El gobierno de la Generalitat se las prometía muy felices a primeros de año, hasta el punto de pronosticar, decía el Principal el 5 de enero, un acuerdo de presupuestos en los próximos días. La consejera de Economía, Natàlia Mas, llegó al punto de decir que «se tiene que ver si es cuestión de uno, dos, tres, cuatro o cinco días anunciar un acuerdo». Pero un gobierno que sólo tiene garantizado el apoyo de su propio partido —33 escaños en un Parlamento de 135—, nunca puede estar tranquilo.
Como dice Salvador Sostres en el Abc del pasado 25 —Los socialistas se hartan de ERC—, «Pere Aragonès pretendía usar y tirar a Salvador Illa como un kleenex, y que le aprobara los presupuestos sin contrapartidas. El presidente de la Generalitat quería presumir ante Junts de haber sacado adelante las cuentas pese a que sus exsocios abandonaran el Govern, y dar la apariencia ante el público independentista de no haber cedido en nada.»
¿Por qué tendrían que ponérselo fácil, los socialistas? No lo han hecho. El jueves 26 Aragonès compareció para anunciar, con exagerada solemnidad, que había tenido que hacer una concesión en esta negociación. En palabras de Nació Digital, ha decidido asumir el coste de aceptar el Cuarto Cinturón tal como lo quiere el PSC, para dejarlo «sin excusas a la hora de aprobar los presupuestos para 2023».
Y para dejar claro su espíritu de sacrificio, ha afirmado que esta obra no encaja en su modelo de país ni es lo que el país necesita. Es decir, que el modelo de país de Pere Aragonès y por extensión de ERC es bastante flexible, hasta el punto de gastar unos millones en algo que cree que el país no necesita, y si no lo necesita, es que le perjudica. Dicho en términos marxianos, tengo mis principios, pero si no les gustan, tengo otros.
El chantaje del PSC
Dos días antes, el diario Ara nos cuenta qué es esto del Cuarto Cinturón, o Ronda Norte, y por qué discrepan el PSC y ERC. Se trata de conectar la B-40 con la B-124, un tramo de 10 km que va de Terrassa a Castellar del Vallès y costaría unos 88 millones. Tampoco son las obras del Mundial de Qatar. ERC se opone por «motivos medioambientales», que es como decir que los astros no son favorables; algo que los augures de guardia pueden matizar al alza o a la baja según convenga. Pero en cualquier caso la tendencia dominante en ERC es secundar todo lo que va en el sentido de combatir el llamado cambio climático, reducir emisiones, castigar el transporte privado y complicar la circulación de personas y mercancías.
Hay más demandas socialistas que van en contra del modelo de país que dice tener ERC. En palabras de Sostres: «Illa no quiere renunciar a proyectos como la ampliación del aeropuerto de El Prat, la proyección de una nueva vía de entrada y salida de Barcelona (B-40), y la construcción del complejo Hard Rock de ocio y juego al lado de Port Aventura, a los que Esquerra se niega por oscuros motivos tribales.» Por su parte, «el PSC interpreta que la defensa de las infraestructuras que Cataluña necesita para crecer le sitúan en la centralidad de la política y la sociedad catalanas.» Es inevitable pensar que, en otro contexto, si esos proyectos fueran idea de un gobierno, no ya de derechas sino medianamente racional, los socialistas se opondrían amparándose también en argumentos ecologistas.
Vicent Partal en Vilaweb, el mismo día 26 —El president i la presidència—, veía denigrante para la presidencia de la Generalitat «la declaración institucional del presidente Pere Aragonès (…) en la que éste cedía a las condiciones del PSC por el presupuesto y afirmaba asumir la contradicción de haber votado a favor del cuarto cinturón, incluso a pesar de que los socialistas no aceptasen transaccionar ninguna demanda suya en el debate parlamentario (…) He dicho “las condiciones del PSC”, pero quizás debería haber dicho “el chantaje del PSC” y no sé si todavía me quedaría corto».
Entiende que los socialistas se dedican a «tantear qué nivel de humillación podrá resistir el partido de Junqueras y qué cosas inconcebibles conseguirán que hagan. Ellos sabrán, en todo caso, hasta dónde están dispuestos a llegar; es cosa suya y yo no me voy a meter. Pero el presidente es el presidente y creo que no es decente ni adecuado arrastrarlo por esta pendiente.» La presidencia es cada vez menos institucional y cada vez más partidista, y la culpa no la tiene Madrid.
