varios grupos especiales para afinar cuándo y cómo se inició el actual brote inflacionista y deslindar lo ocurrido antes y después de la invasión de Ucrania. Para no situarnos a las puertas de la invasión vamos a centrar la atención en la evolución de los precios entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021 y en lo acaecido durante 2022, el año en que se produjo la invasión y en el que con más fuerza deberían haberse notado los efectos de la guerra.
El Cuadro 1 muestra las tasas de variación interanual del IPC, cuatro grupos especiales, Alimentos elaborados, Bebidas y tabaco (Alimentos elaborados, ByT), Alimentos sin elaborar, Productos energéticos y Carburantes y Combustibles, y el índice de la Electricidad (subclase 0451). Como puede observarse, el aumento de los precios se aceleró notablemente en 2021 pasando en algunos casos de tasas de variación incluso negativas en diciembre de 2020 a tasas notablemente elevadas un año después. La aceleración del aumento de los precios de consumo se inició en el primer trimestre de 2021, muchos meses antes de producirse la invasión de Ucrania y hay pocas dudas sobre el importante papel desempeñado por los productos energéticos, y por el precio de la electricidad, dentro de estos, que acabó 2021 con un formidable aumento de 71,98 %.
Cuadro 1. Tasas de variación interanual del IPC y varios subíndices
Fuente: elaboración propia a partir de las cifras del IPC.
El aumento de los precios energéticos se dejó ya sentir en los precios de los Alimentos sin elaborar y Alimentos elaborados, ByT que crecían 6,54 % y 3,95 %, respectivamente, en diciembre de 2021. La invasión de Ucrania aceleró aún más el aumento de los precios de los Productos energéticos y Electricidad, alcanzando tasas de crecimiento de 80.89 % y 107,82 %, respectivamente. Pero el efecto de la invasión pronto dejó paso a un proceso de desaceleración de los precios de los Productos energéticos y Electricidad que terminaron 2022 con precios 6,92 % y 30,81 % inferiores a los de diciembre de 2021. Obsérvese que, pese a estos recortes, sus índices en diciembre de 2022 eran todavía 30,46 % y 18,33 % más altos, respectivamente, que en diciembre de 2020.
A nadie puede sorprenderle que el aumento de los costes resultado de las fuertes subidas de los precios de los Productos energéticos y Electricidad desde los primeros meses de 2021 se fueran trasladando a los precios del resto de bienes y servicios consumidos que utilizan energía para producirlos. La tasa de variación interanual del IPC pasó de -0,53 % en diciembre de 2020 a 6,55 % en diciembre de 2021. Y aunque, como ya se ha comentado, los índices de los Productos energéticos y Electricidad registraron picos importantes en marzo de 2022, ambos registraron caídas especialmente abultadas en el caso de Electricidad en el segundo semestre y el IPC terminó el año con una variación interanual de 5,71 %, algo inferior a la de diciembre de 2021.
La guerra como tapadera
Las causas que desencadenaron el brote inflacionista en 2021 hay que buscarlas entre las perturbaciones que elevaron los precios de los Productos energéticos y Electricidad en 2021, más que en la guerra de Ucrania, puesto que, si bien la invasión exacerbó las alzas de precios transitoriamente, su impacto quedó más que compensado por la desinflación registrada durante el segundo semestre de 2022. Y entre los factores que están detrás de ese primer impulso inflacionista encontramos el rápido aumento de los precios de los derechos de emisión de gases en la UE, la regulación del mercado eléctrico y algunas decisiones políticas de las instituciones europeas que elevaron las tensiones en Centroeuropa y redujeron los flujos de gas natural a través de Ucrania en 2021. En el caso de España, habría que sumar la decisión de cerrar todas las centrales nucleares, el cierre del gasoducto del Magreb el 31 de octubre de 2021 y el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental que enrareció las relaciones con nuestro principal suministrador de gas natural.
Gráfico 1. Evolución de la recaudación acumulada entre enero y noviembre 2022-2019
Fuente: Agencia Tributaria.
El proceso inflacionista se ha visto reforzado en 2022 por el mayor crecimiento de los costes salariales y las elevadas tasas de crecimiento de impuestos que como el IVA gravan el consumo. Según la Contabilidad Nacional Trimestral, los sueldos y salarios brutos de cotizaciones sociales a cargo de los empleados aumentaron 6,88 % en 2022 y las cotizaciones sociales a cargo del empleador 5,13 %. Esta última cifra se encuentra bastante cerca del aumento de la recaudación por Cotizaciones Sociales a cargo de empleadores y empleados, 4,93 %, que proporciona la Intervención General del Estado para los tres primeros trimestres de 2022 y que supera el crecimiento del número medio de afiliados en la SS, 3,88 %, en todo 2022.
Por otras parte y pese a las rebajas y beneficios fiscales otorgados por el Gobierno para hacer frente a las consecuencias de la inflación, la Agencia Tributaria estima el aumento de la recaudación por IVA entre enero y noviembre en 17,82 %, una cifra muy superior al avance del PIB nominal, 10,07 %, en 2022. Aunque otros impuestos como el IRPF y el Impuesto sobre Sociedades no tienen un efecto directo sobre los costes de producción, los fuertes crecimientos de la recaudación de ambos hasta noviembre de 2022, 16,0 % y 26,8 %, respectivamente, no van a ayudar a contener el aumento de los salarios y los márgenes de las empresas. El continuado afán recaudatorio del Gobierno para financiar nuevos gastos, el aumento del Salario Mínimo Interprofesional y la expectativa de fuertes subidas en toda la escala salarial en 2023, apuntan a que los costes de producción van a seguir aumentando pese a la contención de los precios energéticos y que reconducir la inflación a 2 % va a llevar su tiempo.