Un gobierno que ha caducado
José Antich, en el Nacional, es relativamente optimista —Los presupuestos salen de boxes—: «Veremos en unos días si este movimiento de ERC, sin duda costoso para ellos aunque necesario, es suficiente. En cualquier caso, rebajó y mucho la tensión entre los republicanos y el PSC de Salvador Illa (…) Los presupuestos, o mejor dicho la negociación presupuestaria, sale, ahora sí, de boxes, para completar la carrera y tratar de llegar a la meta, que no es otra que el acuerdo definitivo.»
El precio de seguir gobernando en solitario no es barato y va a poner a prueba la capacidad de resistencia del partido: «Esquerra ha movido pieza, eso es evidente, y ha sacrificado algo más que un peón: ha calcinado literalmente al conseller de Territori, Juli Fernàndez, ex alcalde de Sabadell y uno de los líderes del Vallès radicalmente en contra de la B-40, ya que después de décadas estando detrás de la pancarta de rechazo a esta infraestructura asume el compromiso de realizarla.»
Pilar Rahola ataca, como de costumbre, al gobierno de ERC, tachándolo de precario y dispuesto a arrastrarse para mantener el poder: «¿Cómo es posible que ERC regale gratis et amore los Presupuestos del Estado y no tenga mínimamente ligado el apoyo a los Presupuestos de la Generalitat?» Buena pregunta, ¿será que los ahora compulsivos negociadores no son tan buenos negociando? Y si no son tan buenos negociando unos presupuestos anuales, ¿cómo van a negociar algo así como un referéndum de autodeterminación?
Para que no se nos olvide que en el gobierno había estado JxCat hasta hace poco, Rahola nos informa que desde que decidió irse todo ha ido de mal en peor: «El Govern está caducado. Lo dijimos cuando la crisis de la salida de Junts y ERC se quedó sola pero manteniendo la púrpura del poder. El Govern se quedaba en precario, había dejado de representar a la ciudadanía dado que era la parte de una parte. No tenía alianzas posibles si no daba un giro copernicano. Meses después el Govern ha ido perdiendo prácticamente todas las votaciones y vemos una agonía terrorífica para poder aprobar los presupuestos. El PSC está jugando con Aragonès como si fuera un títere. Ahora ERC se comerá la B-40 que había dicho que ni hablar.»
Las cuentas no están aseguradas
Pero aquí no acaba todo. Como dice el editorial del Punt-Avui del sábado 28, la B-40 no cierra el presupuesto. Pueden venir, o tendrán que venir, más concesiones. «El voto favorable de Esquerra (…) es un movimiento inesperado de 180 grados en la posición contraria que históricamente ha mantenido la formación, tanto a nivel nacional como en el territorio, a esta infraestructura con importante rechazo local desde hace décadas (…) Pere Aragonès admitió la enorme contradicción y la justificó en beneficio del presupuesto. Las cuentas, sin embargo, no están aseguradas. Con el trumfo de la B-40 en sus manos, los de Salvador Illa aún no las dan por cerradas y tiran de la cuerda presupuestaria focalizándose ahora en lo que está pendiente, como la ampliación del aeropuerto.»
Las concesiones de ERC tienen un cierto sentido. Cuenta Isabel Garcia Pagan en la Vanguardia —El todo o nada de ERC— que, aprobando los nuevos presupuestos, «disponer del extra de 3.000 millones en unas semanas permitiría a Aragonès apaciguar a los médicos, los maestros… y tener una oportunidad de agotar la legislatura en 2025. ERC compra tiempo a un alto precio y supedita su modelo territorial a apuntalar la imagen de partido responsable de gobierno, útil, frente a la renovada alianza sociovergente desplegada en el Parlament durante la semana». Mientras tanto, «el objetivo del PSC no es una partida económica sino dejar en evidencia la debilidad de ERC al frente de la Generalitat. Y, de paso, lanzar un aviso a navegantes republicanos: buscar aliados en la Moncloa para doblegar a Illa es una quimera».
ERC ha hecho sus cálculos: «Es mejor sufrir en Sabadell —donde «la oposición pública del partido (…) está tolerada y pactada»— que no poder vender ambulatorios, comisarías y rotondas por toda Catalunya.» Y además hay «confianza en la burocracia», porque en la B-40 «las máquinas no entrarán a trabajar mañana, no hay ni proyecto aprobado».